Atónitos contemplamos el saqueo incesante e impune que
sufre la Bolivariana Patria. No somos ya
un país para querer sino un país para saquear.
Saqueos múltiples y plurales son los que ha sufrido esta
malhadada Patria desde hace una década y media más que larga y dolorosa.
Saquean los nuevos mejores amigos que sólo tienen intereses comerciales y
buscan seguridad de suministros para sus pujantes economías: les entregamos, el
petróleo, el oro, el hierro, la bauxita, el coltán, las rocas verdes para
uranio, el gas, la construcción de carreteras, metros, puentes, viviendas y
ferrocarriles, a cambio de una nueva dependencia económica que ha convertido a
la Venezuela Bolivariana en un país mendigo ya no de los imperialistas FMI o
Banco Mundial, sino de los nuevos imperios euroruso y chino.
Nuestros aliados ideológicos del ALBA, MERCOSUR y
PETROCARIBE nos chulean sin pudor y sin gratitud, les suministramos petróleo
barato que no pagan a tiempo y que luego cancelan con descuento en vista de la
avidez del desgobierno en procurarse
unas divisas que entregó otrora a manos llenas con mentalidad de nuevo rico
revolucionario tricontinental.
Lo saquean sus propios gobernantes socialistas y
revolucionarios, quienes en la corrupción más impune y generalizada que haya
conocido la humanidad – ¡y vaya que ha habido! - han desolado el Tesoro Nacional, las Reservas
Internacionales del BCV, los Fondos chinos, rusos, el FONDEN , los Fondos de
Pensiones de los jubilados petroleros, las cajas de ahorro de los entes
públicos, las cajas chicas de los ministerios y las alcancías de los
funcionarios.
La saquen también los comerciantes inescrupulosos que
demandan rentabilidades astronómicas para sus pingües negocios, los
contratistas enchufados, los testaferros, los bolichicos, los familiares de los
chafarotes del siglo XXI en un nepotismo sin parangón, sólo comparable con la
hermana República isleña de la felicidad, los banqueros allegados al Proceso,
los presidentes de federaciones deportivas, en fin, todo aquel que pueda
ponerle la mano al erario público y aprovechar el desorden organizado. Ya las
revistas especializadas registran nuevas e impensables fortunas de los
revolucionarios y revolucionarias venezolanas forjadas a la luz de la
corrupción y la malversación, y que reposan – seguras en apariencia – en bancos
de paraísos fiscales ahora más supervisados y controlados.
Y lo que es peor un pueblo hambriento, sufrido, paciente a más no poder, obstinado de hacer colas y de ser vejado en su esencial condición de ser humano, ahora no sólo bachatea sino también saquea el trabajo y el esfuerzo de muchos años de sus compatriotas: porque tiene hambre pareja.
Enrique Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV
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parece un cuento de terror, si no fuera por ser la cruda realidad.
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