«Fui un niño persuadido de nacer con el
Mundo. Luego, en el curso de mi pubertad, creí haber discernido fallida e
insuficientemente. Ya en mi Edad [Iluminada] Mayor- me he corregido para
vindicar esa lucubración que a veces se capta incierta y pueril. Con cada uno
de nosotros, Él irrumpe e igual espera la pena capital. La Literatura no me
abatió pero lo hará la Infausta que, conforme a su responsabilidad, a todos
aguarda. Pero se ama y frena, teme no continuar. Acobardada, sabe que estamos
conjurados para escindir juntos»
La Poesía es uno de los mayores y
maravillosos alumbramientos del Ser Racional que, fundamentándose en lo que
defino Razón Inmutable e Inmanente al Ser Humano y ávido de enunciados que
esclarezcan su presencia en el Universo, igual engendró al resto de las Bellas
Artes para consagrar el Imperio de la Cognición.
En las postrimerías del S. XX se platicaba en
redor al denominado «Postmodernismo Literario» y, por ello, la discusión sobre
lo que es Poesía se agotó: se le ofició su respectivo Tedeum. Es inadmisible
pontificar cuándo y por qué es obsoleto, moderno, científico, mejor o pésimo un
texto presuntamente poético.
Durante los siglos VII-IV a. de C., los
hacedores griegos versificaron sus reflexiones y se produjo, sin interdictos,
el parto de ese objeto de la discordia que en nuestra realidad y tiempo
conocemos como Poesía. Todos los textos eran escritos en versos y tenían rasgos
épicos. La guerra por la dominación entre poblaciones fijaba cantos, historias,
inferencias. Calino de Efeso (650 a. de C.), por ejemplo, escribió: «[…] Que
todos avancen empuñando la espada y albergando detrás del escudo un corazón
valeroso, apenas se trabe el combate/Porque no está en el destino del Hombre
escapar a la muerte, ni aunque su estirpe viniera de los dioses […]». En muchos
de los casos, aquellos escritores vertían extremo lirismo: «[…] Las estrellas
en torno a la bella luna también oscurecen su rutilante aura al tiempo que ella
con plenitud alumbra sobre toda la tierra […]» (Safo de Mitilene, 600 a. de C.)
El parto de la Poesía fue una necesidad
extrema de formulación de ideas en la presocrática Antigüedad Griega. No se
rigió por metodologías o exigencias de exarcas en claustrofalaces (aulas).
Motivo por lo cual yo, a quien la Academia se empecinó en consagrarme prosista
(novelista, cuentista, ensayista), me mofo de la resistencia de algunos
críticos por aceptar que son poéticos mis epigramas insertos en libros como
Deus (2002) o Dictados contrarrevolucionarios (2008) También respeto a todos
los poetas y flautistas serpentinos que exudan metáforas u ofrendan a la
Naturaleza Bucólica y no al Ser Humano (no les agrada dilucidar sentimientos,
congojas, reflexiones, iras, temores, maledicencia, amor u odio) Sus
percepciones del Mundo igual devienen en Poesía. Tienen derecho a permanecer
indiferentes e inmersos en la perplejidad.
¿Es mala o buena cierta clase de Poesía y por
qué?; ¿en cuál instante del tiempo se atrevieron a enjuiciarla? -Nadie, jamás,
lo sabrá. Quienes nos leen juzgan a partir de su [in] «formación»,
«instrucción», «ilustración»: desde sus experiencias personales, emociones, et.
La Poesía no admite «interdicciones» ni
juicios regios, su entramado nunca será axiomático aun pareciéndose al
Paradigma y pese a ser descendiente de la Filosofía. Admito que todo cuanto de
mi volición no depende me enajena y las valoraciones escolásticas me fatigan.
Por ello evito dictar pretensiosas sentencias para llevar al «paredón» o
«guillotina revolucionaria» a intelectuales, porque no me gustasen sus estilos
escriturales o sus argumentos.
En ocasiones los improperios se invisten de
«poéticos», tanto como los «halagos». Sin embargo, mirar el lenguaje corporal
de un agresor y escucharlo proferir sus afrentas nos transmuta
–inequívocamente- hacia el lugar donde nadie muere por sobredosis de palabras y
las rabias (al cabo de tanta e infértil disputa) se diluyen.
Entonces el uno tiene que tolerar del otro su
presencia físicamente pasiva –letal imaginaria virtud a su encendido verbo- en
el Cosmos. Ambos pertenecen a la Jauría de Vecinos del Mundo. Ninguno de
nosotros «sobra» en esto que acaece porque ajustándole cuentas al prójimo lo
hacemos con las propias.
La Poesía es una de las Bellas Artes mediante
las cuales drenamos el Alter Ego en tiempos de iniciados, y después las
tribulaciones o alegrías que no resisten proseguir ocultas. No es «Música»,
pero está emparentada con ella porque tiene sonido. Tampoco se convierte en
«Pintura» cuando está proyectándonos imágenes. Ni es la «puesta en escena»
confiriéndole dignidad a la «Dramaturgia» que transforma la existencia en
simulación. La Poesía es la Ciencia Exacta de La Nada que puja por parecer algo
ante la vista y oídos del insolente o agradecido que todavía respira. Si una
mujer, hombre o infante caminan platicándole a sombras deben ser poetas. La
praxis de la «Mnemotecnia» no es delito fuera de la inculpación fortuita.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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