Una mentira
piadosa es común en la ocurrencia del venezolano, pero mentir descaradamente es
como asegurar el boleto -sin retorno- al infierno. Tratar de desvirtuar lo que
estuvo a la vista es una señal de desesperación. Desde las primeras hasta las restantes
horas, el espectáculo fue
deprimente; con algunas excepciones, en
los centros de votación tanto de la capital como en el resto del país, el
cuadro fue el mismo; pero lo que más
llamó la atención fue el lugar de votación del presidente; ese es un acto distinguido por la motivación
y el calor proselitista de una efervescencia humana que vitorea a su
líder. ¿Qué pasó allí? No lo
sabemos. ¿Las medidas de seguridad se
excedieron de manera desproporcionada? Lo
sabrán ellos; pero de que faltó
gente si faltó.
Siempre hay una
primera vez y esta no podía ser la excepción.
Esa flexibilidad del Consejo Nacional Electoral en el horario de
votación resultó sospechosa. La orden
era caletear la gente desde el último confín y para ello se requería cuantas prórrogas
fueran necesarias; de allí y tomado de
la mano del órgano electoral, pasaron de las cuatro sin votantes, siguieron
hasta la seis y como la ruta estaba despejada el recorrido se prolongó hasta las ocho, poniéndole punto final a las
diez de la noche para no despertar duda alguna de la transparencia del
acto.
Diosdado -el mismo del cuento que aún se mantiene en
escena- anunció unas cifras superiores a
los tres millones de votantes. Al
comparar estas cifras con lo que vieron los venezolanos a través
del mismo canal de televisión que durante 24 horas estuvo al servicio de la
reseña oficialista, habría que admitir que alguien está mintiendo. ¿Hasta dónde se puede hablar de espontaneidad
cuando esa población electoral conocedora de sus centros de votación,
regularmente cercanos a sus viviendas, tuvo a su disposición en Carabobo 130
unidades del servicio público para sus traslados?
¿Qué quiso decir
Maduro en sus declaraciones televisadas: “nosotros sabemos quienes han
votado”? A confesión de parte…. ¿Tiene alguna relación estas declaraciones
con la obligatoriedad del empleado público a participar en estas
votaciones? ¿Será por casualidad el
cierre de los centros de distribución de alimentos del gobierno, como así sucedió en el Bicentenario? Ni con trampa
cambiarán la decisión tomada por
la mayoría de los venezolanos. Vamos al rescate de la Asamblea Nacional.
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
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