"…el bien
público constituye el argumento central del intervencionismo estatal, ya que en
esta línea argumental, el gobierno produciría la cantidad óptima del bien en
cuestión que sería financiado por todos a través de impuestos con lo cual se
internalizaría la externalidad y no habría free-riders ni costos ni beneficios
externos sin internalizar. Tal vez el resumen más claro de esta posición esté
expresado por Marcun Olson quien sostiene que “Un estado es, ante todo, una
organización que provee de bienes públicos a sus miembros, los ciudadanos”.[1]
Lo primero que
aparece como necesario aclarar es que, comúnmente se entiende que "bien
público" y "bien estatal" son términos sinónimos, lo cual no es
técnicamente correcto, aunque seamos conscientes que la mayoría de la gente los
utiliza indistintamente en ese sentido (como sinónimos). Algo similar sucede
con otras expresiones análogas como la tan difundida "educación
pública". Al respecto, ya hemos aclarado en otras oportunidades, que no
necesariamente lo "publico" se opone a lo "privado", y que
todo lo que termina siendo estatal es porque comenzó siendo privado. En efecto,
no existe bien ni servicios alguno que sea provisto por el estado-nación sin
que antes hubiera sido expoliado al sector privado de la economía o
-alternativamente o simultáneamente- no haya sido financiado con dinero
proveniente de los particulares asimismo extraído vía impuestos o -en su caso-
mediante las diferentes y múltiples maneras en que los gobiernos se las han
ingeniado para detraer bienes, dinero o servicios del ámbito privado y transferirlos
al sector estatal (mal llamado –por idénticas razones a las dadas antes-
"publico").
"Las
externalidades positivas y negativas se internalizarán o no en el proceso de
mercado según sean los gustos y las preferencias del momento y, en su caso,
según los costos involucrados pero en modo alguno pueden considerarse “fallas
de mercado”. Sin embargo, el intervencionismo gubernamental constituye una
falla (o una tragedia para utilizar la expresión de Garret Hardin) al recurrir
a la fuerza para internalizar aquello que, tomados todos los elementos
disponibles en cuenta, se considera no internalizable al tiempo que se
distorsionan los precios relativos con lo que, según el grado de intervención,
se obstaculiza o imposibilita la asignación eficiente de recursos."[2]
"La tragedia de los
comunes" de Hardin, aludida en el texto, viene a decir que lo que es de
todos es de nadie. De esta suerte, la internalización compulsiva de
externalidades implica violar no sólo las preferencias individuales, sino los
derechos de propiedad de todos los obligados, ya que todos pagamos impuestos
incluyendo aquellos que lo hacen exclusivamente como contribuyentes de hecho y
aunque no lo fueran de derecho. Por otra parte, dada la subjetividad implicada
en las valoraciones individuales, lo que para unos puede ser una externalidad
puede no serla para otros, de manera tal que para estos últimos no habrá
absolutamente nada que internalizar. Lo mismo cabe decir en cuanto a la
calificación de determinada externalidad como positiva o negativa, también
variará de persona a persona, e incluso podrá darse el caso de que esa
modificación sea de momento a momento. Lo que sí es cierto absolutamente en
todos los casos, es que la internalización operada por vía de la coacción
estatal implica maniobrar en contra de los deseos de la gente y, por lo tanto,
la violación de los derechos de esta última.
Las supuestas
"fallas del mercado" aludidas más arriba se deben -en buena medida-
al hecho de que por "mercado" se ha entendido (y se sigue entendiendo
por muchos) el modelo de "competencia perfecta":
"En este
sentido, es de interés destacar que no pocos economistas, directa o
indirectamente, han asimilado los modelos de competencia perfecta al mundo
real, y cuando descubren que aquel modelo no tiene relación alguna con aquello
que toman como un ideal incurren en un salto lógico al concluir que se hace
necesario el intervencionismo estatal para corregir las deficiencias de la
realidad. Ilustra este punto la autobiografía de Raúl Prebisch"[3]
Los intervencionistas
-en otras palabras- pretenden que la realidad se ajuste al modelo, y por este
motivo es que sostienen que la única manera de lograr este "objetivo"
es a través de la intervención estatal. Pero hasta la persona menos inteligente
podrá darse cuenta que, por mucho que el gobierno intervenga en la realidad
para encajarla dentro del "modelo", la realidad seguirá siendo lo que
es: la realidad. Y en esta realidad, no hay tal cosa como "competencia
perfecta", sino que lo que existe es lisa y llanamente competencia, la que
sólo podrá adoptar dos formas posibles: libre o intervenida estatalmente. Si es
libre, dicha competencia se dará en forma espontánea entre la gente. Si es
intervenida, será dirigida y restringida por el gobierno. La diferencia es tan
crucial como acordar en dejar en libertad a la gente para que tome sus propias
decisiones en cuanto a qué comprar, dónde invertir, ahorrar, etc. (o hacer todo
lo contrario) o que sea el gobierno quien tome esas decisiones por cada una de
esas personas. Dicho de otro modo, es una elección que pasa por optar por la
libertad o por la tiranía.
"Podemos
hacer conjeturas respecto de nuestras acciones en el futuro pero, dada las
circunstancias cambiantes, sólo conoceré la información de mí mismo una vez que
he actuado....En este sentido es que Hayek sostiene que el intervencionismo
estatal es básicamente un problema de presunción del conocimiento"[4]
Esto implica lo
que el mismo F. A. v. Hayek ha llamado La fatal arrogancia dando título a su
último gran libro. El intervencionista -y por extensión el socialista, que no
es sino un intervencionista de más amplio alcance- presupone
"conocer" todos los detalles de la vida de todos y cada uno de
nosotros. Y en esa jactancia del conocimiento de qué es lo mejor para otros, se
cree totalmente autorizado para intervenir, dirigir, corregir, prohibir,
permitir lo que al intervencionista le parece lo más adecuado para los demás.
[1] Alberto Benegas Lynch (h) "Bienes públicos,
externalidades y los free-riders: el argumento reconsiderado". Disertación
del autor ante la Academia Nacional de Ciencias. Noviembre 28 de 1997. Pág. 3
[2] Alberto Benegas Lynch (h) "Bienes públicos,
externalidades.... "óp. cit, pág. 13
[3] Alberto Benegas Lynch (h), "A propósito del
conocimiento y la competencia: punto de partida de algunas consideraciones
hayekianas". Disertación del autor en la Academia Nacional de Ciencias
Económicas el 18 de junio de 2002, pág. 4
[4] Alberto Benegas Lynch (h) "A propósito del
conocimiento... "óp. Cit....pág. 7
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
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