Existe la idea
generalizada de que el gobierno debe combatir los monopolios y oligopolios, y
casi todos los políticos en sus discursos no sólo coinciden con este
pensamiento mayoritario, sino que dedican buena parte de ellos a prometer a su
electorado la más completa erradicación de tales "concentraciones
económicas". En muchos casos, cuando efectivamente llegan al poder,
promueven legislación contra monopolios y oligopolios. No obstante, no es
difícil observar que unos y otros existen a pesar de tales declamaciones y
leyes antimonopolios en la mayoría de los países del mundo.
La realidad es que,
ya sea por ignorancia o mala fe, tales declaraciones son irrealizables. En este
tema, parece ser mas por el segundo de los motivos que por el primero. En
efecto, a los gobiernos les convienen los monopolios y oligopolios, ora
estatales o privados por las siguientes razones:
En primer lugar, no
tenemos que perder de vista que el monopolio/oligopolio más grande que existe
en cualquier parte del mundo está conformado por los mismos gobiernos. Es a
esto a lo que llamamos sintéticamente el monopolio político en nuestras
exposiciones. Si consideramos a las tres ramas clásicas de los gobiernos
modernos (ejecutiva, legislativa y judicial) podemos en esta cuestión hablar de
un oligopolio constituido por tres poderes, cada uno de los cuales detenta un
monopolio particular: uno de crear las leyes (legislativo) otro de ejecutarlas
(ejecutivo) y el otro de hacerlas cumplir (judicial). En esta última condición,
el gobierno sería un verdadero oligopolio político.
Ahora bien ¿por qué
hemos dicho que a los gobiernos les favorece la existencia de mono-oligopolios
(por llamarlos de alguna manera resumida)?. Por la sencilla razón de que al
gobierno le resulta mucho más simple controlar a pocos que a muchos. Si el
monopolio es privado, es más fácil cobrarle impuestos y las alícuotas pueden
ser más altas incluso. Con lo que los ingresos del gobierno serán mucho
mayores. Máxime teniendo en cuenta que el monopolio podrá cobrar precios mucho
más altos que los del mercado. Esta es la razón por la cual los gobiernos
fomentan los monopolios privados, y lo hacen de variadas maneras, por ejemplo
otorgándole licencias, concesiones, subsidios, exenciones fiscales, o
directamente dictando una ley confiriéndole un monopolio o exclusividad a la
empresa de Juan o la empresa de Pedro, o a ambas en forma conjunta o separada
(oligopolio). En una palabra, cerrando el mercado en favor de tal o cual
empresa o grupo de ellas.
Otro mecanismo
similar son las leyes anti monopólicas, cuyo efecto es justamente el contrario
al que su nombre parece indicar. Antes de seguir, hay que distinguir entre dos
clases o tipos de monopolios, los naturales y los artificiales como los
clasifican autores como Alberto Benegas Lynch (h). El natural, es el que puede
aparecer o no en un mercado libre, mientras que el artificial es el que siempre
surge en los mercados intervenidos gubernamentalmente. El natural se llama así,
porque es aquel que resulta de la elección libre, voluntaria y espontánea de
una masa de consumidores que, con sus compras, prefieren a un productor
determinado por sobre todos sus demás competidores. Otros autores -como Leonard
Read- han llamado a este tipo de monopolios un monopolio bueno.
La antítesis de este
monopolio bueno o natural, es el malo o artificial que, en rigor, se trata de
la gran mayoría de los monopolio que conocemos, tanto a nivel local como
internacional. En este caso, los consumidores se ven obligados y coercidos
antinaturalmente a tener que comprar en ellos, ya sea porque el gobierno ha
prohibido absolutamente la competencia en ese rubro, o bien le ha otorgado al
monopolista, alguno de (o todos) los privilegios legales que hemos enumerado
arriba. Este es el tipo de monopolio que más beneficia a los gobiernos, y por
eso son los más frecuentes y los más vistos.
Los naturales son
escasos y raros, porque para brotar necesitan un contexto de mercado libre y
competitivo que no existe casi en ninguna parte del mundo. Y cuando emergen -si
el mercado es medianamente libre- tienen corta duración, porque la competencia
potencial, el factor competitivo permanente, la elasticidad de la demanda, la ley
de los rendimientos decrecientes y la ley de precios tienden a limitarlos
muchísimo naturalmente. Estas barreras contra los monopolios favorecen la
dinámica del mercado, pero perjudican a los monopolistas del poder, es decir a
los gobiernos.
Es por eso que,
aquellos cinco límites naturales que el mercado libre le opone a los monopolios
naturales, no operan contra los monopolios que crean, promueven, protegen o
amparan los gobiernos: los monopolios artificiales. Estos no tienen límite
alguno, en virtud precisamente de las prebendas gubernamentales en función de
las cuales han sido implantados y maniobran en el mercado. Y ello, como
decimos, está en los intereses del propio gobierno que sea así, porque
contribuye al engrosamiento de sus arcas. Tales monopolios trabajan como
verdaderas agencias o apéndices de los gobiernos, por lo que obviamente estos
nunca van a tener un verdadero interés en su reducción, y menos aun en su
supresión, excepto por causas de enfrentamiento -ya sea de tipo personal o
político- entre sus directores y la burocracia política, en la que -desde
luego- el mercado no tiene nada que ver, ni juega en absoluto ningún papel de
relevancia, ni siquiera secundario. De darse este último supuesto, lo que
normalmente hacen los gobiernos es quitarle el monopolio al
"empresario" (o "empresarios") al que antes se lo había
otorgado, y transferírselo a otros "empresarios" más leales, más
afines o mas genuflexos al poder de turno que los anteriores. En ninguna
circunstancia, a los gobiernos les conviene suprimir o reducir a los
monopolios. Por lo tal que, resulta falso el mito por el cual el vulgo cree que
los monopolios pueden constituir algún tipo de "amenaza" para los
gobiernos, ya que de ningún modo es así.
Si el monopolio es
estatal, para el gobierno la situación es muchísimo mejor. Porque, en este
escenario, el control de los recursos del monopolio estatal es completamente
absoluto. Todos los ingresos del monopolio van directamente a la arcas del
gobierno.
Todo lo dicho es aplicable de igual modo a los
oligopolios.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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