En los campos venezolanos, abunda un tipo de
planta que los trabajadores agrícolas la citan con frecuencia, por tener una
especie de sistema nervioso que se activa cuando la rozan y, automáticamente,
retrae las hojas. Cuando eso sucede, deja entrever que ha caído en una especie
de letargo. Muchos la llaman simplemente "dormidera" y, como tal, se le cita en obras literarias,
pero también en el ámbito político. Sobre todo, cuando se trata de entender qué
es lo que sucede entre los venezolanos y en Venezuela actualmente.
Algunos líderes sociales del Llano,
inclusive, afirman que Venezuela es como la “dormidera”: reacciona cuando el
ambiente luce tenso; pero duerme plácidamente cuando se hacen presentes algunos
de los abundantes “días feriados o de duelo” que llenan el calendario laboral
venezolano. Y de la molestia, la rabia o la angustia, pasa al solaz espacio para “cargar las
pilas”, ir “a la playita” con la respectiva “cava”. Y si los días son varios y
los reales lo permiten, hasta las sonrisas se multiplican, cuando de hacer
“colas” se trata en cualquiera de los aeropuertos del país.
Cuando no es Carnaval o Semana Santa, el 19 de abril o el Día del Trabajador, también se vale el aprovechamiento de un espectáculo, como la Cumbre de Las Américas. Catalepsia pura. Sueño prolongado. Divorcio del país. En fin, da lo mismo que haya un apagón, se suspenda el servicio de agua y que un “comando” tome cualquier edificio del medio urbano, y actúe libremente en el saqueo de cinco o hasta diez apartamentos. Es lo que permite y facilita la “modorra”.
Recientemente, el aparataje gubernamental del
país se abocó, en cuerpo y alma, a enfrentar un Decreto del Presidente de los
Estados Unidos, Barack Obama, porque incluía en su contenido la expresión
administrativa de que Venezuela era una “amenaza” para la seguridad de dicha
nación, y porque, de paso, afectaba la “honorabilidad” de siete funcionarios
venezolanos. Se produjo una recolección de firmas voluntarias y obligadas, en
ciertos casos, para exigirle al citado Presidente que echara para atrás su
“antivenezolano” procedimiento.
Discursos, arengas, chillidos, gritos, amenazas y hasta una movilización militar dirigida a “prepararse para lo peor”, acaparó la atención de muchos. El medio ambiente nacional fue sobrecargado de expectativas. Pero todo pasó en menos de 24 horas. Y los venezolanos, una vez más, quedaron en el limbo. Cuba y los Estados Unidos lograron lo suyo. Colombia hizo gala de su especial atención a la educación. Honduras y Guatemala sembraron un paso histórico comercial en el Continente. ¿Y Venezuela?. Venezuela fue a resguardar sus “conquistas” de las últimas Cumbres: quedar fuera de contexto.
La representación gubernamental olvidó que
había una agenda, para muchos de paz y de conciliación; para otros, de
oportunidad para ofrecer a sus países como destino seguro y confiable para las
inversiones y el riesgo financiero internacional. Prefirió montarse en la
“guagua” del Siglo XIX y darle la espalda a los trenes de última generación con
los que un buen número de países latinoamericanos surcan las oportunidades del
siglo XXI. Definitivamente, no entendió que el discurso antinorteamericano de
los sesenta, el mismo que se construyó con el ascenso de la más añeja tiranía
regional de la región -y quizás del mundo-la cubana, ya fastidia, cansa,
aburre.
Que el mismo llantén falsamente ideológico, interesadamente antidemocrático lo repitan los jinetes de Bolivia, Argentina, Ecuador, en nada ayuda a Venezuela. Y más cuando esos tres “aliados” están bien económicamente, porque, entre otras cosas, supieron hacer buen uso de los aportes y ayuda que recibieron de Venezuela, sin que hoy dejen de estar claros en que su dispensador de fondos de ayer, sencillamente, es un mercado más, otro importador al que hay que cobrarle fondos contantes y sonantes. Después de todo, “chulear” no es delito y más cuando se produce con alguien que siempre está dispuesto a dejarse “chulear”.
Cubierta la fase de la tensión prepanameña,
ahora se ha retomado la vocinglería antiempresarial, la gritería antiespañola y
la búsqueda entre las sombras de útiles culpables de que la escasez y el
desabastecimiento insistan en apuntalar su reinado, mientras se caen a codazos
con una inflación que no tiene piedad con nadie. Es decir, la “dormidera” está
de vacaciones momentáneamente, porque el caldo (la sopa) político se ha puesto
morado y hasta se cree que se descompuso, que está “piche”. Se hizo incomible,
peligrosamente digerible
La descomposición política y la forma como se trata de adecuar para el
consumo humano, sin embargo, le están haciendo un daño insuperable a los
tímidos intentos de evitar que el desabastecimiento se proyecte en las
dimensiones que se espera. Se anuncian acuerdos. Se ofrecen financiamientos. Se
garantizan precios rentables a los productores. Sin embargo, los fondos no
aparecen y son sustituidos con diferimientos de entrega que asustan.
