Cuando nacimos ya
existía el Estado, un ente omnipresente y poderoso que no solo se ocupaba de
mantener en buenas condiciones las calles y avenidas, en recoger la basura, en
pagarle a los policías, sos
El Estado se
inmiscuye en gran parte de nuestra vidas, nos proporciona los documentos para
una identidad, registra nuestras transacciones, titula nuestra propiedad,
regulariza nuestras relaciones sociales, administra la justicia, hace las
leyes, nos da trabajo, imprime el dinero, nos cobra los impuestos, nos permite
viajar o no, nos quita la libertad, nos inhabilita de nuestros derechos y hasta
nos puede declarar incapaces y dementes.
El Estado es manejado
por unas personas que se llaman funcionarios públicos, los cuales algunos son
elegidos por medio de nuestro voto, otros nombrados por los que ganan las
elecciones, pero al final, justifican su existencia bajo el argumento de que
están allí, en sus cargos, manejando el poder de la coerción y las leyes, para
nuestro bienestar, para servirnos.
Desde que nuestros
ojos vieron la luz, el Estado ha estado allí, funcionando de acuerdo a unas
normas que lo regulan y condiciona su relación con nosotros los ciudadanos, esas
normas están contenidas en una especie de pacto social que se llama
Constitución, la Carta Magna, y
supuestamente era la forma que habíamos escogidos todos los ciudadanos, de cómo
iba a funcionar nuestra sociedad convertido en nación. Para acceder al Estado y
ejercer ese gran poder sobre el resto de los ciudadanos, había que competir en
unas elecciones que el mismo Estado organizaba, quienes quería ocupar esos
cargos públicos debían, entre otras fórmulas, constituirse en partidos
políticos, unas organizaciones cuyo fin fundamental es ganar elecciones y
hacerse con el poder, supuestamente se tratan de hombres y mujeres con una
supuesta vocación de servicio público, preparados para ejercer los cargos para
los que compiten, que están dispuestos a cumplir con la constitución y hacerla
respetar, cuyo máximo interés es el bien común.
Nuestra carta magna
dice que el Estado es democrático, pluralista y que su acción se desenvuelve en
un marco de libertades, entre las que destacaba la libertad de opinión e
información, el respeto por la propiedad privada, el libre desenvolvimiento del
individuo en cuanto a escoger la educación para nuestros hijos, la actividad de
industria o comercio en la que trabajaríamos y libertad para nuestras creencias
y prácticas religiosas.
Por supuesto, no todo
se cumple idealmente, por un lado se encuentra los textos de la ley y por otro
marcha la realidad del país, y con la revolución del socialismo del siglo XXI
la brecha entre ambos mundos ya ni se tocan, cada uno anda por su lado, se cometen
injusticias, se profundizan las grandes diferencias sociales, se abusaba del
poder, la corrupción y la impunidad florecieron, se hacen trampas en los
procesos electorales, y el Estado, al ser dueño de la principal riqueza del
país fue concentrando poder y abarcando cada vez más dominio e injerencia sobre
la vida de los ciudadanos.
Muy pocos se
cuestionaron la naturaleza y el porqué del Estado, mientras permitiera que los
venezolanos tuvieran sus propias vidas, no tuvieron problemas con el Estado, lo
veíamos como un mal necesario y siempre teníamos la esperanza de que un próximo
gobierno pudiera hacerlo mejor que el actual.
Pero entonces los
“revolucionarios”, bajo el supuesto de que la mayoría de los venezolanos
queríamos un cambio, se embarcaron en la tarea de transformarnos literalmente
la vida.
Empezaron por
reescribir la constitución por medio de una constituyente, haciéndola mas
“social” que individualista, haciendo privar los intereses colectivos por
encima de los particulares, dándole mucho más poder a un funcionario público,
el Presidente, del que la prudencia aconsejaba, para conducir la vida del país.
No contentos con
esto, se dedicaron con ahínco a que el Estado se convirtiera en un ente
interventor en espacios que antes estaban fuera de su jurisdicción, regularon
lo que era nuestro libre derecho de elección, no solo en la actividad
económica, sino en cómo gastábamos nuestros ingresos, controló todos los
precios de los bienes y servicios que podíamos adquirir, implantó un control de
cambios que nos negó al libre acceso a las divisas, nos reguló la manera de
manejar nuestras propiedades, las industrias y comercios, nos exigió nuevos
impuestos y quiso hasta obligarnos a cómo educar nuestros hijos.
