Ese
6 de diciembre de 1998 gana Hugo Chávez las elecciones presidenciales. Un sujeto que había intentado
sin éxito, un golpe militar seis años
antes, agarrando la Constitución Nacional y limpiándose con ella los restos que
dejan los excrementos.
En
cada discurso, siempre decía que venía a poner orden en una sociedad desigual,
que atacaría la corrupción y que rescataría la moral del país con la fuerza de
las ideas de Simón Bolívar, Simón
Rodríguez y Ezequiel Zamora.
Luego,
el hombre más poderoso de Venezuela se fue transformando y comenzó a decir que
la oposición no ganaría más las elecciones en este país, y casi dijo que más
nunca entregaría el Poder: si queridos amigos, el hombre se embriagó de Poder,
se volvió como loco y se creía amo y señor de todo. Es decir, no practicó la
democracia, así digan que se midió varias veces y venció en los procesos…pero
lo cierto, es que la exclusión se adueñó de todo, incluyendo la falta de
dialogo e inexistencia de relaciones con los entes productivos y con el resto
de los agentes políticos.
Entonces,
no rendía cuentas, quería todo el poder; controlar las instituciones, disponer
de las riquezas sin control alguno y de
ser un humilde soldado -como él se
autodefinía- pasó a ser un hombre multimillonario de tanto meter la mano en la
cosa pública y después que se murió, pues no pudo llevarse todo lo que se robó,
aunque dejó en la riqueza mal habida a su familia y allegados.
Mi
querida abuelita me dice todos los días que espera la acción de la justicia
divina; que si bien el hombre ayudó a mucha gente, eso no es suficiente bien,
en contraposición a todo lo malo que hizo, afectando vidas y arruinando el
país.
Es
un tema difícil de tratar, les digo, porque estamos hablando a un nivel un
tanto complicado que se presta para muchas interpretaciones, pero hablemos de
efectos concretos en su política de gobierno como son los presos políticos, por
ejemplo, de los exiliados, de los perseguidos, de los expropiados, de todos los
afectados directa e indirectamente por esa dictadura de nuevo tipo.
Todos
saben que en Venezuela hay presos políticos; naturalmente no es igual que en
los años cincuenta en plena dictadura de Pérez Jiménez; ni tampoco es igual que
hace 85 años como fue en la dictadura de Gómez, pero sin lugar a dudas existen
y son humillados, se les rapa la cabeza,
se les viste de amarillo, se les envía a una cárcel común lejos de sus
familiares como sucedió recientemente con Daniel Ceballos ; se les humilla, se
les maltrata, se abusa de sus familiares durante las visitas, se les tortura
física y psicológicamente y todos saben que se les crea expedientes que crecen como la hierba para tratar de
meterlos en prisión, si es posible toda la vida...
Yo
digo apreciados lectores, que vivimos una hora menguada, oscura en Venezuela,
donde la libertad de expresión sufre y es acorralada; los medios del Estado son
manipulados para torcer y ocultar la información y maniatar las libertades;
estamos en manos de un presidente antidemocrático que no pierde oportunidad en
orinarse sobre los derechos humanos y amenaza con carcelazos a cualquier
cristiano con la complacencia de las fuerzas armadas y las demás instituciones
de Poder.
Yo digo, que este presidente le dedica mucho tiempo a echarle leña al fuego en una verborrea agresiva y permanente, todo el tiempo y no le vemos creando las condiciones para desarrollar el país. Los presos políticos ocupan cárceles en estos momentos, son la expresión de la intolerancia y el gobierno amenaza con seguir llevando gente, enemigos, contrarrevolucionarios, pelucones, oligarcas, burgueses, hijitos de papá, apátridas y todo tipo de adjetivos calificativos que la creatividad aguante.
Luis
Alfredo Rapozo
luisalfredorapozo@gmail.com
@luisrapozo
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