La llegada al poder de Hugo Chávez en 1999
está relacionada con las promesas de resolver una serie de problemas crónicos
que venían afectado la calidad de vida de los venezolanos por mucho tiempo. La
inhabilidad de la clase política anterior para zanjar esos problemas y otros
elementos que no discutiremos aquí, crearon un ambiente propicio para que los
cantos de sirena que prometían un futuro en el cual esos asuntos que molestaban
a los venezolanos serían erradicados calara en una población deseosa de cambio.
La situación actual demuestra lo contrario.
No solo no se resolvieron esos problemas crónicos sino que además se agregaron
otros nuevos. Las encuestas de opinión exponen a una población cansada de los
problemas que padece. Lo más peligros para la permanencia de los chavistas en
el poder es que los venezolanos son poco optimistas respecto al futuro. Cuando
eso, pasa, las sociedades buscan cambio. Una situación similar se vivió en
1998.
Por primera vez desde que sigo las encuestas
venezolanas, y he tenido la oportunidad de revisar algunas que van desde los
cincuenta hasta ahora, aparece por primera vez el problema hambre como uno que
preocupa a los venezolanos. Esto, como es de esperarse, llena a la gente de
incertidumbre y destruye en la sus mentes la credibilidad en los gobernantes e
incluso en el sistema político mismo. De ahí viene entonces esa necesidad de
cambio que mueve silenciosamente a grandes volúmenes de personas.
Y es que este sistema político impuesto por Chávez
está repleto de distorsiones que le causan al común de las personas mucha
molestia. Por ejemplo, PDVSA gasta según algunas fuentes, más de 40 millones
dólares anuales en un piloto de vehículos de Fórmula Uno. Esta cantidad de
dinero desperdiciado en momentos de calamidad económica pudiera tener una
cantidad de usos prioritarios para solucionar problemas de los venezolanos. Por
ejemplo, se podrían construir 20 hospitales o 60 escuelas. Es una distorsión
que Venezuela gaste dinero en mantener un piloto de pago (un piloto que paga
por correr) y al mismo tiempo tenga a
millones de personas sufriendo en colas por falta de alimentos.
Cuando Chávez hacía campaña y aún después de
haber ganado la presidencia, criticaba las colitas de PDVSA. El uso de los aviones
de la industria petrolera para asuntos privados de personas importantes de los
gobiernos anteriores. Es una tremenda distorsión que este problema haya
empeorado de una forma dramática. Las colas de PDVSA se usan hasta para traer
políticos y representantes de otros países a reuniones en Venezuela. Se usan
para que antiguos luchadores sociales que incendiaban vehículos en las Tres
Gracias se den viajes a Brasil para el control de salud de su esposa. Y que
además envíe de vuelta a la niñera a buscar unos papeles que se le quedaron así
como si el vuelo fuese a la esquina. Es una distorsión que la flota aérea
venezolana esté en lamentable estado y que miles de venezolanos arriesguen sus
vidas volando en naves que tienen más de cuarenta años y cuya vida útil venció
hace bastante tiempo. Y una distorsión que la gente que viaja al exterior tenga
cada vez menos ofertas de vuelo mientras que la clase política gobernante puede
alquilar aviones privados para llevar a sus familiares de vacaciones a Europa.
Es una distorsión de esta clase política que
alcaldes y gobernadores del partido de gobierno celebren lujosas y ostentosas
fiestas en las que gastan cientos de miles de dólares mientras que los
venezolanos deben sufrir el rigor de una ausencia de alimentos de primera
necesidad gracias a la incompetencia del funcionariado rojo.
Es una distorsión revolucionaria que los
capitostes del régimen circulen en vehículos último modelo con chofer y
escoltas mientras en el interior del país, como pasó en San Félix, la gente no
cuenta con transporte público. Es una distorsión que el tráfico haya disminuido
en las grandes ciudades no por una mejora de la red vial sino por la
desincorporación de vehículos por obsolescencia o porque están accidentados por
falta de repuestos.
Es una distorsión revolucionaria que se le
dedique tanto tiempo a tratar de culpar a la oposición de un crimen cometido
por unos desadaptados formados durante este gobierno mientras que miles de
crímenes no solo no son resueltos, sino que los asesinos andan por la calle
buscando más víctimas.
Es una distorsión revolucionaria que el
conductor de un bodrio televisivo de la cadena oficial y que funge como
presidente de la Asamblea Nacional se de el tupé de demandar a los medios de
comunicación venezolanos por publicar una noticia aparecida en medios de otros
países, pero que al mismo tiempo goce de inmunidad para atentar contra la
reputación de cientos de venezolanos en el espacio que usufructúa. (Por cierto,
unas clases de lectura y dicción no le caerían mal para que se le entienda
mejor. Bernal lo hizo y al menos se le entiende lo que dice.)
Es una distorsión que el TSJ no vea como una
falta que no necesita pruebas o denuncias, que el BCV no publique las cifras
que permiten saber el (lamentable) estado de la economía venezolana.
La corrupción campea. La cantidad de nuevos
ricos, los ex ministros, diputados, alcaldes y gobernadores que no pueden
demostrar el origen legítimo de sus riquezas es una muestra de esa distorsión
entre el discurso redentor de Chávez y la oprobiosa realidad que golpea el
rostro de una madre que tiene que mostrar la partida de nacimiento del muchacho
para que le vendan los pañales.
El experimento chavista devino en el peor
error que pudo haber cometido el pueblo venezolano. Entregar el poder a una clase
política menesterosa de conocimiento y sentido de país. Una clase política
claramente indolente donde florecieron una serie de nuevos ricos que ofenden
con su obsceno accionar al venezolano que sufre los rigores del empobrecimiento
continuado.
Lo que estaba destinado a ser un fracaso
terminó en una especie de profecía auto cumplida: un rotundo fracaso.
El tiempo se les acabó. No importa lo que
hagan, las encuestas muestran un deseo de cambio. Y cuando el gobierno aparece
tan mal evaluado, ese cambio es indetenible.
Jose
Vicente Carrasquero A.
botellazo@gmail.com
@botellazo
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