Esta parece ser una ocasión propicia para plasmar, por
escrito, la lista de las razones por las que, en Venezuela Futura, no nos
consideramos liberales, sino más bien libertarios. Y la verdad es que tampoco
nos importan las etiquetas externas que pretenden encasillar lo indómito del
pensamiento, pero, en aras de contribuir a la claridad del lenguaje (algo bien
difícil), aquí vamos:
1) El liberalismo es una ideología política. Todos los
ismos de los siglos XIX y XX implican una cierta forma de religión secular, que
puede haber surgido como un cuerpo de ideas dinámico y complejo, pero que, tras
haber sido utilizado por el poder, se convirtió en un sistema de creencias,
valores y recetas estático, petrificado, simplista y dogmático; rentable para
la dominación de masas y escasamente contestatario (a pesar de todas las
reformulaciones y renovaciones realizadas en los últimos tiempos). Nosotros no
comulgamos con las ideologías políticas, ¡que son cadáveres del (no)
pensamiento! Al contrario, buscamos superarlas, trascenderlas…
2) El liberalismo tardío devino en una corriente
economicista. Carl Schmitt siempre se quejó de que los liberales habían
convertido la Política en negocio; la razón de esto era que habían suavizado,
al extremo, el principio de la decisión política fundamental: «amigo –
enemigo», convirtiendo en mercado la arena del conflicto político. Ahora bien,
una verdadera corriente de pensamiento enmarcada en la Libertad, entiende que
la misma está muy por encima de lanecesidad y trasciende con creces el ámbito
de la satisfacción material del hombre; por ende, la discusión va bastante más
allá de la teoría económica. Habiendo dicho esto, se pueden deducir todas las
implicaciones que acarrea una visión integral de la esencia del hombre
occidental.
3) El liberalismo, al igual que el socialismo, es una
ideología política burguesa. La verdadera Libertad es aristocrática, porque es
egoísta, no igualitarista, ni colectivista, ni altruista; implica la búsqueda
de la excelencia (gracias a su indestructible vínculo con la dignidad y el
honor) y, en especial, está signada por la conquista diaria a través de la
lucha y de la expansión de la voluntad de poder del hombre. Los valores de los
períodos aburguesados de la historia llevan la marca de la pasividad, de las
instituciones igualitaristas, de la mediocridad, de la búsqueda exclusiva de la
comodidad material, de la moral del rebaño, del ridículo optimismo progresista,
de una cultura que tiende a racionalizar el mundo en forma excesiva… en
síntesis, las épocas burguesas están imbuidas de los decadentes valores del
mercado – que son compartidos por la Izquierda en su totalidad.
4) El liberalismo está basado en la moral judeocristiana.
Tras la influencia de la deontología kantiana, muchos liberales basaron sus
premisas éticas en tales doctrinas idealistas. Kant, cuyo pensamiento tiene
varias aseveraciones rescatables, estuvo demasiado influido por la filosofía
canónica que proviene principalmente de Platón – ese cristiano avant la lettre.
El cristianismo es una suerte de «platonismo para la chusma» (palabras de
Nietzsche), y la verdad es que la doctrina ética de Kant es, en muchos
aspectos, una racionalización secular de la moral judeocristiana. -El hombre
que conquista diariamente su Libertad está, también, cada vez más alejado de la
moral ovejuna de los sacerdotes.
5) El liberalismo (indistintamente clásico o tardío) es
racionalista. Este punto está cercanamente emparentado con todos los anteriores
[a buen entendedor pocas palabras bastan]. Como hijo de la Modernidad y la
Ilustración, el liberalismo nada en las aguas de una corriente que endiosa a la
Razón y la coloca dogmáticamente en el epicentro de la vida del hombre: como
herramienta predilecta en la búsqueda de la supuesta Verdad y en el dominio de
la naturaleza, para procurar el progreso y la felicidad humanos. En este
sentido, también el liberalismo es hijo de Sócrates, Platón y Aristóteles; pero
a su vez de Descartes, Kant y tantos otros sacerdotes de Apolo, que convierten
al Homo Rationalis en el único modelo a seguir. Nosotros no pretendemos
promover lo que algunos llaman “irracionalismo”, ni mucho menos convertir la
discusión en un asunto dicotómico, pero sí defendemos el ethos clásico del
Occidente antiguo, precristiano y presocrático. Sostenemos una concepción de la
existencia que consiste en el equilibrio de las fuerzas tanto dionisíacas como
apolíneas del ser; y es que la verdadera Libertad es grecorromana (en la
comprensión cultural de la areté y de la cosmovisión trágica de los nobles, de
la Élite guerrera).
Nada de esto quiere decir que la ideología política del
liberalismo esté exenta de elementos rescatables para la causa de la Libertad
(su origen antimonárquico, su confianza en el potencial intrínseco del hombre
para la autosuperación, su saludable individualismo, su llamado a la
responsabilidad y madurez individuales, su apreciación de la espontaneidad, su
eterna desconfianza del Estado, entre otros). Aquí lo que se quiere enfatizar
es que la etiqueta de liberales una camisa demasiado pequeña y rígida, que no
le sirve al corpus de esa nueva filosofía política libertaria que estamos
creando en estas latitudes. La etiqueta de libertario, aunque comúnmente
asignada a la variedad de las corrientes de pensamiento ácratas, se adecúa
mucho más a la naturaleza amplia y general de este esfuerzo por hacer renacer,
de sus cenizas, a Venezuela y a la civilización occidental, sobre la base del
valor de Libertad.
David Guenni
@DavidGuenni de @VFutura
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