Palabras amenazantes no estimulan riesgos
financieros, como carencia de dólares pueden garantizar abundancias importadas.
Como si fuera poco, el ir y venir con un sistema cambiario cuya utilidad sólo
se percibe para los pagos de intereses de la deuda soberana, mientras se
muestra reacio ante los requerimientos de los ciudadanos que producen, la
impresión que se proyecta ahora es la de que mientras se le trata de hacer
frente a los llamados “raspacupos”, el país naufraga en un ambiente de
“raspaollas”.
El pueblo venezolano ha dado demostraciones
de paciencia, de tolerancia extrema y hasta de un inquietante acostumbramiento
a esperar por soluciones que no aparecen. El hambre y la inseguridad, mientras
tanto, amenazan con llevar al país a una peligrosa e indeseable explosión
social.
0ficialistas y opositores democráticos,
entonces, tienen ante sí un mudo mandato
de hacerle frente a las causas que conducen a la difícil y compleja situación
que vive el país. No es posible ni explicable que el petroestado venezolano que
pasó casi diez años vendiendo su
producto de exportación a $100 el barril
en promedio, haya dilapidado tan enorme fortuna, y que hoy esté arruinado. Pero es la
realidad. Es la verdad que vive Venezuela, y la cual ya es inocultable con
gritos, amenazas, “cadenas” y condecoraciones
por guerras fantasmas. Urgen decisiones. El país clama por
soluciones.
El Comunismo no sirve. La historia de los países en donde se le impuso describe que esas naciones terminaron en ruinas. Venezuela transita por el mismo camino y la ruina muestra su fea cara y los efectos dañinos que provoca en el sistema de vida de los ciudadanos.
Llegó el momento de demostrar el sentido de
pertenencia de cada venezolano. ¡Basta
de regaladera de dinero dentro y fuera del país¡. Hay que mirar para adentro,
de iluminar la casa donde se vive. ¡No más controles de cambio y de precios¡.
¡Sí a la unificación monetaria¡. ¿Por qué descartar la posibilidad de ir a una
dolarización, cuando es evidente que el Bolívar dejó de ser una moneda útil
para todo y que hoy no sirve para nada?. Es cuasicriminal someter a los
trabajadores venezolanos a vivir de salarios que sólo alimentan un espejismo
monetario. No es posible que un obrero en USA gane un salario mínimo $ 64 diarios
y que un venezolano gane la miseria de $ 0,80.
Hay que dignificar los salarios, y eso sólo
es posible en y con una economía que goce de autonomía para crecer, expandirse
y tener la opción a una renta distinta a la que fijan los policías de precios. Hay
que dejar que la economía funcione. Hay que
dejar que el capital y la empresa privada hagan su trabajo, supeditados
a la obligación de cumplir con la norma que determine le lógica económica, y no
la visión ideológica influenciada por la farsa política del populismo.
También hay que abrirle espacio al imperio de
la ley. Delinquir y la delincuencia, definitivamente, no pueden seguir siendo
el “sello” que honre a una forma de gobernar. Quien delinque, debe ser
investigado y castigado, cuando se le compruebe su delito y se defienda con
base en un proceso legal que no se defina y administre en cenáculos
partidistas. ¿Qué sucede en Venezuela con la corrupción, que pareciera haberse
convertido en otra forma legítima de vida?. El país no puede avanzar mientras
aquel que trabaja y produce es un delincuente, y el que roba es exhibido casi
como héroe nacional.
Educación de calidad. Salud de calidad.
Servicios públicos de calidad. Seguridad
de calidad tienen que dejar de ser un objetivo aparentemente imposible en
Venezuela. No es posible que aquellos que reniegan de la privatización, porque
la médula mercantilista del sistema castiga al ciudadano, sean los mismos que
avanzan de espaldas ante los escombros que va dejando un mal desempeño
administrativo desde las instancias gubernamentales, a la vez que obligan al
ciudadano a pagar lo que sea para poder sobrevivir y vivir.
El Gobierno tiene que cumplir con su
obligación de gobernar, y de hacerlo con eficiencia, probidad, transparencia y
honradez, y con resultados satisfactorios que honren su justificado
funcionamiento. El Estado tiene que dejar de ser patrimonio de aventureros de la política, y no insistir en su empeño de
ser empresario para justificar la codicia de unos pocos que se empeñan en vivir
del lucro no producido con trabajo.
Desde luego, si los oficialistas decentes y
los opositores decentes no entienden que ese es el reto de la política, de los
políticos y de la propia ciudadanía comprometida con la urgencia de impedir que
Venezuela siga siendo terreno fértil y fácil
para la vagancia, el delito y la mentira, entonces, es muy probable que
siga siendo inevitable seguir viendo al
país en otra Cumbre de Las Américas negándose a sí misma. Y seguir montada en
un proceso inacabable de “dormidera”, salpicada por los residuos del consumo de
caldo morado y maloliente.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
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