Las realidades dan cuenta de desviadas decisiones gubernamentales que están estremeciendo las distintas estructuras del sistema político nacional.
JUSTICIA FRAUDULENTA
La dinámica política venezolana, se ha tornado bastante
belicosa. Sobre todo, la que viene adelantando el alto gobierno toda vez que la
proximidad de las elecciones parlamentarias ha provocado en sus cuadros
políticos la suspicacia propia de verse derrotado a consecuencia de la pésima
gestión gubernamental que tanta desagrado y decepción ha causado. Quizás, ello
marca un evidente reflejo de su debilidad y miedo. Pero una conjetura así,
requiere un análisis politológico más detallado y, al mismo tiempo, persuasivo.
Y es, justamente, lo que esta disertación intenta en las siguientes líneas.
De hecho, las realidades dan cuenta de erradas decisiones
gubernamentales que están estremeciendo las distintas estructuras del sistema
político nacional. No sólo decisiones elaboradas al amparo de arreglos
maniqueos. Además, ocultos bajo la sombra de un régimen confabulador. También,
a la luz de conciliábulos prestados al chantaje que anima una diatriba
desmoralizada. Precisamente, en el marco de tan graves inconveniencias, se
hallan encubiertos problemas no sólo caracterizados por lo que significa la
lucha visceral por el poder político. Igualmente, por lo que deja ver la
desencarnada confusión que existe de cara a desentenderse de valores morales
que exhortan la dignidad tanto como la tolerancia y el pluralismo político,
entre otros de capital importancia.
El temor de enfrentarse a una población que ha adquirido
alguna conciencia política, es una razón de necesaria consideración. Aunque
esta situación ha sido lugar común de elecciones anteriores, no deja de ser
interesante contemplarla ante lo que significa la cultura política del
venezolano actual. La enorme crisis que padece la economía, se convirtió en
acicate para que se comprendieran las intenciones de esquilmados gobernantes en
cuyo pensamiento pareciera imposible albergar criterios que lleven a ordenar el
cuadro de miseria que viene fraguándose como resultado del absoluto
desconocimiento de procesos sociales complejos bajo el efecto de una
incertidumbre equivocadamente definida.
En consecuencia, frente a lo que de esta situación
pudiera derivarse, el régimen fue tomando decisiones a desdén de las realidades
políticas. Realidades éstas signadas por serios conflictos inducidos por el
mismo cuadro de desbarajuste que, desde hace casi dieciséis años, logró
destrozar el andamiaje político institucional sobre el cual funciona un país
que declare la democracia como fundamento de su ordenamiento jurídico. Ahora,
valiéndose del poder político transformado en abuso instituido, busca el apoyo
del Poder Judicial, a través del Tribunal Supremo de Justicia, para
entrometerse cobardemente en la vida pública no sólo de venezolanos con
legítimos derechos civiles y políticos para actuar sobre el escenario de un
Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. Asimismo, azotando lo que
concierne al pluralismo político mediante su intromisión a la organización de
partidos políticos como Bandera Roja, Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) y
COPEI. Ya lo había hecho con el PPT y Podemos.
Esta bochornosa realidad retrata un fraude electoral,
Fraude éste que obstaculiza la capacidad del venezolano al momento de
determinar libremente su vida política. Por tanto, el régimen pretende escoger
los candidatos de la oposición inhabilitando a quienes consideran tener mayor
arrastre electoral. Estas actitudes protagonizadas por el oficialismo,
evidencian la dispersión y mengua que padece el partido de gobierno ante la
fracasada gestión de gobierno, acrecentada con soberbia arbitrariedad desde hace
más de dos años. Entonces, ante lo que sucede, podría inferirse que el país
político está siendo lesionado en todas sus manifestaciones por la mano larga y
tosca de una Justicia fraudulenta.
VENTANA DE PAPEL
CARA ’E BOLSA
Es triste advertir los cambios que ha sufrido la
idiosincrasia del venezolano. La
espantosa crisis social, política y económica que aqueja al país, ha
repercutido en la manera de cómo el venezolano dejó de mostrarse amable y
hospitalario para caer en un estado de apatía que ha afectado no sólo la
pérdida de valores. También, ha perjudicado la urbanidad y las buenas
costumbres que en otrora lo distinguieron como afable, solidario y bien portado
entre el resto de latinoamericanos.
