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lunes, 16 de marzo de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, HIPOCRESÍA DE “REVOLUCIONARIO”, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

En nombre del Libertador Simón Bolívar, se cometieron los más terribles delitos de naturaleza moral y política sin que la ética, la honestidad, la honradez y  la decencia pesaran sobre la mortificación amarga y rencorosa que cabe al actuar con hipocresía.

HIPOCRESÍA DE “REVOLUCIONARIO”

A pesar de considerarse la hipocresía un pecado en la perspectiva de la moralidad, es una ventajosa virtud política. Tanto que se habla de hipocresía política, pues su ejercicio le despeja los caminos a la demagogia para crecerse entre las adversidades propias de toda confrontación. Para muchos, la hipocresía es el cauce por el cual corre la diplomacia. Sobre todo, cuando es necesario disimular actitudes en medio de conflictos declarados ante los cuales resultaría contraproducente dejar de ganar el espacio político previamente calculado y maduramente codiciado. Por eso, la hipocresía si bien le ha servido al fanfarrón para aprovecharse de las ideas de otro y así lograr su malsano propósito, igualmente le ha sido útil al político de oficio para llenar al mundo de falsas promesas.

El politiquero en su afán por obtener lo que no puede alcanzar por la vía permitida democráticamente, encuentra en la hipocresía la manera expedita de hacerse de una imagen mediante un disfraz forrado en mentiras y elaborada de engaños. De seguro, el mundo de la política está abarrotado de ejemplos que, por su tamaño, se han convertido en referencia útiles al estudio de problemas circunscrito por la hipocresía. El caso Venezuela, ha adquirido una notoriedad  extrema dada la controversial crisis económica y social que devino de una gestión política que llegó a contar y sumar divisas que, proporcionalmente, triplicaron los recursos a partir de los cuales Europa logró reconstruirse luego de la Segunda Guerra Mundial. El trillado “socialismo del siglo XXI” le ha venido “al dedo” a quienes, desde un comienzo, se rasgaron las vestiduras al dárselas de “revolucionarios”. Peor aún, de “revolucionarios bolivarianos”.

En nombre del Libertador Simón Bolívar, se cometieron los más terribles delitos de naturaleza moral y política sin que la ética, la honestidad, la honradez y la decencia pesaran sobre la mortificación amarga y rencorosa que cabe al actuar con hipocresía. Particularmente, al margen de condiciones de vida establecidas por la Constitución Nacional cuando exalta valores esbozados como razón del ordenamiento jurídico en el marco de un aludido Estado democrático y social de Justicia y de Derecho que pareciera haberse quedado sólo para uso de su formal transcripción. Y por supuesto, de discursos que apenas conmueven a unos pocos ilusos pues los dirigentes de gobiernos saben cómo zafarse de tan puntuales amarres.

Lo que ha venido sucediéndose en los últimos tiempos, en el marco de una “histeria patriotera” es ordenada por la radicalización de la cuestionada “revolución” con la clara intención de arrasar con la que había quedado de la institucionalidad democrática al término de 2012. Para ello, quienes así procedieron a instancia del libreto preparado bajo el abrasador sol del Caribe, no consiguieron mejor recurso que en la hipocresía política la cual ciertamente funcionó como metodología de la dominación, la opresión y del despotismo.

Sin embargo, la hipocresía no fue del todo eficaz para encubrir a violadores de derechos humanos, corruptos, asesinos y trepadores, de cara a la labor de observación de instituciones democráticas basadas no sólo en preceptos constitucionales nacionales. También, en legislaciones del Derecho Internacional que condenan hechos relacionados con la violación de libertades y atentados contra la justicia, el orden y la paz. Ni siquiera la bandera tricolor de ocho estrellas ha sido suficiente para que el régimen oculte verdades de perogrullo que en nada restringen el concepto de soberanía nacional, de independencia. Ni tampoco, de autodeterminación nacional.

La corresponsabilidad, la cooperación y la solidaridad, juegan importantes posiciones en la difícil situación que ha caracterizado a Venezuela en el fragor de un régimen empeñado en burlar criterios de ética política y de integridad moral y territorial sin importarle los efectos que de dichos problemas se han deparado económica, política y socialmente. Mientras la población anda a la deriva viviendo problemas de escasez y carencias que inciden sobre la dieta y por tanto en su calidad de vida, el régimen continua aferrado a esquemas de proselitismo barato apoyándose en una costosa hipocresía ateniéndose a prácticas totalmente descarnadas en cuanto a la indolencia que reflejan sus efímeras respuestas. Y eso, cuando las hay. De resto, sus funcionarios y dirigentes sólo asumen un comportamiento que demuestra una impúdica y grotesca hipocresía de “revolucionario”.

