“Despierta
y reacciona, es el momento” esta frase emblemática dicha por su santidad Juan
Pablo II en 1996 con motivo de su última visita a nuestra patria, viene como
anillo al dedo en estos tiempos de desidia generalizada o de falta de
compromiso ciudadano. Explicar qué sucede en Venezuela en estos momentos a
quienes no han tenido la oportunidad de vivir de cerca este proceso mal llamado
revolución, no es sencillo. Es que no se puede descifrar: ¿Qué ha pasado con el
venezolano? ¿Por qué no reacciona ante los constantes abusos? ¿Por qué ha
dejado que los malos políticos le manipulen de un lado y del otro?
Venezuela no parece haber sido muy afortunada
a la hora de elegir sus presidentes, aunque siempre habrá defensores de uno o
de otro, la realidad vista en números oficiales revela que nuestro país no ha
tenido ningún líder que se pueda considerar un auténtico estadista -en todo
sentido de la palabra-. Los fenómenos de la corrupción, la demagogia y la
politiquería siempre han estado presente en los gobiernos de la llamada cuarta
República y también ahora en la era de la "revolución del siglo XXI”.
Cansados de tantas promesas incumplidas por
la politiquería de los últimos años, los ciudadanos están clamando una tercera
vía que les ayude a recobrar la confianza y lleve el país al progreso.
Venezuela es un país sin norte claro y las declaraciones oficiales del gobierno
no generan confianza ni siquiera a sus propios seguidores. Al menos esto es lo
que han recogido las últimas encuestas, las cuales ya no sólo reflejan el
descontento de quienes abiertamente se declaran oposición al actual gobierno,
sino que también expresan como la popularidad del ejecutivo nacional dentro de
sus propias filas ha descendido y lo sigue haciendo porque ya no gozan de
ningún tipo de credibilidad.
La crisis económico-social es evidente, no
hay forma de que el gobierno sea valorado positivamente en la implementación de
sus políticas públicas. La inflación, la escasez, los controles cambiarios y de
precios aunados a la falta de seguridad jurídica, la corrupción y la violencia
desatada hacen un cóctel tóxico para cualquier nación. Y no se puede excluir de
su responsabilidad a un gobierno que ya lleva “16 años continuos en el poder”.
Ya no sirve de nada echar culpas a los que el
ex presidente Chávez llamaba “la cuarta república”, hoy los propios números
oficiales y la realidad misma reflejan que “la quinta” no ha sido mejor, que la
corrupción sigue siendo un grave problema y que la nueva clase política es tan
mala e ineficiente o incluso peor que las anteriores.
“Mercado hasta donde sea posible y Estado
donde sea necesario”
A principios de los años 90´ tomó fuerza una
filosofía política denominada “la Tercera Vía”, que argumentaba que en un mundo
caracterizado por cambios económicos, sociales, políticos y ecológicos
profundos, la democracia social, de querer sobrevivir, requeriría de
estrategias distintas. Esta realidad no parece haber cambiado mucho en nuestro
país, Venezuela se encuentra hoy sumergida en una crisis global, no sólo en lo
político y económico-social, sino también en la generación de líderes políticos
con nuevas visiones, apartados de la tradicional clase política que en una u
otra época siempre se ha caracterizado por ser un grupúsculo de demagogos
aprovechados que despilfarran los recursos de la nación.
Hoy Venezuela se enfrenta a uno de los
mayores retos de su historia política, reencontrar el rumbo perdido y volver a
ser el país líder de Suramérica que una vez llegó a ser, para ello se requiere
de una nueva clase política que genere confianza, que innove con ideas que
fomenten la producción nacional y fortalezcan todas las áreas de desarrollo con
las que cuenta nuestro país. Que promuevan la adaptación a la actualidad de la
frase “Mercado hasta donde sea posible y Estado donde sea necesario”, para así
entender que el Estado no está para intervenir en áreas que no le competen sino
para supervisar y colaborar en el funcionamiento eficiente del mercado.
Nuestro país requiere de un nuevo liderazgo
político y así lo anhelan sus ciudadanos, una nueva clase política que sepa
cómo crear los puentes entre la triste y paupérrima realidad y un futuro
próspero. No se puede seguir confiando en los políticos tradicionales, la
mayoría de un lado y del otro ya nos han demostrado que no tienen nada nuevo
que ofrecer.
Edder Ferreira Pérez
@EdderFerreira
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