Sin muchas vueltas que dar, concluimos en que
este gobierno estafa a la nación. Es
mucho el dinero que se invierte -sin
justificación- en funcionarios. ¿Cuántas horas pierde el presidente
olfateando los pasos de los líderes
de la unidad democrática? Ahí se comprueba la ineficiencia de este
caballero; el por qué impactan los problemas en el deterioro de vida del venezolano. Lo que se conoce por proyectos y tareas a
cumplir son las expectativas del discurso donde sale a relucir la danza de los
millones que se quedarán en los bolsillos o en bancos extranjeros; porque para hablar de obras, la de mayor
significación ha sido la destrucción de la Venezuela productiva, en los 16 años
que llevan de gobierno.
Cómo se dejaron ver la costura en las
elecciones primarias de la oposición, se dedicaron a la
descalificación y al fracaso adelantado; la preocupación estaba centrada en resultados
negativos, que se revirtieron en amarga
frustración. Fueron unas elecciones internas
y de cara al pueblo; arrojaron un total
cercano a los 600.000 votos, realizándose en solo 12 estados. Más que una señal dirigida al gobierno,
constituyó el signo de su derrota. Mucho
hablaron de la guerra diabólica desatada en la MUD, pero nunca dijeron que pocas
veces se había desarrollado en el país un evento de esta naturaleza con tanta
claridad y armonía.
Antes que arrogarnos un triunfalismo frente a
un régimen que ya no se mantiene de pie, nos toca reflexionar sobre el
beneficio que pudiese favorecer al adversario dejándonos arrastrar por intrigas
sobre desencuentros en la MUD, propios
en una diversidad de pensamientos donde cada quien, con libertad plena, opina
sobre el destino de Venezuela. El
enemigo es el otro, ese que se aferra a toda clase de pillajes para no dejar el
poder.
La
masiva marcha nacional del 28 de mayo es la más clara demostración de que el
pueblo sí está dispuesto a recuperar la democracia contra todos los
procedimientos perversos de esta dictadura.
No hubo coordinación ni planificaciones previas; solo fue un llamado de Leopoldo López, desde un calabozo, que
tuvo oídos en una población abrumada;
fue un sentimiento espontaneo del venezolano
ante la impotencia de ser gobernado por
un modelo político de arbitrariedades, sostenido con la participación cómplice de quienes tienen la obligación de
velar por la patria e impedir que se
pisoteen las leyes.
Luis
Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
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