VENTANA DE PAPEL

¿SOBERANÍA NACIONAL O SOBERANOS TONTOS?

EL ESEQUIBO ES VENEZOLANO
Tanto manifiesto exaltando el patriotismo como actitud, para aterrizar en una de discurso patriotero. El régimen, o anda confundido sin norte claro respecto de conceptos tan fundamentales como soberanía, independencia,, integridad territorial y autodeterminación nacional, o sigue un libreto según el cual está dándole “rienda suelta” al desorden administrativo y de gestión geopolítica con intenciones de llegar a un punto en el cual la vida del país entra en un estado de indefensión casi absoluta. De ser este último objetivo el que habría de regir las actuales realidades, se estaría en la antesala de lo que en teoría política se define como “situación de incierto efecto”. O sea, que no es otra que aquella determinada por la incontinencia de capacidades que busquen el reordenamiento de las realidades enteramente disgregadas política, social y económicamente.

Este exordio cabe a propósito del problema de ausencia de autoridad que deja ver cuando se revisa lo que ha acontecido en medio de territorio venezolano (bajo reclamo) por parte de empresas internacionales de exploración y producción petrolera avaladas por decisiones del gobierno de la República Cooperativa de Guyana. Empresas del calado tecnológico y de la fuerza  financiera como Exxon Mobil (de bandera  norteamericana) y Shell (de bandera angloholandesa), instalaron equipos de exploración (en principio, aunque con miras de explotación) en suelo en reclamación. Así estarían violándose acuerdos internacionales firmados entre ambas naciones y en presencia de agentes de “buenos oficios” resultando en consecuencia lo que se denominó el Acuerdo de Ginebra firmado hace casi cincuenta años. Dicho Acuerdo resolvía problemas como el de no llevar adelante ninguna acción que fuera expresión de actitudes de soberanía nacional hasta que el problema limítrofe no se resolviera en otras instancias de alzada. Los gobiernos socialdemócratas de los años subsiguientes, si bien no se abocaron con la debida exactitud a minimizar la pugna de límites entre ambos territorios mediante el cotejo jurídico–legal de propuestas y contrapropuestas, tampoco dejaron enfriar las negociaciones. Sólo fue hasta entrado el gobierno militarista en 1999, cuando éstas comenzaron a tomar un rumbo tan inesperado que, por maquinados subterfugios, todo condujo a una súbita congelación que terminó afectando principios tan fundamentales como aquellos sobre los cuales se deparó el espíritu de la Constitución de 1999.

El anquilosamiento a la que se ha aventurado Venezuela, incitó la avaricia de funcionarios guyaneses a tomar de por si decisiones que comenzaron a hacer mella en la soberanía venezolana. A medida que la inercia del régimen venezolano fue avanzando, el gobierno guyanés deja ver su ambición por “hincarle el diente” a unas reservas y a un territorio rico en recursos naturales  sin que ello llamara la atención de un país entregado al electoralismo. Asimismo, agobiado por crisis de distintos órdenes que consumieron fuerzas, recursos y capacidades. Y que además, comprometieron disposiciones de la administración pública nacional.

Esto hizo que Guyana se arrogara una serie de libertades que surgieron de la avidez por crecer y consolidar su economía usufructuando y usurpando derechos que creyó de sí sin que una intervención venezolana le hiciera caer en cuenta de la fantasía geopolítica que ha estado viviendo. Cabe decir que estos sucesos son el resultado de un política “entreguista” en muchos sentidos por parte del régimen militarista venezolano. Mientras éste hace distintos aspavientos por la declaración del gobierno norteamericano respecto de las sanciones que habrá de aplicar a venezolanos inculpados en presuntos delitos, el país político reclama por la autoridad necesaria ante tan delicada situación. ¿Es un problema de soberanía nacional o acaso resultado de la indiferencia de soberanos tontos?

 “Cuanto más hipócrita es un dirigente político, más le cuesta actuar con honradez y de la mano de la humildad”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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