“La
religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin
corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del
pueblo”, decía Carlos Marx en su “Contribución a la Crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel”.
Marx estaba equivocado. La historia demostró
que el verdadero opio del pueblo es el populismo. El populismo es el recurso
más perverso que algunos dirigentes, cargados de ignorancia, usan para engañar
a las masas. Si la tesis de Marx es su opinión sobre la religión, la
antítesis es la frase de Bolívar: “Un pueblo
ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”.
Bolívar había comprendido algo que Marx nunca
entendió. Mientras más educación tienen los pueblos menos se dejan engañar por
las palabras huecas de la demagogia.
Marx en cambio necesitaba un pueblo
ignorante, un proletariado para enfrentarlo al capitalismo. Para Marx toda la
historia de la humanidad es una confrontación entre clases sociales. Necesitaba
una contraproposición de intereses materiales incompatibles. Sin proletariado
no podía haber revolución.
Nada ilustra mejor el punto de vista
populista y a la vez marxista que aquella frase de un Ministro de Educación:
“No vamos a sacarlos de la pobreza para que después se transformen en
escuálidos”. Y por supuesto, viene también al caso las palabras de otro
ministro socialista que afirmó: “lo primero es mantenerse en el poder … El piso político nos lo da la gente pobre:
ellos son los que votan por nosotros, por eso el discurso de la defensa de los
pobres. Así que, los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así”
El populismo puede adoptar caminos extremos
de derecha o de izquierda. Por el extremo derecho recurre al ultra nacionalismo
o al racismo. Por el extremo izquierdo se abraza el marxismo. Populistas fueron hombres como Hitler y Mussolini, pero
también lo fueron los marxistas que para imponer su ideología engañaron
brutalmente al pueblo.
Veamos lo que los padres del comunismo
afirmaban ya desde 1847. En diciembre de ese año se reunió en París el II
Congreso de la Liga Comunista. Se analizó un documento denominado Principios
del Comunismo que sirvió de base al Manifiesto del Partido Comunista. Afirmaba:
"se establecerá ante todo un régimen democrático"… "sin embargo,
no puede conducir a otro desenlace que la victoria del proletariado"…
"La supresión de la propiedad privada es la expresión más breve y más
característica de esta transformación de todo el régimen social … "La
democracia sería absolutamente inútil para el proletariado si no la utilizara
inmediatamente como medio para llevar a cabo amplias medidas que atenten
directamente contra la propiedad privada...".
Según Marx, al quitarle a los capitalistas
privados el usufructo de todas las fuerzas productivas, de los medios de
comunicación y del cambio, la economía experimentaría un desarrollo extraordinario:
"Este avance de la industria brindará a la sociedad suficiente cantidad de
productos para satisfacer las necesidades de todos. Del mismo modo, la
agricultura experimentará un nuevo auge
y ofrecerá a disposición de la sociedad una cantidad suficiente de productos.
Así, la sociedad producirá lo bastante para organizar la distribución con
vistas a cubrir las necesidades de todos sus miembros".
¿Tuvo Marx razón?
¡NO! También allí se
equivocó. Para muestra basta un botón. Lejos de un desarrollo extraordinario,
lejos del auge que ofrecía en la industria, la agricultura y la abundancia de
productos, sus ideas están provocando una inmensa crisis en Venezuela.
No
existe ni un solo ejemplo de algún país que habiendo aplicado los preceptos de
Marx haya alcanzado los objetivos por él previstos. Sin excepción los gobierno
de inspiración marxista se transformaron en estados policiales, suprimieron la
libertad de expresión, destrozaron la economía, empobrecieron a su población,
provocaron escasez, racionamiento y violaron sistemáticamente los derechos
humanos.
Alguien podría argumentar el caso de China.
Pues bien, gracias a Deng Xiaoping, la economía china avanza inspirada en un
osado capitalismo y, gracias a Mao, conserva las estructuras policiales del
comunismo. Al primero se le debe el crecimiento económico y al segundo la
violación de los DDHH.
Quizá el ejemplo más insidioso de los logros
del comunismo lo podemos ver en Corea del Norte. Allí, Kim Jong Un -el más
joven de un clan de dictadores comunistas hereditarios- mantiene a su población
en una pobreza aberrante mientras desarrolla armas nucleares y ajusticia a sus
súbditos lazándolos para ser devorados por perros hambrientos o, como acaba de
hacerlo con su Ministro de la Defensa, lo ejecuta utilizando un cañón
antiaéreo.
Hoy, mediante una tosca demagogia y el más
descarado populismo, pretenden dirigir a Venezuela hacia el matadero del
comunismo. La agenda avanza. Ya tenemos la más alta inflación y uno de los
déficit fiscales más elevados del mundo. La escasez y el racionamiento campean
por sus fueron. La inseguridad desatada. La salud y la educación están en
estado crítico. La libertad de expresión está feneciendo y la justicia ya no es
tal, la independencia de los poderes ha desaparecido, la pobreza crece y los
jóvenes cerebros huyen del país.
El populismo y el marxismo son el engaño
elevado a su máxima expresión.
José Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
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