Existe
un enfrentamiento cada más cruento entre
los fundamentos económicos universalmente reconocidos y las políticas
económicas que viene aplicando el gobierno revolucionario de Venezuela.
El
gobierno pretende que todos los males que afectan actualmente al país son el
resultado de una guerra económica en la cual conspiran contra su estabilidad no
sólo la derecha escuálida y el empresariado, sino también países como EEUU (el
Gran Satán), España, Colombia (el eje Madrid-Miami-Bogotá), además de un
creciente grupo de ex presidentes, parlamentos,
congresistas, políticos y organizaciones del mundo entero que han
manifestado su preocupación por la situación de los Derechos Humanos en
Venezuela y por la salud de la democracia en el país.
Por
otro lado están conspiradores como Ricardo Haussman y Miguel Ángel Santos. Se
trata de economistas de enorme prestigio internacional, profesores de la
Universidad de Harvard y del IESA. El primero fue Ministro de Planificación y
presidente del Banco Central de Venezuela, además de Economista Jefe del Banco
Interamericano de Desarrollo y profesor de Economía del Desarrollo en el
Kennedy School of Government.
Fue
precisamente Haussman quien recientemente analizó ante el Centro Internacional
de Desarrollo de Harvard el nuevo mecanismo cambiario del gobierno
revolucionario. Al respecto -según
reseña del Miami Herald- Haussman estima que antes de fin de año el dólar en el mercado
paralelo habrá alcanzado los 800 bolívares por dólar.
¿Qué
está ocurriendo? El gobierno había ofrecido que con el SIMADI le quebraría el
brazo al dólar paralelo. Pero en el
SIMDI el dólar se acerca a los 180 bolívares sin mencionar siquiera al paralelo
donde avanza sobre los 240.
Mientras
tanto, el BCV alimenta una carrera
alocada de crecimiento de la masa monetaria para poder financiar el
enorme déficit fiscal. En la medida en que se incrementan los bolívares que
circulan, aumenta la demanda de bienes de todo tipo -desde alimentos hasta
vehículos, pasando por cualquier cosa- pero como estos bienes no se encuentran
en cantidades suficientes, el excedente monetario se desvía hacia la demanda de
dólares, con lo cual el dólar paralelo crece a niveles inimaginables.
Lo
cierto es que no parece estar solo Haussman en su predicciones. El Fondo
Monetario Internacional ha estimado que el PIB venezolano podría caer en un 7%
en el 2015, en tanto que Bloomberg News
Survey ha presentado un estudio en el
cual analiza la 15 peores economías (el
índice de países con el peor ranking de miseria para el 2015), otorgándole a
Venezuela el dudoso honor de encabezar la lista como la peor economía del
mundo.
A
la lista de conspiradores hay que agregar a todas las calificadoras de riesgo
soberano que existen en el mundo, incluyendo a Dagong (China), que es la que
más duramente ha criticado las políticas venezolanas. Todas, sin excepción, han rebajado
dramáticamente la calificación que le dan a la deuda soberana de Venezuela,
asomando claramente su convicción de que existe un elevado riesgo de impago,
Todo
lo que está ocurriendo es el resultado de muchísimos años de errores. Todos los
economistas lo venían advirtiendo. Pero ahora se ha acelerado en el marco de
una fuerte caída en los precios del petróleo. ¿Cabe aquí preguntarse, cómo es
que Venezuela no hizo ningún esfuerzo para disminuir su dependencia con
respecto al petróleo a lo largo del período de mayor afluencia de ingresos
petroleros? ¿Cómo es que desmontó el Fondo de Estabilización Macroeconómico que
existía para enfrentar los vaivenes en los precios del petróleo?
Por
otra parte, nada parece indicar que la escasez de bienes esenciales disminuya.
Por el contrario en la medida en que se agotan los inventarios la escasez
podría agravarse. Y ahora, en lugar de
crear estímulos para que aumente la producción, surge la sospecha de que podrían
estar planeando la venta de reservas de oro del BCV con el objeto de llenar los
anaqueles algunos meses antes de las parlamentarias.
Salidas
hay, desde luego, pero el oficialismo o no las entiende o no las acepta.
Dándole la espalda a la realidad, comprende sí,
a cabalidad, el costo políticos de las medidas que habría que tomar. Por
ello ha optado achacarle a una supuesta ¨guerra económica¨ y a una
conspiración interestelar la culpa de
todo lo que ocurre.
Aquí no hay ninguna guerra ni ninguna conspiración. Lo que se evidencia, cada vez de manera más contundente, es el rotundo fracaso de un conjunto de políticas económicas y de toda índole, que nos están aislando y que pretenden enrumbar al país, a cualquier costo, a un tipo de socialismo que nunca funcionó en el mundo donde sólo fue capaz de ofrecer pobreza y gobiernos autoritarios en las naciones que lo padecieron.
José
Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
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