“Fusilo”
inmisericordemente un escrito de Manuel Barreto Hernaiz, sociólogo graduado en
París, profesor universitario, colega columnista, buen amigo y uno de los
botados de Pdvsa por el muerto eterno mediante pitazos en un día bochornoso
para el Estado de derecho y la decencia.
Tanto lo fusilo, que hasta el título sustraigo. Porque aunque describe un caso valenciano
debe ser leído más allá de Carabobo ya que lo sucedido aquí está siendo
replicado en toda Venezuela: me refiero a la degradación de los medios rendidos
ante el régimen.
En
eso de lograr algo tan aberrante como la “hegemonía comunicacional” —ya el
mismo nombre deja ver lo que la libertad de información le importa al régimen—
han apelado a diferentes métodos. No es
solo la maniobra empleada por todos los gobiernos, en todas partes, de negarle
pautas publicitarias a los medios “incómodos” (que también la emplean
profusamente).
Las
nuevas artimañas arrancaron con la toma de RCTV con una triquiñuela baja: le
negaron la renovación de la concesión y se apropiaron de las frecuencias que
empleaba. Pero no les bastó con eso, que
en fin de cuentas, el espectro radioeléctrico es del Estado; lograron que, en
una de las primeras sentencias sesgadas de sus cómplices en el Tribunal de la
Suprema Injusticia, autorizaran al gobierno para que se robara — María Corina
explicó que expropiar sin compensación
es robar— los inmuebles y los equipos de la empresa. Esa misma receta la han seguido empleando
cada vez que se les viene en gana.
Después,
saturaron todas las frecuencias radiales con emisoras “comunitarias”; todas
ellas en manos de ignorantes, no solo del negocio sino de la cultura y los
buenos modales; da grima escuchar a ciertos “locutores”. Y a uno no le queda ni la posibilidad de
preguntarse en qué caja de cereal se encontraron el título, porque ese alimento
desapareció hace mucho tiempo de los anaqueles.
Tales emisoras viven de la teta pública: todos sus anuncios son
propagandas y loas al régimen, al ilegítimo y a esa versión vernácula del
socialismo real que los dos primeros preconizan y aúpan.
Se
puede decir que más del 90 por ciento de las televisoras y radioemisoras son
oficiales o están en manos de afectos al régimen. O de avivados que hacen ver que son rojos
pero que solo halan la brasa para su sardina.
Al régimen le importa poco; mientras saturen las ondas hertzianas con
mensajes que el Agitprop rojo les entrega envasados, y mientras que no haya
frente a los micrófonos gente con algo en la cabeza y con independencia de
criterio, ¡que siga la fiesta!
Otro
método es el de instaurar demandas tanto penales como civiles en contra de los
pocos medios independientes que quedan.
El invento no es nuevo, pero su más reciente cultor es el capitán
Hallaca —por aquello de forrado de verde por fuera y con mucho guiso por
dentro. Tiene en jaque tanto a “El
Nacional”, “Tal Cual” y “La Patilla” como a las personas que forman parte de
sus juntas directivas, comités editoriales y salas de redacción. Con los tribunales que se gasta el país, ya
podemos suponer cuáles serán las sentencias que han de ser “proferidas”.
Le
sigue el truco de negarle el papel a los diarios que no son del todo dóciles a
la rienda gubernamental. Contrariando la
letra y el espíritu de la Constitución, crearon el monopolio papelero Corporación
Maneiro, que tiene papel para entregar gratis, casi gratis o en cómodas y
olvidadizas cuotas a los pasquines que imitan al Granma cubano, pero se lo
niegan a los que quieren seguir siendo periódicos serios, así ofrezcan pagar de
contado. En Carabobo sentimos de cerca
la tragedia que sufre “El Carabobeño”, un diario con más de 80 años de fundado.
Lo
que nos lleva a lo que prometí al comienzo: la glosa de lo que escribió Manuel
acerca del nuevo rumbo que ha tomado “Notitarde”. Aunque en su primera declaración, el nuevo
dueño (un apreciado amigo, dejo claro) explicó que había hablado con las
autoridades y estas le habían garantizado el papel “siempre y cuando el diario
se mantuviese equilibrado en sus informaciones”, pareciera que como que les
está escaseando. O, por lo menos, eso se
colige de una decisión reciente de la Redacción: eliminar de la edición impresa
a un número de los más leídos, quienes se caracterizan por ser opinadores con
libertad mental y muy críticos de las acciones del desgobierno.
Claro
que —para guardar las apariencias, calcando la táctica gringa de los sesenta
del token negro— también sacaron a un par de apoyadores del oficialismo. O sea, lo mismo que ya sucedió en “El
Universal” y en “Últimas Noticias”.
Además,
se han dado en publicar noticias que no tienen veracidad: Manuel narra que
tomaron algo que salió en “Aporrea” y que se basaba en un mazazo del capitán
Hallaca acerca de unos “encuentros para discutir sobre acciones contra el
Gobierno Nacional”. Informaban que una
de ellas se llevó a cabo en una hacienda y a ella asistieron “dirigentes
opositores”.
Pues
la tal hacienda no existe en la realidad.
Y los supuestos asistentes difieren tanto en sus maneras de pensar que
es imposible que se reúnan; mucho menos para un complot.
Se
pregunta Manuel: “¿Se trata de falta de capital relacional, de disciplina
intelectual o de ausencia de razonamiento?
¿O es cuestión de ‘Publíquese y ya’?”
Y remata: “No es cuestión de presentar un ‘derecho a réplica’ pues tal
disparate noticioso no lo amerita, sino que considero por un caliche enviado
desde la capital, lleno ambigüedades y que mi derecho a saber qué pasa, a saber
cómo pasa y a saber por qué pasa, ha sido vulnerado con malintencionada
direccionalidad” (…)
Tomar
como veraz una información emanada de un ‘patriota cooperante’ nos muestra el
peligroso camino que puede tomar un medio que no considere pertinentes
criterios morales, incluso desde dentro de la profesión informativa”...
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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