En Copei estamos presenciando un nuevo liderazgo que acepta el desafío como
fascinante tentación. Un Copei renovado que mira hacia el horizonte abierto, ofreciendo piso leal a los que sin urgencias
atropellantes saben a tiempo empinarse y darles afanes misioneros a quienes
están llamados a puntear el porvenir. Un
Copei que emerge de manera natural, sin traumatismos ni esperas
marchitadas; un Copei convocado desde
las tumbas de sus grandes dirigentes nunca muertos, para esas nuevas
generaciones que vienen iluminadas con las antorchas que a su tiempo les fueron
entregadas para que no cesaran el combate.
Un Copei cargando sobre sus hombros la tarea de unir esfuerzos,
voluntades y coincidencias entre todos los venezolanos para enarbolar las
banderas de la reconstrucción sobre las ruinas de un presente oscuro.
Se cuentan por montones -tanto de la derecha como de la
izquierda- los partidos que se hundieron
en el fango de la inconsecuencia y la traición. Copei en el ejercicio del poder tuvo sus
desaciertos y aciertos,
interpretando su rol democrático,
sin manchar sus verdes banderas ni tener que avergonzarse de debilidades
totalitarias. Su nuevo liderazgo ha asumido el peso de toda
esa historia para profundizar el valor de la democracia circunstancialmente
detenida. Su 69 aniversario es la
ratificación del compromiso que se asume ante el grito angustioso de la patria
que está a punto de aflorar -desde su
vientre- una nueva esperanza.
No hay tiempo para la espera ni oportunidad
para el titubeo. Los que duden, que
despejen el camino, la lucha es de convicción profunda. Es el momento para rebelarse contra los
intentos mercenarios que amordazan la libertad.
Con todos los pecados que sirvieron de puente al paso de la dictadura
hoy implantada en el país y que por supuesto constituye reflexión diaria para
toda la dirigencia de los partidos, los
venezolanos no podemos menospreciar lo que significa la existencia de las
organizaciones políticas como
estructuras en torno a programas y compromisos de naturaleza
ideológica. Sin ellas no sería posible la recuperación de las libertades y el restablecimiento del
sistema pluralista, donde cada quien exprese sus ideas y luche por ellas para consolidar la democracia y el orden constitucional.
El mejor homenaje que los copeyanos le deben rendir al pasado orgulloso, es levantar las banderas sobre el presente de
degradación y traiciones a la patria: vaya nuestro fraterno abrazo.
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
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