Me comentaba una
chavista acomplejada (perdonando la redundancia), que en Venezuela, jamás el
pobre había recibido tanto dinero. Y es cierto. Lo que no comprende mi
ignorante amiga es que la gente tiene más plata inorgánica que gastar porque el
populismo embrutecedor ha repartido más dinero que el que le entra con fines
eminentemente compra votos.
¿Y no es bueno
que el pueblo tenga más dinero? La respuesta es no de esa manera, porque ese
dinero regalado lo que hace es aumentar, tanto el consumo como la inflación,
que este año alcanzará tres cifras, y como no hay un incremento proporcional de
la producción, aparece el desabastecimiento que sufrimos hoy (llamado Guerra
Económica) y que el incapaz Gobierno trata de suplir con las importaciones. Es
evidente que cada día es mayor la cantidad de billetes que hay que tener en la
cartera para afrontar los gastos del día.
Por otra parte,
desde hace tiempo ha quedado demostrado que lo regalado, pervierte y predispone
a la indiferencia ocupacional. Es por esos que cientos de domésticas,
trabajadores informales y formales, han dejado sus trabajos productivos y
seguros, para inscribirse en varias “misiones”. Otros se dedican a cuidar
terrenos que serán invadidos, a formar cooperativas vividoras y a explotar
otros planes temporales de la “revolución”.
Me decía un
obrero guayúu de la construcción, un albañil de primera, que iba a dejar su
trabajo porque como bachaquero (el oficio más rentable de Venezuela) producía
más dinero con menor esfuerzo. Comentaba, que los productos regulados los
revendían al triple en las cercanías, pero por el lejano arrabal donde él
vivía, se ofrecían aún mucho más caros. Con cada 400 bolívares en productos
subsidiados, obtenía 5.600 bolívares al momento de revenderlos. Siempre lo he
dicho. Peor que la explotación del rico por el pobre, es la explotación del
pobre por el pobre.
Los hábitos e
incentivos de trabajo son difíciles de retomar una vez que se pierden. La clase
pobre carece de las motivaciones necesarias (no del dinero) para romper lo que
se conoce como el círculo vicioso de la pobreza. El rancho está en la cabeza
más que en el bolsillo. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
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