En
artículo reciente[1], el profesor Alexander Cooley de la Universidad de
Columbia analiza el retroceso de las democracias liberales: “Durante la última
década, los autoritarismos han experimentado y perfeccionado una serie de
nuevas herramientas, prácticas e instituciones que están destinados a proteger a
sus regímenes de la crítica externa y erosionar las normas que informan y
subyacen en el orden político internacional liberal” (Traducción CB) En el
acápite “Adiós ONGs, Hola Zombis”, se refiere a cómo la observación electoral
regulada y respetada, de acuerdo a normas internacionales, es sustituida por
los “monitores zombis” cuya función es legitimar elecciones fraudulentas.
El
autor analiza la creación de ONGs oficialistas, el papel legitimador de
organismos regionales como UNASUR y la ALBA, y el importantísimo rol de los
nuevos países prestatarios (China y los países del Golfo Pérsico) que permiten
a los prestamistas menos respeto a la democracia.
Con
la feliz expresión de Cooley sobre los observadores zombis, es posible analizar
el cuadro político venezolano actual en el cual hay multitud de zombis rodeando
unas elecciones que el gobierno busca convertir en una nueva fiesta pestilente.
El
régimen construye un tinglado con poción brujeril: huesos de pollo, alas de
murciélago, el infaltable Samper, vellos púbicos de Mugabe, una que otra
verruga de enano sátiro, y aderezos secretos traídos de las cuevas donde las
alborozadas rectoras pernoctan. La entraña de la cocción pútrida es una
operación psicológica de desmoralización. Intentan ganar las elecciones con una
previa derrota política de las fuerzas democráticas, mediante la intimidación
psicológica. Se proponen vencer en el corazón ciudadano para que, al final, la
gente sienta que no tiene nada qué defender. El régimen descifra lo que los
demócratas a veces no comprenden exactamente: en el marco de una dictadura
posmoderna, una derrota política del adversario debe preceder a la victoria
electoral propia.
El
bebedizo dictatorial usa los ingredientes que analiza Cooley, para procurar y
luego legitimar un resultado electoral fraudulento. Por eso se vuelve
imprescindible que la sociedad en su conjunto denuncie, enfrente y derrote
desde ya y en lo posible a los zombis escarlata. Los ciudadanos deben ser
acuciosos para identificar a los zombis que brotan de las alcantarillas: no se
notan cuando están quietos sino cuando se mueven, por su andar turbio y
desbaratado.
[1] Countering Democratic Norms/Journal of Democracy Volume 26,
Number 3 July 2015
Carlos
Blanco G.
@carlosblancog
.
www.tiempodepalabra.com
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