Con
Pilatos se inicia un modo de ser la verdad en las masas que no es la Verdad
misma, ni siquiera es aquella de la racionalidad aristotélica, no; es otra, la
de la turba que la niega y la condena, sentenciándola a reo de muerte.
Extrapolando ese momento de la pasión y muerte
de nuestro Señor Jesucristo con estos tiempos de hoy, decimos que las
mayorías siguen condenando la Verdad, y el “sanedrín de hoy” (los poderes
instituidos) sigue poniendo la suya, la
de la maldad, la de la guerra, la del odio, la del resentimiento, para que esta
sea votada por las masas, a sabiendas de que ellas seguirán gritándole a la
Verdad “crucifíquenla”, “crucifíquenla”.
Esto
de la verdad, la de las masas, parafraseando a Ortega y Gasset, es tan
demasiado humano que no la afecta para nada el tiempo. Por ello es que nada
pareciera cambiarla, solo las formas le dan algunas variantes, pero el
principio generador que las produce y construye como que se mantuviera
incólume.
Oh, es que las masas ignaras nunca mueren,
están siempre ahí. Masa ajena a la noción de individuo; el ser, extranjero de
sí mismo. Esa idea de masa va referida a quienes se gozan siendo iguales, lo
mismo que todos, a quienes piensan en multitud e igual al tumulto. Y esas
fueron las que crucificaron a Jesús de Nazaret.
La masa libera a Barrabás, pero condena al
Hijo de Dios ¿Acaso, no hemos funcionado así como sociedad por los siglos de
los siglos? Unamuno nos dijo que la teología es necesariamente colectiva, en
tanto que se alimenta de sentimientos y conceptos colectivistas de la idea de Dios,
mientras que la filosofía tiene un origen individual. Eso tiene su propia
piedra de toque, que no es la mía, pues le sale una veta de cierta verdad
racional. Cierta, porque ¿cómo explicar a la luz del pensamiento unamuniano,
que el hecho histórico que le dio a la Verdad corporeidad; es decir, Dios hecho
hombre, encontró en la multitud su desconocimiento, rechazo y muerte?
Y cómo podrá explicar que esa verdad fue
individualizada por los profetas que la anunciaron, y hoy el catolicismo,
siendo universal, se expresa en cada ser de forma individual y con las
particularidades de una acción evangelizadora que humaniza al ser,
convirtiéndolo en una entidad autónoma, como nos hizo Dios, en y para el libre
albedrío. La masa no puede ser libre, pues es de condición ancilar. Entonces
¿Desde cual piedra de toque puede salir la veta de esa Verdad que nos ha
llenado individualmente de mucha vida y de grande amor? Aquí me respondo con el
título de una gran obra de Miguel Otero Silva: La Piedra que era Cristo
El
modelo de hombre que prefigura la pedagogía de Dios se materializó y se
consustanció en Jesús, en su vida, en su muerte y resurrección. Ahí está el
modelo de humano que podemos realizarlo en nuestro aquí y ahora de vida.
Con Él la idea de persona está totalmente opuesta a la idea de masa, puesto que la masa no nos conducirá nunca a Él, por el contrario, ella transita caminos opuestos. Seguir a Jesús y ser su discípulo viene empujado por una decisión muy personal, que responde a un llamado que el mismo Dios nos ha hecho.
Al sentirnos persona, situándonos en el
horizonte de fe cristiana, nos vemos en una realidad dinámica que nos va
haciendo progresivamente hasta alcanzar estadios superiores de vida espiritual
y material. Eso se logra desde la condición de individuo y no de masa.
Ahora bien, ser persona, a la luz de la fe cristiana, nos hace constitutivamente un ser-con-los-demás, en tanto que nuestra existencia logra su realización gracias a los demás; es decir que lo que define el ser persona es su relación con el otro que, al decir de Lévinas, lo constituye y lo completa. En masa el ser no es el que es, por eso crucifica la Verdad.
Yonny Galindo
yonnydg@gmail.com
@yonnydg
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