Tanto fue así, que el civilismo del venezolano inspiró a
Manuel Antonio Carreño a escribir en 1853, el Manual de Urbanidad y Buenas
Costumbres. Por ello, siempre fue un libro de referencia fundamental para
diversas generaciones en el mundo lo que hizo que fuera reeditado en distintos
países, numerosas veces. No obstante, la actualidad da cuenta de dos
consideraciones fundamentales.
La primera, relacionada con el desinterés del Estado
venezolano y del régimen por modelar un individuo con sentido de civilidad y
conciencia de ciudadano. La segunda, la indiferencia de la cual es víctima el
venezolano de hoy toda vez que la necesidad por subsistir económicamente lo
lleva a adoptar un comportamiento signado por el egoísmo. A esto ha
contribuido, sin duda alguna el personalismo de los actuales gobernantes cuyos
efectos igualmente han coadyuvado al descalabro que ha desgarrado a Venezuela.
Hoy día, los venezolanos, olvidaron importantes
principios cívicos y morales aplicados en la vida en sociedad. Incluso, en la
vida privada. Casi nadie siguió preocupándose por la difusión de reglas y
preceptos de urbanidad y de moral pública. Asimismo de ética social y
ciudadana. Al régimen parece sólo importarle redituar divisas
político-partidistas pues es lo que con mayor aprehensión solicita, muchas veces
mediante amenazas, para garantizar su condición interminable de gobierno.
El saludo dejó de ser un acto de cortesía y educación
para convertirse en mera conveniencia cuyo objetivo es buscar visualmente lo
que lleva el otro en la bolsa que porta al salir “victorioso y triunfal” de
alguna de las tediosas colas o filas que ahora caracterizan la movilidad del
venezolano ante la imperiosa necesidad de adquirir productos de la cesta
básica. Ya nadie se mira a los ojos al momento de acudir al saludo realizado
bajo el protocolo que marca el respeto y la cordialidad. Tampoco, brindando una
sutil sonrisa, como muestra de cordialidad y calidez. Eso cambió, además, por
causa del murmullo acerca de lo que lleva el otro luego de pasar una mirada a
manera de rigurosa inspección por la bolsa que lleva la otra persona. Es como
para decir que ahora el venezolano tiene la cara en la bolsa. O mejor dicho, es
un apesadumbrado cara ’e bolsa.
UN PAÍS PARALIZADO
Advertir el tiempo perdido de tantos venezolanos
esperando a las puertas de algún mercado, tienda, bodega o abasto para comprar
algún producto de urgente necesidad, cuya oferta se volvió minúscula, es
patético. Da cuenta del desastre a que el régimen llevó al país. Y es que no se
trata de una “guerra económica” la causa de tan horrenda situación, lo cual
hace ver ante el resto del mundo lo mal que está el país. Este problema se dio
y ha venido agravándose, por la falta de insumos y suministros a la industria
nacional responsable de la elaboración de tal número de productos.
Este enorme problema, además de haber inducido el
desproporcionado y descontrolado aumento de la inflación, comienza a arrojar
secuelas de incalculable consideración. Sus razones las explica la equivocada
política económica que ha manejado el régimen. Aparte de haber agotado los
dólares de la nación en negociaciones de naturaleza politiquera.
Para mencionar alguna de sus consecuencias, vale aludir
lo que representa el número de horas-hombre desaprovechadas en tareas propias
de una nación que, a decir del ridículo Plan de la Patria, habrá de encauzarse
hacia un desarrollo inusitado toda vez que apunta a convertirse en una
“potencia industrial” de América Latina. Tan grave problema desmoviliza
las fuerzas productivas responsables de
animar la marcha acelerada de el desarrollo económico anotado entre los
objetivos de la planificación en estos años de iluso socialismo.
Cualquier análisis de dicha situación, sorprendería al
más demagogo de los gobernantes. Seguramente que diariamente, el número de personas
que se entregan a tan indignante necesidad, ahora entendida como inaplazable
para subsistir en medio de la desorganización o “gestión socialista de gobierno
revolucionario”, supera la mitad de venezolanos activos insertados en los
esquemas de la trajinada y abollada economía venezolana. Todo este desorden,
convirtió a Venezuela en un país paralizado.
“Cuando la justicia se maneja a desdén de principios
jurídicos asociados a valores que exhortan las libertades como ámbito de la democracia,
quienes así lo hacen, sobre todo desde posiciones de gobierno, están cercenando
el futuro de una nación y condenando su pueblo a una agonía de la moral
ciudadana cuya muerte ni siquiera será capaz de enmendar el más minúsculo
esfuerzo en contrariar tan desgarrada barbaridad política”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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