Para colmo de males, quieren implantar el socialismo como ideología única, obligándonos a los ciudadanos a contribuir compulsivamente a los fines del Estado y no al revés, de esta manera vimos como un grupo de personas se adueñaba del Estado y lo utilizaba para sus fines, que nada tenía que ver con lo que los ciudadanos querían.
Hicieron del Estado
una organización odiosa, hostil, violenta, ineficiente, ladrona y perversa que
buscaba explotarnos y obligarnos a servirles bajo la excusa de la Justicia
Social y la lucha contra la pobreza.
No contentos con
esto, pretenden que los fondos públicos sean usados para promover sus
intereses, para mantener sus partidos políticos socialistas y únicos, dándole
dinero a un solo grupo social para perpetuar a un hombre en el poder y para que
un grupito se enriquezca con nuestra
aquiescencia.
Esta situación nos ha
hecho repensar el papel del Estado, incluso cuestionarnos si el Estado es
realmente necesario; confrontamos una tiranía disfrazada de democracia, a un
grupo del crimen organizado que ha hecho del Estado su forma de vida.
Ahora tenemos a un
Presidente extranjero que llegó al poder por medio del fraude, que actúa de
manera criminal, violando la Constitución, utilizando la fuerza pública para
lograr sus propósitos personales, enviando a prisión a nuestros líderes
políticos por medio de procesos judiciales ficticios, tenemos un hombre, cuyo
nombre es Nicolás Maduro, un funcionario público de escasísima cultura y
preparación, violento, grosero, traidor a la patria quien es mantenido en el
poder por la colaboración criminal del presidente cubano Raúl Castro y la
complicidad de nuestras fuerzas armadas.
Igualmente contamos
con Gobernadores y Alcaldes socios de la guerrilla, a funcionarios importantes
como el presidente de la Asamblea Nacional
y otros que se ocupan de la seguridad ciudadana incursos en delitos
internacionales, a unos Ministros acusado de exterminios masivos, a magistrados
del tribunal supremo asociados a fraudes electorales.
Todos esos
funcionarios del chavismo que debería estar detrás de las rejas, respondiendo
por sus actos en los tribunales de justicia, son ahora, quienes nos mal
gobiernan, los que están desahuciando al país, arruinándole la vida a todos los
venezolanos.
¿Puede esta situación mantenerse
indefinidamente?... ellos creen que sí, y para ello nos recuerdan a cada
momento que tienen las armas y que las van a usar en nuestra contra si
intentamos detener “su revolución”, se creen los únicos garantes de esta
precaria paz con sangre, y porque tienen intervenido todo el aparato electoral
del país, piensan que en democracia, nada ni nadie podrá tocarlos y seguirán
parasitando del país.
En el campo de la
oposición, la actitud no es muy diferente, nos aseguran y juran que ellos si
son honestos y que harán del Estado un árbitro de la mentada Justicia Social,
pero en el fondo su interés es el mismo, controlar el Estado, nadie habla de
organizarnos de otra manera, de reducir al Leviatán y sacudirnos la tiranía de
la burocracia oficial.
¿Qué fue lo que le
sucedió a nuestro país? ¿Cómo es posible que un estado degenerara en esta
condición de cleptocracia (gobierno de ladrones)?
En mi opinión son dos
los fallos fundamentales, uno conceptual, el modelo de estado que escogimos no
fue el mejor, puede que en papel sea una maravilla y que todo el mundo piense
que basta con que políticos honestos se encarguen de la gestión, para que todo
cambie, lamento informarles que eso no es así, nuestro modelo de estado es
centralista, interventor, presidencialista, socialista, paternalista
(machista), benefactor, militarista, historicista e idiotamente democrático,
porque hay muchas maneras de ser democráticos, a nosotros nos gusta la manera
idiota de ser democráticos, es decir una tumultuosa y popular orgía de
popularidad y derechos hasta para con los enemigos de la democracia, es un
traje a la medida para el caos y la miseria.
El otro factor es el
humano, somos demasiado sentimentales y pasionales para tomar las decisiones
correctas en el momento oportuno, como se dice ahora, no tenemos inteligencia
emocional y la inteligencia formal, la que se basa en conocimiento, disciplina
y racionalidad, está relegada a una ínfima minoría, de la cual unos cuantos
decidieron salir del país, otros tienen miedo de ejercerla y los que sí dicen
algo por defender la civilización, los llamamos “radicales”.
Bajo esta perspectiva
y mientras no nos pongamos de acuerdo en el modelo correcto de estado para
nuestro pueblo, vamos a seguir padeciendo el yugo de los más violentos y
“vivos”. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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