Ese
es uno de los tantos episodios que la
historia recoge sobre los extremos a que se puede llegar cuando el hambre
acecha. Políticas económicas equivocadas y no decidir rectificaciones a tiempo
(Luis XVI se negaba a las reformas propuestas por Turgot, Necker y Calonne, sus
ministros de Hacienda) conducen a situaciones-límites, insostenibles, que están
por debajo del umbral de gobernabilidad.
El
régimen que impera en Venezuela desde hace 16 años está aferrado a un modelo
económico que ha causado el desastre actual. Aquí, el desabastecimiento de
bienes básicos crea el ambiente para que el pueblo también se “desespere” y se
“pelee”, no sólo por el pan (caso de la harina de maíz precocida), sino por la
mayoría de los bienes de consumo masivo, y que ahora, con la caída de alrededor
del 50% del ingreso petrolero, hacen compras mayores por el temor, nada
irracional, de que cada día que pasa será más difícil adquirirlos.
Las
colas kilométricas que hay a las puertas de los supermercados y abastos, tanto
en los privados como en los del sector público, que el gobierno atribuye a una
supuesta “guerra económica” de sus también supuestos adversarios, son el
resultado de una política cambiaria con una moneda sobrevaluada que desalienta
la producción interna, golpeada además por las expropiaciones de fincas y de
industrias; son el resultado de un control de precios que inhibe al capital
privado a invertir para producir bienes que después venderían con pérdidas; son
el resultado de que el país, por la crisis petrolera, va a disponer de
bastantes menos divisas para las importaciones a que obliga nuestra economía
monoproductora; son el resultado, en fin, de la infeliz gestión económica de un
régimen incompetente y corrupto que, por si fuera poco, también malversa y
regala dinero y recursos a sus
compinches del exterior.
El drama de la escasez se presenta y representa todos los días. El escenario son los anaqueles comerciales vacíos. Los actores, en busca de tablas de salvación, somos los venezolanos. Entre tanto, el régimen agoniza, y sobrevive y marcha por inercia.
Carlos
Canache Mata
canachemata@gmail.com
@CarlosCanacheMa
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