Ya
un combo de comida de chatarra llega a más de 700 bolívares, es decir, el 10%
del sueldo mínimo. ¿Qué ingreso familiar aguanta esta situación? Es aquí donde
se comprueba que la gente tiene que estar pasando hambre, si tomamos en cuenta que
la escala salarial es muy baja en Venezuela. El kilo de caraotas en algunas
regiones del país ya vale mil bolívares, es decir, más del 10% del salario
mínimo, y es frente a este panorama cuando uno se pregunta: ¿cómo hace un padre
de familia para alimentar en estas condiciones a sus hijos?
Por
lo demás, ya hay gente que se está muriendo por falta de medicinas. Es terrible
lo que está sucediendo a ese nivel. Hace dos semanas atrás pregunté por el
precio de un fármaco, que yo compro, y me dijeron que costaba 6 mil 600
bolívares; ayer cuando pasé a adquirirlo, con el presentimiento, por lo demás,
de que había subido de precio, en efecto, me conseguí que había subido a 8 mil
700 bolívares, es decir, por encima de mil bolívares, con respecto al salario
mínimo. Repito: ¿quién aguanta esta situación? Un señor, con quien hablé hace
unos días, me confesó que su esposa murió hace unos meses por la falta de los
medicamentos. He allí lo que significa un asedio, como se asedian a las
poblaciones durante las guerras, a morirse de hambre y de inopia, sólo que el
ejército enemigo no nos tiene así desde sus trincheras afuera, sino aquí
adentro. Se trata de un asedio endógeno, para prestarles una palabrita a ellos,
a partir de una política económica que sólo está al servicio de las mafias
depredadoras del tesoro público, enquistadas en el poder.
Como
decía Hegel, interpretando la visión de mundo del Quijote, que no era que éste
confundía los molinos de viento con gigantes, sino que él no quería admitir ese
modo de producción, que se estaba manifestando a través de la técnica de los
molinos de viento, si se parte del hecho de que la psicosis de este personaje
consistía en querer volver a retrotraer su época a los tiempos del ejercicio de
la caballería andante; fundido su cerebro, a causa de la literatura de este
género que había consumido hasta alcanzar tal extremo de locura.
Aquí sucede lo
mismo: esos flagelos, como una inflación que crece a pasos geométricos, y una
escasez que ya bordea los niveles de la ayuda humanitaria, y digo flagelos, y
no fenómenos, porque ya están presentes en nuestra economía; significa que
dejaron de ser contingentes, para volverse estructurales, esos flagelos –decía,
el gobierno los considera los recursos bélicos de los que se valen los gigantes
de la guerra económica (léase burguesía apátrida), que le tienen orquestada al
propio pueblo venezolano, y hasta dramatizan el asunto, a propósito de la
propaganda que arrojan por la red mediática oficialista.
Por
supuesto, allí no deja de estar presente la evocación de los días del Paro
Cívico Nacional de 2002-03, a los fines de exaltar el triunfo chavista sobre
esta coyuntura; cuando todo el país se paralizó, excepto el sector transporte;
que hizo que aquella manifestación partiera cojitranca desde el comienzo, y es
así como se enaltece la memoria del “comandante eterno” por la forma como se
impuso al “saboteo petrolero”, que pretendió tenderle la derecha imperialista,
y entonces se enlaza una cosa con la otra, es decir, aquella jornada de la
sociedad civil, que dio lugar a que viviéramos la misma situación, que tenemos
hoy en día; de penuria absoluta, y entonces en esa red mediática oficialista
proyectan escenas de la gente haciendo cola, para comprar el gas, y que es lo
que vemos hoy en día: producto, dicen, del acaparamiento y de la especulación,
y así que también proyectan las colas de la gente en las puertas de los
abastos: “Miren, dicen, las consecuencias de la guerra económica, unido al
bachaqueo”. Por supuesto, sin dejar de cerrar la campañita con un mensaje
triunfalista: “… Así como el comandante eterno también triunfó con su pueblo”.
¿No es esto el imperio de la mentira?
Es
en la teoría de la subjetividad donde Marx se vuelve más russoniano, por
aquello que decía Rousseau, que el hombre nacía bueno, sólo que la sociedad lo
hacía malo, y ponía el ejemplo de nuestros pueblos aborígenes, donde se
imaginaban los europeos que la gente era muy buena, y de donde derivó la famosa
Teoría del Buen Salvaje, y la fe de Marx consistía en que el hombre iba a volver
a ese estado de inocencia una vez consumada la revolución proletaria, que iba a
permitir la superación de esos tres estados psicóticos, como eran la alienación
(fetichismo de la mercancía), enajenación (envenenamiento de la conciencia) y
reificación (cosificación del individuo), y que eran los que permitían el
sometimiento del ser humano al modo de producción capitalista; lo que en
lenguaje marxista uno oyó hablar de la toma de la conciencia: ¿ese imperio de
la mentira crea condiciones para que se cumpla este postulado de Marx?
Por
el contrario, y aquí es donde la teoría de Huntington de las olas de
democratización, que se vienen dando por ciclos en el mundo entero, se cae,
pues no sólo hemos involucionado hacia un régimen dictatorial, sino que lo que
busca ese régimen es un envilecimiento total de la conciencia, una sociedad de
cretinos, con miras a la perpetuidad en el poder.
Enrique
Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
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