Un
buen jugador de dominó sabe que hay en cada mano, viendo lo que hay en la mesa,
si ha llevado bien la cuenta de las piezas jugadas por su compañero y los
adversarios. Su precisión será mayor, en la medida en que recuerde el contexto
en el que cada quién colocó cada pieza y algo del orden de las jugadas.
Un
buen jugador de dominó sabe que en la mesa todos juegan, que cualquiera puede
trancar y que, a la hora de contar, suman tanto las piezas no colocadas por la
pareja adversaria, como las no colocadas por él y su compañero. Por eso, por
muy buena mano que tenga, no jala siempre el juego para su lado, sino que
coordinando con el de su compañero, hace la jugada más conveniente para el
equipo. Un buen jugador, sabe que en dominó no se gana sólo o a pesar del
compañero.
Un
buen jugador de dominó, sabe también como sortear las dificultades de una mala
mano y sabe incluso que cuando la mano no se puede salvar, hay que descontar la
mayor cantidad de puntos para poder seguir en el juego.
Pero
sobre todo, un buen jugador de dominó sabe cuánto juegan él y su compañero y
sabe que parte importante de su arte, es aprender acoplarse con su pareja y
leer juntos a los adversarios, para poder descubrir cuánto juegan, si lo hacen
en equipo y cuán buenos son ocultando su estrategia. Porque un buen jugador de
dominó no subestima nunca a sus adversarios, sabe que cuando sus adversarios no
son buenos jugadores, no se entienden o no siguen una estrategia, no es tan
fácil descubrir las piedras que les quedan y pronosticar sus próximas jugadas.
Y es que en dominó, un buen jugador sabe que cuando los adversarios juegan mal,
o no siguen una buena estrategia, creer que se está en la situación más
favorable, es el error que con más seguridad puede llevarlo a perder una
partida, incluso aunque parezca ganada.
En
política, y en la Venezuela de estos tiempos, un buen jugador de dominó, nunca
usaría la máxima “juego ganado no se tranca”, para tildar de inconveniente la
firma del comunicado “Acuerdo Nacional para la Transición” porque “sabotea” la
ruta hacia las parlamentarias. De hacerlo, sabría que estaría asumiendo como
premisa que, porque la popularidad del gobierno está en decadencia, y parece
que así seguirá, el resultado causalmente lineal, sería el triunfo abierto de
la oposición en las elecciones y que, en consecuencia, sus resultados serían
reconocidos y respetados por los grupos oficialistas y bienvenidos por sus
bases.
En
su afán por apuntalar la estrategia que considera irremediablemente ganadora,
estaría cometiendo los mismos errores que critica: pensar que “su estrategia”
es, sin compañía y sin discusión, la verdadera ruta hacia la salida de esta
crisis y dar por descontado su éxito, vendiendo a sus seguidores una falacia.
Porque
un buen jugador de dominó sabría que las parlamentarias, a pesar de la pérdida
progresiva de popularidad del gobierno y de las dificultades financieras que,
por falta de dinero, este tendrá; y que a pesar del malestar que la crisis está
generando y seguirá generando en la población, no se ganan con voluntarismo, ni
porque se decrete; se ganan con mucha táctica en el marco de una buena y
compleja estrategia.
Se
ganan sabiendo que el CNE hace trampa y que seguramente cambiará los circuitos
electorales, que el gobierno abusa de su poder utilizando a mansalva los
recursos del Estado en propaganda y campaña, y que para rematar, tiene de su
parte el miedo, producto del uso que hace de la violencia, a través de la
represión y la reiterada violación de los derechos humanos, por parte de los
organismos del “seguridad” del Estado, pero también, a través del uso de sus
grupos irregulares armados, para controlar social y políticamente buena parte
de su, no tan voluntario, electorado, en el momento de la votación y, en la
dinámica cotidiana que ha sembrado en sus espacios de “convivencia”.
Sabiendo
y diciendo, claramente, al menos, todo esto, las parlamentarias se ganan, en el
marco de una estrategia que abarque mucho más que lo electoral, sumando votos,
más allá de las filas opositoras, y construyendo una base de apoyo que salga a
votar, cuide las mesas y defienda los resultados, en los lugares en los que
hasta ahora, a pesar de que algunos se han empeñado en decir lo contrario, la
oposición no ha tenido real presencia.
Y
por cierto, sabría que dominó no es truco y por tanto, “blofear” no funciona,
pero que empeñarse en blofear es mucho menos eficaz cuando todos están cansados
de saber cómo es el juego.
Un
buen jugador de dominó, en la Venezuela de estos tiempos, también sabría que
forzar la jugada para que tu compañero siga obligatoriamente tu juego, y para
rematar, ante adversarios con piedras bajo la manga, sigue siendo el error más
grande que puede cometer, porque la construcción de la unidad requiere que
todos cedan poder y espacio, para lograr ensamblar una estrategia conjunta.
Sabría
que generar alianzas de “potenciales ganadores” excluyendo a otros, con el
argumento de tener mayoría de votos o militancia, – como estamos cansados de
ver, en múltiples oportunidades, incluso en los más recientes eventos
electorales- es parte del error que se comente cuando se privilegia la
“operación política” sobre la negociación y el acuerdo para la construcción de
espacios compartidos. Porque no se trata de replicar el estilo excluyente del
oficialismo, o la lógica de la hegemonía del que tiene el “poder” en ciertos
contextos; sino de profundizar la democracia y el ejercicio de la política,
abriendo espacios para la inclusión y los acuerdos, cediendo “poder” donde se
“estima” que se tiene. Se trata de cambiar la lógica del gobierno de las mayorías
relativas que aplastan e ignoran a las minorías relativas, por una lógica de
conciliación de la diversidad que abra espacios reales para la inclusión de
todos.
Pero sobre todo, un buen jugador de dominó sabría que la dinámica socio-política de Venezuela, en este momento, no se puede trivializar con frases y analizar sin tomar en cuenta la complejidad de cada acción en su contexto. Sabría que, a pesar de todos los acuerdos de unidad y programas conjuntos que la oposición ha suscrito en estos 16 años, a pesar de todos los esfuerzos muy bien intencionados de buena parte del liderazgo, y no tan bien intencionados por parte de la otra, hemos logrado, con mayor éxito, una extensa galería de fotos posando juntos, que acoplar puntos de vista, y cuerpos de ideas divergentes, en estrategias comunes.
Un
buen jugador de dominó también sabría que hay un importante porcentaje de la
población que, para salir del espacio de “confort” que el gobierno le ha
construido a punta de populismo, se requiere una unidad que trascienda los
planteamientos y el liderazgo opositor, una unidad que garantice que, el
sacrificio que de ellos se espera, sea recompensado con el respeto y el
reconocimiento que ahora, con razón o sin ella, sienten que tienen, que no
recuerdan haber tenido antes, pero sobre todo, que no han tenido de la mayoría
los grupos opositores, durante estos 16 años.
Un
buen jugador estaría leyendo y reflexionando sobre la hipótesis de Laureano, de
una transición con un gobierno alternativo, pero “oficialista” y estaría pensando
en cómo comunicarnos a todos, la construcción de rutas de salida de la crisis,
muy diferentes a las que hemos transitado en acción o en idea, durante estos 16
años y que es insostenible e inviable plantearse la acción política, en este
momento, en términos de parlamentarias y nada.
Un
buen jugador de dominó, sin lugar a dudas sabría, que usar la máxima “Juego
ganado no se tranca”, en ciertos momentos y contextos, no es más que una inútil
bravuconada.
Olga
Ramos
oiramoss@gmail.com
@olgaramos
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