Cuando
el 5 de febrero de 2003 se inició el control de cambio de las divisas, nadie
pudo vaticinar el desastre y corrupción que esto traería consigo. El primer
valor del dólar se fijó en 1.600 bolívares (hoy 1,60), monto este que significó
una importante devaluación pues el dólar se cotizaba libremente para esos momentos en alrededor de
1.000 bolívares.
A
pesar del control cambiario, los bancos y casas de bolsa pudieron seguir
convirtiendo libremente las divisas, lo que permitió a la economía, muy
dependiente de materias primas e insumos importados, continuar funcionando con
cierta normalidad. Desde luego, el mercado libre siempre estuvo unos puntos por
encima del mercado controlado. Quienes no podian acceder a las divisas
oficiales, tenían la opción de adquirirlas en el llamado “mercado permuta”,
operado principalmente por las casas de bolsa mediante el sencillo mecanismo de
adquirir, por ejemplo, acciones venezolanas que se cotizaban en las bolsas de
Caracas y de Nueva York, y hacer una sencilla compra-venta al precio del
momento. La desviación del dólar permuta, con respecto al oficial, era
relativamente pequeña.
Lo
que comenzó como un “experimento” para controlar de alguna manera al sector
privado (la excusa que dio el gobierno de entonces para implantar el control
fue para “evitar la fuga de capitales”), al cabo de unos años se convirtió en
un auténtica pesadilla. En 2009, ante una presunta recesión, el gobierno creó
dos diferentes tasas: una, a Bs 2,60, para sectores prioritarios, y otra de
4,30 para todo lo demás. Con esto se inician las grandes distorsiones que han
ido creando el caldo de cultivo para el enriquecimiento ilícito, la venta
ilegal de divisas y la asignación de dólares a empresas “fantasma” o de
“maletín”. Empresas que, con la connivencia de personal interno del organismo
controlador, CADIVI, lograba obtener millones de dólares preferenciales que
después eran vendidos, con una inmensa ganancia, en el mercado permuta. Para
agravar aún más la situación, se eliminó, en 2010, de un plumazo el mercado
permuta (cerrando las casas de bolsa para estos efectos), que hasta ese momento
era la válvula de escape para adquirir divisas destinadas a insumos y materias
primas cuando el acceso a los dólares oficiales se hacía muy lento o imposible.
Así, el dólar permuta pasó de 7,30 a casi 80 en corto tiempo. Es evidente que
fue un grave error haber eliminado este mecanismo, pero todavía los
responsables de este error no son capaces de admitirlo.
Así
llegamos al año 2014, con un mercado paralelo “prohibido” (pero funcionando),
hasta que se “legalizan”, con cuatro tipos de cambio: 6,30, para medicinas y
alimentos, Sicad I, mediante subastas,
alrededor de 12 bs/$, Sicad II, otro tipo de subasta, a Bs 50 por dólar y
“mercado libre” que comenzó a subir y subir y que para estos momentos ha
superado ya la cota de los 250 Bs/$. Ante tales diferenciales, no es extraño
que la corrupción haya aumentado hasta límites intolerables. Según el profesor
Jorge Giordani, autor intelectural de muchas de las medidas económicas,
incluyendo el control de divisas, se fugaron del país un estimado de 20.000
millones de dólares en 2012. Claro, es lógico que ante el tremendo diferencial
entre el dólar oficial y el libre, los apetitos para defraudar al estado
aumentaran considerablemente.
Por
otra parte, y como una pieza más de este extraño puzzle, en Venezuela tenemos
la paradoja de que un viajero que vaya
al exterior, digamos a México o Madrid puede (o podía), con los dólares baratos
obtenidos mediante el “cupo” viajero, venderlos en el mercado negro y así no
solo viajar gratis sino además obtener una importante ganancia. Nos han
informado que muchos de los viajes a Cuba no tienen otra finalidad que la de
usar (“raspar”) el cupo, además de pasar unos días de vacaciones en la isla.
¿Como puede progresar un país que tolera y estimula estas perversiones?
Las
industrias, pequeñas medianas y grandes, tienen una gran dependencia de
materiales, repuestos y todo tipo de insumos que provienen del exterior. Es muy
raro encontrar una empresa industrial que no tenga algún tipo de dependencia
del extranjero. Bajo esas condiciones, los productores nacionales, con la
camisa de fuerza que le impone el control cambiario, están impedidos de ser
productivos, deben racionar muy bien sus insumos y detener la producción cuando
no les llega a tiempo. Un caso típico es el de las empresas ensambladoras de
vehículos: la producción ha caido a niveles nunca antes vistos, debido a los
problemas para obtner divisas. Como anécdota, en una época tuve a mi cargo una
pequeña empresa de eléctrónica (circuitos impresos) y no me puedo imaginar los
dolores de cabeza que hubiera tenido para obtener las materias primas y todos
los insumos que se requieren para fabricar este producto (que, dicho sea de
paso, nadie hoy fabrica en Venezuela).
Esta
camisa de fuerza, que ha hecho tan dificil la produción nacional, es la que hay
que eliminar. La incomprensión por parte de quienes dirijen la economía
nacional, de las dificultades que generan los controles cambiarios, ha hecho
posible que pasemos de un sistema dual (control y cambio libre) a cuatro sistemas
de cambio (tres controlados y uno libre). Y el libre, que se alimenta de
pequeños montos provenientes de particulares, va subiendo y subiendo y nadie
puede vaticinar, en estos momentos, cuando llegará al tope. Por ahora es casi
40 veces el valor del dólar oficial más barato (6,30).
Eliminar
la camisa de fuerza que impone el actual sistema es un imperativo del que
nuestros políticos no hablan. Ese es un tema que deben debatir y hay mucho que
pueden proponer, en vez de limitarse a criticar lo que hay. Con la liberación
de las divisas volverían las fábricas a producir, bajaría el índice de escasez
y hasta, tal vez, también los precios bajarían por haber una sana competencia.
Se
ha hablado últimamente, de las ventajas e inconvenientes de “dolarizar la economía”.
Es decir, hacer lo que hizo Ecuador, cambiar su moneda (el sucre) y sustituirla
por el dólar. No soy economista y por tanto no me sumo a la discusión ni a
favor ni en contra. Pero desde mi punto de vista, como observador, el actual
gobierno jamás aceptaría, por motivos ideológicos, sustituir el bolívar (que
simboliza al Libertador Simón Bolívar) por la moneda del “imperio”, por muchas
ventajas que eso trajera.
Por
favor, señores gobernantes, ¡quitennos la camisa de fuerza! Y señores de
oposición, ¡hagan propuestas proactivas!
Miguel
A. Megias
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias
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Un adelanto del libro Crisis venezolana, causas y soluciones estructurales ... compartelo
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