¿Dónde quedará ese país que describió Luisa Ortega Díaz
ante el Comité de Derechos Humanos de la ONU? Porque ella habló de una
Venezuela que no se parece en nada a esta donde yo vivo. Esta, donde muchos, al
igual que yo, lamentan las condiciones deplorables en las que se encuentra.
Esta Venezuela irreconocible donde, gracias a este desgobierno, se han
acentuado los más retorcidos vicios y perversiones. Esta donde matar,
encarcelar, violar, torturar está reservado para el ciudadano decente que se
atreve a discrepar de las actuaciones del régimen. Esta Venezuela, donde al
empleado público se le obliga a votar por el partido del gobierno so amenaza de
ser despedido.
Mi país, nuestro país, el que coquetea con la violencia y se
acostumbra a ver cadáveres regados por las calles. Donde la ley la imponen
hampones, los colectivos, los pranes y delincuentes a quienes no se les puede
reprimir porque tú gobierno, ese que te eligió como Fiscal General, inventó un
esperpento llamado Zonas de Paz. No, Luisa Ortega, tu país, no es el mismo que
el mío y ni el de muchos venezolanos que vimos con estupefacción tu desfachatez
ante la ONU. ¿Acaso no te da vergüenza mentir? Por allí dice el sabio refranero
popular que “más rápido cae un mentiroso que un cojo”. Y tus datos, tus cifras,
tu verdad y la de tu régimen, son insostenibles.
Esta perdición de las instituciones no es nueva ni
reciente; pero, sí es evidente que, en los 16 años que llevan ustedes manejando
el Estado a su antojo, el malandraje institucional se ha impuesto, haciendo que
todo hieda a putrefacción y prostitución. Por más que me afané en buscar alguna
actuación tuya que no estuviera apegada a la voluntad de Maduro –o de Chávez-,
o a la del PSUV, no la encontré. Con lo que sí me topé, una y otra vez, fueron
las evidencias de la descomposición, la falta de ética, moral, decencia y
valores, como requisitos indispensables para ostentar altos cargos públicos.
Por eso, es más que lógico y justificado que el Estado Venezolano quede
aplazado ante un jurado de expertos como el que te interrogó en la ONU. Las
verdades del gobierno se desmontan solitas. Una vueltica rápida de los
funcionarios de la ONU por las morgues del país, por la Cota 905, por las
cárceles y todo quedará aclarado.
Por esto te saliste de tus casillas y perdiste la
compostura: porque pensaste que a esos señores tan serios de la ONU podrías
tratarlos como tratas a tus subordinados. Con la soberbia, arrogancia, sarcasmo
e ira que, imagino, les enseñan en los cursos de inducción que, quizá, les dan
a los altos funcionarios públicos antes de asumir sus cargos. Porque, a pesar
de que garantizaste que responderías todas las preguntas, no llevaste
suficientes testimonios falsos como para refutar cada una de las denuncias que
te presentaron. Es más, tuviste el atrevimiento de mandar a cerrar la boca a
uno de los miembros del comité. No una vez, sino dos veces. Con ese
comportamiento, remedaste mucho el estilo del presidente de la Asamblea
Nacional. Supongo que olvidaste por un momento que estabas en Suiza, ante expertos
de las Naciones Unidas, gente seria que sabe conducirse con respeto,
profesionalismo y apego a las pautas que dictan las normas de la institución.
Entiendo que no debe haber sido fácil para ti el bombardeo de preguntas, y no
disponer de tantas mentiras para sustentar las actuaciones de tu régimen. Por
eso tu respuesta tan irrespetuosa y grosera, por eso los mandaste a cerrar la
boca; así como has querido acallar a cada uno de los valientes venezolanos que
se han atrevido a protestar contra este desgobierno.
Pretendiste desmentir las cifras del Observatorio
Venezolano de la Violencia que calculó una tasa de 82 muertes violentas por
cada 100 mil ciudadanos en 2014. Dijiste que la tasa no era esa: la situaste en
62 por cada 100 mil venezolanos. ¿De verdad crees que ese número es más
alentador? ¿En serio, pensaste que con esa cifra abandonaríamos los primeros
lugares que ocupamos en el ranking de la violencia mundial? Aseguraste que
Leopoldo y Ceballos reciben en sus recintos penitenciarios tratos como el que
podrían estar disfrutando en un Spa. Hablaste de las cárceles venezolanas como
lugares idílicos donde se desconoce lo que es hacinamiento, armas y drogas.
Pero tu momento crucial fue cuando dijiste que tenías una carta firmada por la
jueza Afiuni, en la que aseguraba que jamás había sido víctima de violaciones,
tratos crueles e inhumanos. ¡Por Dios, Luisa Ortega! ¡Te excediste! Ante todo,
antes que Fiscal General, eres mujer. Era tu oportunidad de demostrar dignidad.
Ay Luisa Ortega, quién te viera en Suiza. Seguro, pasando
el sinsabor de tu vergonzosa intervención ante la ONU haciendo “shopping” en
las tiendas de Ginebra, como en su momento te vieron hacerlas en las de Nueva
York. Porque, parece, que eso sí sabes hacerlo bien. Y mientras tu paseas y compras
con los dólares que necesitan las industrias de nuestro país; mujeres como
Araminta González, o Inesita o los muchos presos políticos -a quienes sin
compasión se les violan sus Derechos Humanos- quedan en el olvido por el efecto
soporífero y alucinógeno que provocan tus abyectas mentiras.
José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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