Si usted toma en sus manos un billete (papel
moneda de curso legal) de dos, cinco, diez, veinte cincuenta o cien bolívares,
podrá leer la siguiente leyenda:
“Pagaderos al portador en las oficinas del
banco”.
Esta simple frase nos señala dos aspectos vitales de la política monetaria y cambiaria de un país: la primera es que el dinero en circulación está respaldada, ya sea por oro o por divisas (especialmente el dólar estadounidense) y segundo, que el bolívar puede ser libremente convertido a dólares, con la única condición de que se tengan los bolívares correspondientes según el tipo de cambio vigente.
En los últimos años en Venezuela, las
políticas monetaria y cambiaria aplicadas han socavando estos principios, La
moneda nacional ha perdido su respaldo y ya no goza de libre convertibilidad.
La continua emisión de dinero inorgánico
causado por el financiamiento del déficit fiscal por parte del Banco Central de
Venezuela (BCV) ha permitido que por
ejemplo, el saldo del dinero en
circulación (M1) al cierre de enero de 2015, sea de 2.003.771.892.097 miles de
Bs, el cual, con unas reservas internacionales (RI) de 22.538 millones de US$,
al cierre del mismo período, llevan al tipo de cambio implícito (TCI) a 88.91
Bs./US$m (TCI = M/RI), tipo de cambio muy superior a las tasas de cambio
preferenciales de 6,30 y 12, mayormente utilizados en las transacciones
comerciales. Como se puede observar esta gran brecha es tentación para la
especulación y solo puede ser reducida mediante un control de la cantidad
de dinero en circulación y/o una
devaluación.
Al ser el TCI mayor al real, nos indica que gran parte del dinero
en circulación no tiene respaldo, es decir, si todo el mundo quisiera dólares,
el tipo de cambio debería ser mayor a 89 Bs/US$, a tasa de cambio menores no
alcanzarían los dólares.
Al no querer devaluar, ya que esto agregaría
una mayor presión inflacionaria, el gobierno tiene que controlar la venta de las divisas, atentando contra la
libre convertibilidad del bolívar, lo cual resulta discriminatorio, ya que no
se pueden adquirir las divisas cuando se requieran, sino cuando nos lo
permitan.
Para poder solventar este problema hay que
atacar la causa principal. El financiamiento del déficit. Punto polémico para
una administración basada en la inversión social. Hay que controlar el gasto
queramos o no.
Hay que ir
al desmontaje progresivo de los controles. Como se ha dicho en
reiteradas ocasiones, esta es una medida coyuntural que ha probado su
incapacidad para soportar una política económica dinámica.
No podemos seguir aplazando el trago amargo de unas medidas que son necesarias, cada día que pasa se profundizan los desequilibrios económicos y cuando por fin nos decidamos a corregirlos, serán tan grandes que el costo será impagable.
Narciso Guaramato Parra
nguaramato@gmail.com
@guaramatoparra
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