No nos cansaremos de repetir, con
obstinación, que desde 2004, a los efectos del “famoso” Referéndum Revocatorio,
el régimen se preparó para ganar todas las contiendas y para no entregar jamás
el Poder. La contratación, sin licitación, del sistema automatizado
“Smartmatic” y las capta-huellas, simultáneamente con la “elaboración” de un
nuevo registro de electores (REP), fueron decisiones que anclaron el fraude,
desde el principio, a los fines de la eternización en el Poder del grupo
gobernante, sin que, en ningún momento, la “oposición” de turno protestara,
como se merecía, tal violación de la naturaleza y esencia de la democracia, tal
cual la proclama la Constitución de 1999. (Constitución que, por lo demás,
surge de una consulta popular, no prevista en el orden legal de entonces, para
propiciar un “proceso constituyente”, al que respondió afirmativamente apenas
el 27% del electorado). Casi por arte de magia, de finales del 2003 a comienzos
del 2004, “aparecieron”, en menos de seis meses, unos Dos Millones de “nuevos”
electores, lo que constituía un “incremento” de mucho más del 15% de la data
registrada para entonces, ¡en menos de un año!. La “oposición”, desde luego,
hizo una “auditoría” a esta sobrepoblación de electores, aplicando el método de
muestreo, prácticamente dirigida por las propias autoridades del CNE y llegó a
la conclusión de que el hecho más bien destacaba el “crecimiento del espíritu
de participación ciudadana” en los procesos electorales venezolanos. Un abogado
amigo, miembro de la Consultoría Jurídica del CNE para entonces, --nombre que
no revelamos para evitar injustas represalias--
nos confirmó que de una investigación interna, realizada por el mismo
cuerpo sobre las pruebas filiatorias de los cedulados, se había encontrado que
hay casi Tres millones de venezolanos, inscriptos en el REP y portadores de
Cédula de Identidad, no estaban respaldadas ni por Partidas de Nacimiento, ni
Actas de Naturalización, ni ningún otro tipo de documento que determinese su
legalidad ciudadana. Posteriormente, cuando se generalizó el sistema de las
capta-huellas y otros adminículos complementarios para garantizar, según el
CNE, “un elector, un voto”, el propio tribunal electoral reconoció que en el
REP hay, por lo menos, Millón y Medio de inscriptos cuyas huellas dactilares no
aparecen registradas. ¿Se puede confiar en un sistema con debilidades tan
acusadas en su fundamentación? ¿Podemos aceptar, sin sombra de dudas, que somos
más de Veinte Millones los venezolanos aptos para votar en las próximas
elecciones de diciembre, sin sospechar siquiera el “acompañamiento” de otros
millones de almas “virtuales”, inexistentes? Si en los últimos Diez años, según
el INE, la población general del país ha crecido en un 15%, ¿podemos entender
como “lógico” que en el mismo período la conformación del REP haya crecido en
casi un 65%? No, amigo. Esa data
electoral tiene, forzosamente, que ser revisada, elector por elector, más allá
que auditada mediante fórmulas proporcionales, acordes con las técnicas
convencionales. Elector por elector, en su propio lugar de residencia, sin que
contra ello se alegue la obligación de preservar su intimidad. O somos una
sociedad de ciudadanos y nos respetamos en el ejercicio de nuestros derechos
fundamentales o somos una manada de siervos, inútiles, a la orden del jefe de
la tribu. Esta es la primera condición que debemos exigir para creer que
nuestro sistema electoral garantiza un mínimo de transparencia y respetar los
resultados de una jornada cualquiera, mediante su utilización.
Pero hay más. El propio CNE, en su
línea de Rectores, de acuerdo con la ley y con la lógica de la esencia
democrática e igualmente para garantizar esa transparencia, debe estar
integrado por profesionales a quienes no pueda acusárseles de parcialidad hacia
una de las partes en conflicto. Son ya demasiadas las pruebas que señalan a,
por lo menos, cuatro de las Rectoras como afines al régimen en el Poder y hasta
registradas alguna vez como afiliadas al partido de gobierno. Esta realidad
desnaturaliza el mandato al respecto de la correspondiente ley y sólo podría
ser subsanado si los grupos de “oposición”, unidos o no, exigen una
representación paritaria en ese Rectorado y una revisión al efecto, de todo el
componente de funcionarios del máximo tribunal electoral. Esta es otra
condición “sine qua non”. ¿Cómo están compuestas las delegaciones del CNE en
cada uno de los Estados y de los Distritos Electorales? ¿Hay o no hay presencia
parcializada de funcionarios, en número decisorio, a favor de una de las causas
litigantes que procuran, a través del voto, el favor del Soberano?
Sin estas dos condiciones, que la
“oposición” o “las oposiciones” deben exigir hasta que sean satisfechas, no
habrá (¡Ya No Hay!) garantía de transparencia electoral y por lo tanto nadie puede aceptar, sin
protesto público, a conciencia, participar en unas elecciones manipuladas por
el fraude. Pero hay otras condiciones no menos importantes. El gobierno, como
tal, sin estar legitimado para ello, participa impunemente en la propaganda
electoral, favoreciendo a los candidatos de su partido, del partido de
gobierno, mucho antes de que ni siquiera se haya dado inicio al lapso de
campaña electoral correspondiente. El Presidente de la República (uno de los
que no tiene respaldo para justificar su Cédula de Identidad) actúa como si
fuera incluso un candidato y abusa de su poder y de los bienes del Estado, para
favorecer a su causa. Esta otra desviación tiene que corregirse. Los medios de
comunicación y los recursos públicos, más que la paridad de género o cualquier
otra necedad intrascendente, deben operar “paritariamente” en beneficio tanto
del gobierno como de la oposición, a los fines de equilibrar fuerzas y garantizar
transparencia en el proceso. Lo demás es obligar a los ciudadanos a ser
cómplices de un fraude ya en ejecución.
Muchos amigos, bien intencionados, han
escrito y han pedido que, como quiera que es únicamente a través del voto como
puede expresarse el Soberano y ordenar el acatamiento de su voluntad, hay que
ir, pese a todo, a la mesa de votación y cumplir con esta mínima obligación
ciudadana. No importa, dicen, si una y otra vez se haya desconocido la voluntad
del electorado y que, casi por “descarte”, esta vez sí están “dadas las
condiciones” para triunfar y darle un vuelco monumental a la realidad del país.
Los entendemos y creemos que son verdaderos ciudadanos, entrenados para el
ejercicio democrático. Pero están lamentablemente equivocados y están
favoreciendo a los que conspiran contra la democracia. ¡Llevamos más de Diez
años arrastrando esta realidad fraudulenta, proceso tras proceso! Y lo que
nosotros proponemos, definitivamente y para concluir, es: exigir que se
establezcan, claramente, las condiciones verdaderas para garantizar la
transparencia electoral; cuidar de que nuestra exigencia sea cabalmente
satisfecha o irnos al otro lado de la paz, sin caer en la guerra, pero sin
aceptar impunemente la imposición de un nuevo fraude y un nuevo desconocimiento
a la voluntad popular.
Rafael Grooscors
grooscors81@gmail.com
@grooscorscaball
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