Esta
paradoja fundamental e inquietante, ha inspirado a través del tiempo los
grandes movimientos y conflictos de la humanidad. Sin embargo a pesar de la
opinión y del pensamiento de muchos, la
realidad nos ha demostrado que no se puede ser libre e igual totalmente. ¿Por
qué?
Porque
si hubiera una igualdad total entre todos los hombres, la desigualdad fuera monstruosa.
Y esto simplemente porque no todos los hombres somos igualmente fuertes,
igualmente inteligentes, ni aptos para muchas de las cosas de la vida en
comunidad.
Estas
desigualdades establecen de inmediato y sin ninguna libertad, la desigualdad
más terrible. Es decir los débiles, los menos inteligentes, los menos aptos,
quedarían utilizados y explotados por los más fuertes y capaces para hacer las
cosas, es allí en ese momento donde desaparece la igualdad.
Así
mismo, al querer implantar un régimen absoluto de igualdad en todos los
sentidos, tendríamos que frenar el instinto agresivo, posesivo y ambicioso del
hombre (Reyes, caudillos, dictadores) y esto porque el hombre por su naturaleza
esencial, tiende a dominar al resto. Y tal conducta, aunque nos sorprenda, ha
sido a través de los siglos su fuerza
histórica, para bien o para mal.
Para
poder alcanzar esa igualdad absoluta entre los hombres, se requiere entonces la
implantación de una dictadura feroz, que no deje el menor resquicio de
libertad, porque al haber un pequeño espacio de libertad, resurge entonces de
nuevo la desigualdad.
Entonces,
la igualdad y la libertad son contradictorias, ¿cómo es esto? La historia está
llena de casos en la que las grandes revoluciones que han surgido tomando como bandera
a la igualdad absoluta, han degenerado en férreas dictaduras cuya
característica principal ha sido, ser las más grandes negadoras de la libertad.
La revolución francesa, fue el primer ejemplo práctico en la historia. Algunas
de ellas todavía sobreviven en la actualidad.
Los
hombres estamos condenados a encontrar un equilibrio social, es decir: del
máximo posible de igualdad con el máximo posible de libertad. Nunca podrán
existir la libertad e igualdad absolutas al mismo tiempo, ya que se autodestruyen
una a la otra. La igualdad civil es todo lo que puede exigir el hombre
razonable.
Las
sociedades democráticas occidentales son las únicas que a través del tiempo se
han planteado una lucha para que se pueda lograr, el que preservando un grado
de libertad necesario, se mantenga un grado de igualdad razonable. Esto, con
base a las leyes en un marco constitucional verdaderamente Democrático.
Cesar
Guillen Citterio
cesarguillencittrerio@gmail.com
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