El pasado 5 de
Julio, se conmemoró el 204 aniversario de la declaración de la independencia de
Venezuela. Ese día, de 1811, pasada las 2 de la tarde, “los representantes de
las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida
y Trujillo” reunidos en Congreso, dieron por concluido el debate que habían
iniciado el 3 de Julio y con 40 votos a
favor aprobaron propuesta con lo que el Diputado Juan Antonio Rodríguez
procedió a declarar “solemnemente la
Independencia absoluta de Venezuela".
Es el 5 de Julio
fecha que todos veneramos y, en la Escuela aprendemos, la más relevante de nuestro muy largo
calendario de efemérides históricas. Alrededor de ella, por generaciones se han
repetido lugares comunes y otra vez,
como con la Batalla de Carabobo, inexactitudes obviándose hechos reales que,
hoy más que nunca, le dan una significación especial a la jornada.
No voy a
afincarme en el hecho que el 5 de Julio no se firmó, como proclaman boletines
oficiales y muchos medios de comunicación, el Acta de la Independencia porque
lo cierto es que tras la votación del Congreso se celebró otra sesión, en la
cual se acordó redactar un documento, cuya elaboración se encomendó a Juan
Germán Roscio y a Francisco Isnardi, que serviría como Acta, aprobándose
esta el 7 de Julio, transcribiéndose
luego al Libro del Congreso para ser suscrita, siendo el 18 de Agosto cuando se estamparon las
últimas firmas. Pareciera más oportuno destacar tres hechos que reiteradamente
se pasan por alto:
La declaratoria
de la Independencia fue un hecho donde los pueblos de tierra adentro
desempeñaron un papel protagónico. A pesar de la incontablemente voceada frase de Vicente Salias “seguid el
ejemplo que Caracas dio” y a la no participación de las provincias de
Maracaibo, Coro y Guayana, por su desacuerdo con el desconocimiento de la
autoridad del Consejo de Regencia de España e Indias reunido en Cádiz, apenas 5
Diputados lo eran por la ciudad de Caracas - López Méndez, Nicolás de
Castro, Gabriel de Ponte, Fernando Toro
y Lino de Clemente-.
La declaratoria de la Independencia también fue un hecho civil. Con excepción de Francisco de Miranda que se había ganado en buena lid sus galones militares en el extranjero –después de haber sido despreciado por el mantuanaje caraqueño- la totalidad de los Diputados participantes eran civiles, si bien tiempo después y por imperativos de la guerra, algunos vistieron uniforme.
Finalmente, y no
menos importante, la declaratoria de la Independencia, fue un hecho posible por
el activar de la oligarquía criolla y con poca o ninguna participación popular.
Los Diputados cuyos nombres encontramos al pie del Acta fueron electos entre octubre y noviembre de 1811 con un
reglamento que solo otorgaba el voto a los hombres libres, mayores de 25 años y
propietarios de bienes raíces. No votaron ni las mujeres, ni los esclavos, ni
la gran mayoría de la población carente de fortuna. Adicionalmente, las
elecciones fueron de segundo grado.
De tal manera
que, en propiedad, los desfiles de
tropas y algunos discursos militaristas del último domingo lo fueron por un
hecho descentralizador –no solo porque se abjuró del poder central sino porque
en la que ya dejaba de ser Capitanía General la mayoría de la representación
era formalmente provinciana-, civil y por si fuese poco oligárquico.
Bolívar, que no
firmó el Acta de Independencia, pero que desde la Sociedad Patriótica atizó las
pasiones, heredero de la familia más rica de la Venezuela de entonces, reafirmó
el carácter oligárquico del proceso independentista cuando, tras la derrota de
la primera República, en la conocida como Carta de Jamaica, reclamó a la Corona por el desaire hacia a
los blancos criollos, ese “pequeño género humano” digno de ser liberado.
Los atropellos de
Monteverde, la ferocidad sanguinaria de Boves, la férrea voluntad de El
Libertador, hicieron posible la ampliación de la base de apoyo de quienes
procuraban la independencia y con Páez, y sus llaneros, la lucha comenzó a
vestirse de pueblo pero se necesitaron varias décadas para que Monagas hiciera
efectiva la abolición de la esclavitud y más de un siglo para que tras la
Revolución de Octubre de 1945, con Rómulo Betancourt y Acción Democrática a la
cabeza, se consagrase en Venezuela el voto universal y con tal la participación
de las mujeres, jóvenes, analfabetos y de todo ciudadano, independientemente de
su posición económica, en un régimen democrático y de libertades que es la base
fundamental de una nación independiente.
Mario Briceño-Irragorry afirmó: “Los pueblos no pueden vivir su hora presente a cuenta de su pasado, por más glorioso y fecundo que este sea.” Es bueno recordar el 5 de Julio pero es tiempo que comencemos a escribir historia nueva, signada por la participación de todos pero en especial de las regiones para que en lo que surja se privilegie el espíritu de la descentralización; la civilidad para que los militares regresen a sus cuarteles y se ocupen fundamentalmente de las tareas que les consagra la Constitución; y en la cual las oligarquías de viejo y/o nuevo cuño –que las hay- cedan el protagonismo a una verdadera y entusiasta participación popular.
Luis Eduardo Martínez Hidalgo
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve
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