Dice el escritor argentino Félix Luna al final de su libro Breve Historia de los Argentinos que es innegable que los habitantes de su nación tienen un buen país, pero que lo que falta es merecerlo. Al leer la lapidaria frase del intelectual, viene a la memoria la figura de Raúl Alfonsín, quien el 31 de marzo cumplió seis años de fallecido, y quien no fue recordado en la región con el reconocimiento merecido y cuya obra amerita un estudio profundo.
Alfonsín debió enfrentarse a tres grandes fantasmas que irrumpían en la escena de su país. El primero, los ataques recurrentes contra su partido la socialdemócrata Unión Cívica Radical, cuyas experiencias de gobierno en los años sesenta (finalizadas de manera abrupta) estaban en el recuerdo de muchos. En segundo lugar la constante propaganda peronista, gobierno con María Estela de Perón hasta 1976 y cuyo manejo absurdo, represivo y personalista del poder, unido a otros elementos, propició la irrupción de los militares. Finalmente, el gobierno tiránico de un sector de las Fuerzas Armadas, el cual no sólo sumió a Argentina en una bochornosa crisis social, económica y política, sino que en aras de un funesto nacionalismo que le permitiera recuperar la popularidad, llevó a su país a una lamentable guerra.
Pese a lo duro del momento, Alfonsín logró triunfar en las elecciones, con la ardua misión de proponer una transición hacia la democracia. Lo endeble de la situación no impidió que el Presidente de la República trabajara en la necesidad de subordinar el mando militar al poder civil, que se derogaran leyes de amnistía hacia los miembros de las Juntas Militares que estaban señalados de incurrir en delitos de lesa humanidad y que lograra constituir comisiones, una de ellas encabezada por el eminente Ernesto Sabato, para tipificar y entender el alcance de las violaciones a los derechos humanos entre 1976 y 1983.
Aunque autores como Juan José Sebreli indican que la política exterior de este período, dirigida por Dante Caputo, tuvo aciertos en el manejo de temas como el diferendo con Chile, pero se equivocó en la postura hacia Gran Bretaña, Alfonsín será recordado como una figura de integración regional, no sólo por haber trabajado arduamente en la formación de un Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política integrado por ocho países de la región, sino por su acercamiento con Brasil, también reintegrado a la democracia, en la firma de unos acuerdos que más adelante darán origen al Mercosur.
La crisis económica llevó a Alfonsín y a su vicepresidente Víctor Martínez a adelantar la entrega del gobierno. Salió por la puerta grande de la Casa Rosada y de la historia. Para merecer un país hace falta reivindicar la memoria. Tal vez sea el momento de que los demócratas latinoamericanos rindan homenaje a una figura que sin lugar a dudas supo que participando y enfrentándose a la realidad, podía cambiar a su país.
Luis D. Alvarez V
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