Usualmente el término revolución se ha asociado a grandes cambios de
algún tipo que conllevan un cambio social. Por ejemplo la revolución industrial
con sus altos volúmenes de producción puso al alcance de muchos lo que hasta
entonces eran solo asuntos palaciegos. Ropa de bonitos colores, platos y
cubiertos, perfumes, alfombras, muebles y millones de otras cosas que a precios
bajos abandonaron la realeza y cambiaron el mundo para siempre.
Pero el solo uso de la palabra no garantiza su éxito. La revolución
comunista que se trata de instalar en Venezuela es, por decir lo menos, la
burrada más ineficiente que hemos conocido cuyos logros campean desde la mayor
inflación del planeta y el mayor número de asesinatos hasta las menudencias de
que Chávez animó a los Guyaneses a utilizar el Esequibo y su sucesor descubre,
con horror, que los vecinos si que le hicieron caso.
Apartando por un momento nuestras miserias, se ha venido desarrollando
una revolución inmensa que abarca toda
la tierra basada en la tecnología de comunicación y procesamiento de
información que explica el paulatino cambio social que ya es evidente. Hasta
los mayores hemos tenido que apurar el paso para aprender lo esencial del
manejo de un teléfono celular y algo de computación como el correo electrónico,
archivos y buscadores.
Los jóvenes sin embargo han nacido en ese mundo que promueve, sin
decirlo, nuevas visiones, nuevos valores, nuevas formas de vivir.
Por ejemplo, los viejos conceptos de territorios limitados chocan cada
día más con las nuevas ideas de territorios sin fronteras. Hablar vía Skipe con
el amigo en Tailandia o la amiga de Rumania hace que todos estos países
adquieran una nueva dimensión de cercanía.
Aquellas noticias escritas en puño y letra que viajaban al
capricho del viento preñando las velas del barco, viajan ahora casi al instante
y en varias versiones y opiniones. La erupción de un volcán en Chile o el
conflicto en Ucrania se vuelven noticias tan cercanas como si fueran de nuestra
vecindad.
Pero tal vez lo más importante de esta revolución es su capacidad de
enfrentar la inmensidad numérica de habitantes, su enorme extensión geográfica
y sus graves problemas cuidando y conservando, al mismo tiempo, la importancia
del individuo. Cada individuo como único y además poderoso como nunca.
Mala cosa para los comunistas que privilegian al colectivo sobre el
individuo. Quizás sea eso lo que terminará de destruirlo.
Así que la arenga de “no tenemos papel tualé pero tenemos Patria” suena
a tan pasado de moda como un Ford T. Los jóvenes ya no comen ese tipo de
pendejadas porque cada uno es ahora un individuo libre pensador y un gobierno
mentira fresca es incapaz de engañarlos.
Las próximas elecciones serán el triunfo de los individuos. No es la
indefinida idea comunista de “el pueblo” la que vencerá. Vencerá cada
venezolano como individuo irrepetible
Eugenio
Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67
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