Pasada la VII Cumbre de las Américas (de la
cual es evidente concluir que Maduro y su improvisada canciller fueron los
grandes perdedores a pesar de su retórica gradilocuente y sus supuestas firmas,
mientras que Raúl Castro y Obama fueron los claros ganadores con su política de
diálogo bilateral), el foco de la opinión pública nacional vuelve a centrarse
sobre los problemas internos. Dentro de ellos destaca lógicamente el que más
perturba a todo el país y para el cual el Gobierno no tiene soluciones, sino
que, por el contrario, parece ser poseedor de un infalible recetario para
profundizarlo aceleradamente con consecuencias terribles que van dejando el
constante sabor de que siempre estamos llegando al fondo de un precipicio
económico.
Es así como el primer trimestre del año
vuelve a cerrar sin cifras oficiales de inflación (política de oscurantismo con
el que se pretende ocultar la realidad), pero todo el mundo siente la imparable
alza de precios en todos los productos. En este campo, a pesar de la ausencia
mencionada de data oficial por parte del BCV en la materia, algunas personas e
instituciones reconocidas ofrecen cálculos propios con cifras alarmantes. Es
así como el CENDA, por ejemplo, reporta que la canasta básica familiar superó
hace varias semanas los Bs. 30 mil mensuales, con lo cual el alza anualizada en
este medidor supera ya el 100%. De igual forma, nuestro estimado amigo y
reputado profesional de la ciencia económica Jesús Casique estima que la inflación
acumulada en lo que va de 2015 puede estar rozando el 30%, estimación que
proyectada a todo el año ratificaría el vaticinio de todos los economistas
serios de que la inflación en 2015 superará el 100%. Esto último no sólo es
confirmado por el Bank of America, sino que su más reciente proyección nos
ubica en un aterrador 174% para este año, con lo cual Venezuela se adentra en
la temida hiperinflación.
Pero la crisis no se queda allí. La escasez
es la otra cara horrible de lo que vivimos los venezolanos. Ésta y la inflación
se retroalimentan además simultáneamente. Los productos escasos suben de
precio, entre otras cosas, porque la gente está dispuesta a pagar más por ellos
cuando los encuentra, por un lado, y por el otro los consumidores compran todo
lo que pueden cuando hay porque no saben cuando volverán a ver lo que consumen,
pero también porque tienen la certeza de que será a mayor precio la próxima
vez.
Pero la inflación no es la causa de la
escasez, sino que lo es la sistemática destrucción del aparato productivo
nacional con su ineludible repercusión en la oferta interna de bienes. La
productividad nacional fue parcialmente sustituida por importaciones que se
podían pagar con una abultada chequera petrolera, que hoy en día está tan
menguada, que el Gobierno decide hasta limitar el miserable cupo electrónico de
$300 al año, a ser usado ahora en 3 partes iguales; así como prohibir asignar
dólares en efectivo a los viajeros mayores de edad que van al exterior. No
obstante, la paradoja es que no elimina las tasas ficticias de Bs. 6,30 y Bs.
12,00, que explican buena parte del problema que tenemos. La insensatez es lo
que impera.
Mientras tanto, la gente sigue haciendo las
indignantes colas para conseguir lo que necesita y se somete a los humillantes
mecanismos de las captahuellas, números de cédulas y hasta marcas en la piel
para poder hacer mercado. La situación empeora sensiblemente y la prensa de fin
de semana recoge que sólo quedan $ 2 mil millones de reservas líquidas, lo cual
apenas cubre 2 semanas de importaciones.
No obstante lo anterior, la corrupción y
desfachatez no tienen límite. El Gobierno decide emprender una expendiosa
campaña en propaganda oficialista “nacionalista” contra USA mientras guarda
silencio ante las burdas acciones de Guyana, a la par que también le regala a
los Castro un cargamento de baldosas por casi $2 millones que bastante falta
nos hacen para resolver los problemas de nuestro pueblo. Pronto también
aumentará la gasolina, pero a Cuba le seguirá regalando petróleo.
Es indispensable que el país entienda y
reaccione frente a lo que ocurre. No hemos llegado al fondo y siempre podremos
estar peor. La conciencia nacional activa puede procurar un cambio
constitucional.
Cipriano Heredia
cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia
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