La
farsa montada por el régimen el día cuatro para ascender a oficiales de la
Fuerza Armada desde el panteón, más un reciente artículo de Noel Álvarez que
trata el tema, me obligan a terciar en el asunto.
Antes, una digresión gramatical: casi todos
los diarios del día cinco titularon explicando que se había ascendido a
“efectivos” de las FAN, creyendo que ese sustantivo es un sinónimo de
“oficiales” o de “tropa”. Nada más
incorrecto. Ese término, en singular,
significa: “número de individuos que conforman una unidad militar”; en plural,
que es como uno lee más frecuentemente, quiere significar: “la totalidad de las
fuerzas militares (personas, armamentos y material de guerra) que, bajo un solo
mando, acometen una misión”. Todos, pero
especialmente los jefes de redacción, debemos tomar nota y reemplazar la
palabreja por algo que en verdad describa al individuo o los individuos a ser
referidos: “oficiales”, “uniformados”, “personal militar”, etc.
Aclarado
lo anterior, entremos en materia. En
cualquier fuerza armada seria no se verá el triste espectáculo de 145 oficiales
recibiendo su segundo sol en un mismo día.
Eso no es serio. Pero el
ilegítimo tampoco es el culpable en este caso: se encuentra ante un hecho
cumplido. Es que, en una de las
numerosas pachotadas que cometió Boves II antes de su muerte, decidió que “el
ascenso es un derecho” y así lo mandó a poner en la ley respectiva. Desde la antigüedad y hasta el día de hoy, en
todos los estamentos armados del mundo, se ha entendido que el ascenso es un premio
al mérito. Que es como debe entenderse
por el bien de las instituciones armadas: eso desata la competencia entre los
candidatos a ser promovidos; es, para ponerlo en palabras de Darwin, “la
sobrevivencia de los más aptos”. No
todos los graduados en una promoción pueden llegar al tope. Eso es aberrante porque va contra la lógica y
la justicia. Menos aquí porque el
difunto que nunca se iba a morir decidió que “meritocracia” era mala palabra e
hizo lo indecible para acabar con la gente destacada en la Fuerza Armada, en
Pdvsa y en la administración civil. Que
las había, por montones, pero él se dedicó a reemplazar a quienes tenían
currículos por quienes tenían (tienen) prontuarios.
Es
comprensible —pero no aceptable— esa manera de proceder en un individuo tan
enamorado de sí mismo y tan henchido de megalomanía —del griego μεγαλο,
grande, y μανία, locura— como el pitecántropo barinés. Nadie podía siquiera asomar la cabeza,
destacándose, porque la cuchilla lo segaba.
Por eso hay oficiales, administradores, economistas e ingenieros
petroleros regados por todo el mundo, en el exilio —forzado o voluntario, no
importa—, haciendo más ricas a otras repúblicas; los que se quedaron, están
oxidándose en sus casas, sin empleo, sin poder contribuir por el progreso de la
nación; en ergástulas del régimen tipo Ramo Verde o el Helicoide; o, peor aún,
en las tumbas regadas por todo el país.
Invito
a los lectores (que los tengo en la oposición y dentro del régimen) a que se
metan en Google, o mejor aún en “Jane’s”, —la casa inglesa especializada en
publicaciones referidas al potencial armado de los diferentes países del mundo—
e investiguen un rato. Verán con
sorpresa que Venezuela tiene más generales y almirantes que la suma de los que
tienen las fuerzas armadas de España, Francia, Alemania e Inglaterra
juntas. O, para usar uno de los ejemplos
puestos por Noel Álvarez, tenemos más
del doble de los oficiales de insignia de ¡los Estados Unidos! Por eso, vemos hoy a generales que ocupan
puestos que hasta hace pocos eran ocupados por tenientes coroneles. Y lo hacen sin sonrojarse en lo más
mínimo. En los ascensos más recientes,
fueron promovidos a vicealmirantes 34 contralmirantes. Montan a uno en cada nave de guerra —desde
patrullerita hasta fragata— que sea capaz de ser desatracada y navegar, y más
de la mitad de esos soleados deberá quedarse en el muelle. Por contraste, recordemos que en la US Navy,
los portaviones atómicos —en propulsión
y en armamento— son comandados por capitanes de navío. Y cada uno de ellos lleva más aviones que
todos los que tiene la Aviación criolla.
Por lo que, continuando con el ejemplo, si montamos a uno de los 26
ascendidos a generales de división de ese componente, más de la mitad tendrá
que quedarse en los hangares de la base aérea.
Esa
deformación no puede seguir porque entorpece el empleo de la Fuerza Armada en
el caso de ser necesario su despliegue, y porque no es económicamente
sostenible. Hasta ahora, el excedente de
soleados ha sido enviado a cebarse ¡y mire que han engordado! En cargos de la
administración civil. Pero eso tiene que
terminar. Y terminará, con el favor de
Dios. Al gobierno que llegue a poner nuevamente
el país en rumbo hacia el progreso, además de un país quebrado se va a
encontrar con un estamento militar macrocefálico, menos capacitado, menos
profesional y menos institucional que el anterior. Tendrá que estimular la salida anticipada de
muchos mandos militares y de enjuiciar y poner presos a otros cuantos. Pero eso requiere de formidable voluntad
política y de fuerte y verdadero amor a la patria…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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