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martes, 11 de agosto de 2015

ENRIQUE MELÉNDEZ, ASEDIO ENDÓGENO

         
Lo peor de todo esto es, como dicen los economistas, que lo que estamos viviendo hoy, en comparación con lo que viene, es el paraíso. Obsérvese que hace un año atrás todavía se podía conseguir una remesa de harina de maíz en un abasto, que poco a poco se consumía; ahora no se consigue sino en el mercado informal, en el sector de los bachaqueros, a un precio cinco veces mayor al que dice el empaque; del supuesto precio justo, y por aquí se observa el grado de deterioro paulatino en que ha venido cayendo nuestro bienestar social, al punto de que hay una cierta hambruna a nivel de todo el país; la lógica de las circunstancias lo dice:

         Ya un combo de comida de chatarra llega a más de 700 bolívares, es decir, el 10% del sueldo mínimo. ¿Qué ingreso familiar aguanta esta situación? Es aquí donde se comprueba que la gente tiene que estar pasando hambre, si tomamos en cuenta que la escala salarial es muy baja en Venezuela. El kilo de caraotas en algunas regiones del país ya vale mil bolívares, es decir, más del 10% del salario mínimo, y es frente a este panorama cuando uno se pregunta: ¿cómo hace un padre de familia para alimentar en estas condiciones a sus hijos?
         Por lo demás, ya hay gente que se está muriendo por falta de medicinas. Es terrible lo que está sucediendo a ese nivel. Hace dos semanas atrás pregunté por el precio de un fármaco, que yo compro, y me dijeron que costaba 6 mil 600 bolívares; ayer cuando pasé a adquirirlo, con el presentimiento, por lo demás, de que había subido de precio, en efecto, me conseguí que había subido a 8 mil 700 bolívares, es decir, por encima de mil bolívares, con respecto al salario mínimo. Repito: ¿quién aguanta esta situación? Un señor, con quien hablé hace unos días, me confesó que su esposa murió hace unos meses por la falta de los medicamentos. He allí lo que significa un asedio, como se asedian a las poblaciones durante las guerras, a morirse de hambre y de inopia, sólo que el ejército enemigo no nos tiene así desde sus trincheras afuera, sino aquí adentro. Se trata de un asedio endógeno, para prestarles una palabrita a ellos, a partir de una política económica que sólo está al servicio de las mafias depredadoras del tesoro público, enquistadas en el poder.
         Como decía Hegel, interpretando la visión de mundo del Quijote, que no era que éste confundía los molinos de viento con gigantes, sino que él no quería admitir ese modo de producción, que se estaba manifestando a través de la técnica de los molinos de viento, si se parte del hecho de que la psicosis de este personaje consistía en querer volver a retrotraer su época a los tiempos del ejercicio de la caballería andante; fundido su cerebro, a causa de la literatura de este género que había consumido hasta alcanzar tal extremo de locura. 
Aquí sucede lo mismo: esos flagelos, como una inflación que crece a pasos geométricos, y una escasez que ya bordea los niveles de la ayuda humanitaria, y digo flagelos, y no fenómenos, porque ya están presentes en nuestra economía; significa que dejaron de ser contingentes, para volverse estructurales, esos flagelos –decía, el gobierno los considera los recursos bélicos de los que se valen los gigantes de la guerra económica (léase burguesía apátrida), que le tienen orquestada al propio pueblo venezolano, y hasta dramatizan el asunto, a propósito de la propaganda que arrojan por la red mediática oficialista.
         Por supuesto, allí no deja de estar presente la evocación de los días del Paro Cívico Nacional de 2002-03, a los fines de exaltar el triunfo chavista sobre esta coyuntura; cuando todo el país se paralizó, excepto el sector transporte; que hizo que aquella manifestación partiera cojitranca desde el comienzo, y es así como se enaltece la memoria del “comandante eterno” por la forma como se impuso al “saboteo petrolero”, que pretendió tenderle la derecha imperialista, y entonces se enlaza una cosa con la otra, es decir, aquella jornada de la sociedad civil, que dio lugar a que viviéramos la misma situación, que tenemos hoy en día; de penuria absoluta, y entonces en esa red mediática oficialista proyectan escenas de la gente haciendo cola, para comprar el gas, y que es lo que vemos hoy en día: producto, dicen, del acaparamiento y de la especulación, y así que también proyectan las colas de la gente en las puertas de los abastos: “Miren, dicen, las consecuencias de la guerra económica, unido al bachaqueo”. Por supuesto, sin dejar de cerrar la campañita con un mensaje triunfalista: “… Así como el comandante eterno también triunfó con su pueblo”. ¿No es esto el imperio de la mentira?
         Es en la teoría de la subjetividad donde Marx se vuelve más russoniano, por aquello que decía Rousseau, que el hombre nacía bueno, sólo que la sociedad lo hacía malo, y ponía el ejemplo de nuestros pueblos aborígenes, donde se imaginaban los europeos que la gente era muy buena, y de donde derivó la famosa Teoría del Buen Salvaje, y la fe de Marx consistía en que el hombre iba a volver a ese estado de inocencia una vez consumada la revolución proletaria, que iba a permitir la superación de esos tres estados psicóticos, como eran la alienación (fetichismo de la mercancía), enajenación (envenenamiento de la conciencia) y reificación (cosificación del individuo), y que eran los que permitían el sometimiento del ser humano al modo de producción capitalista; lo que en lenguaje marxista uno oyó hablar de la toma de la conciencia: ¿ese imperio de la mentira crea condiciones para que se cumpla este postulado de Marx?
         Por el contrario, y aquí es donde la teoría de Huntington de las olas de democratización, que se vienen dando por ciclos en el mundo entero, se cae, pues no sólo hemos involucionado hacia un régimen dictatorial, sino que lo que busca ese régimen es un envilecimiento total de la conciencia, una sociedad de cretinos, con miras a la perpetuidad en el poder.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo

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