Vi cómo varias
mujeres y hombres ofuscados emprendían el linchamiento de personas que
semejaban a ellos y les grité se detuvieran, pero ellos no lo hicieron y hoy me
cuentan que en esos tenebrosos momentos yo les prodigaba ovaciones
No tengo ninguna duda
respecto a los registros bíblicos-coránicos-budistas históricos
relacionados con hombres que, como Jesucristo, fueron gloriosos frente a la barbarie. Pero,
los actos del Homo Erectus no han dejado de ser aborrecibles:
tampoco la resistencia de seres misericordiosos a los cuales no pareciera
importarles recibir inmerecidos castigos: en ocasiones «capitales», sólo
por enfrentarse al Bestiario que todavía impera en el Mundo (virtud
a su control de ejércitos y tesoros, públicos o privados) Por tales causas,
suelo propugnar la extinción programada, no violenta ni dolorosa, de la única
forma de existencia con «libre albedrío» para elegir la praxis de
fechorías. Los auténticos «seres humanos» debemos enmendar la presencia de
nuestros letales «as» o «des»-cendentes, aun cuando el
costo sea desaparecer la especie.
En un algún momento
del día o noche, el «Bestiario» tiene que hacer todo cuanto sus víctimas:
pensar por qué, cuándo y dónde darse cita para consumar. No hay misterio en los
desenmascaramientos entre el torturador y su víctima. Las hembras y machos «dominadores» pertenecerán
a la misma manada, donde mostrarán sus fauces a quienes forzosamente los
reverenciarán. Pero, hay gloria en quienes lo hacen mientras desenfundan sus
palabras ciertas.
Aparentes aventajados
y desahuciados retrocedemos por el «Corredor de la Muerte», pero los
últimos en retornar al torrente de partículas de luz recibirán maldiciones de
los primeros en escindir. Algunos en nombre de tantos imaginarios, verdaderos o
falsos enjuiciadores que aguardan para impartir castigos y premiar con la
resurrección a benévolos. Como si no hubiere bastado que nos eyectasen hacia
esta inmanente fatalidad que experimentamos.
No remuevas la tierra
del subsuelo donde yace lo que fue putrefacto y lustrado por los gusanos
correspondientes, ni le siembres semillas de árboles frutales que podrían
alimentar a quienes están por venir y abominarás. Aquí están mirándonos,
palpándonos o escuchándonos los enemigos fortuitos que nos odian al ver
nuestros rostros reflejados como suyos en los espejos de sus lugares de
residencia o calles. Si son cuchillos los objetos filosos que muestras sus
manos cuando la discordia nos convoca en el lugar, día y hora precisos.
Alberto
Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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