El gobierno acostumbra a generar las
situaciones más turbias que le son posibles, procurando desacreditar a todo
opositor o disidente. Apelando a la ya enfermiza monserga radiotelevisiva,
hincha sus ínfulas morales para ofender y ridiculizar a la población que lo
sufre, tiroteando el lenguaje, cuya descomposición habla de la que ya embarga
al propio poder.
La invitación cumplida con retraso por
Nicolás Maduro, mas no la comparecencia que ordena la Constitución, agravó su
situación, perdiendo la oportunidad de transmitir una versión clara de lo que
ha hecho y hará. Supuestos destinatarios inmediatos del mensaje, los
parlamentarios que apenas cupimos en el hemiciclo protocolar, anegado de todo
el alto funcionariado y sus más importantes relacionados, constatamos la
inseguridad, vacilación y torpeza de un orador que agotó las consignas para
sentenciar que la divina providencia –sencillamente – proveerá, incurriendo en
una confesión a la que jamás mandatario alguno se atrevió desde tamaña tribuna.
Escurridizo, apeló a la discusión
generalizada del aumento de la gasolina, obvio, entre los más cercanamente
suyos, despuntando la cobardía, cuando el país no lo concibe ni tolera
precisamente deliberante, atenazado por la censura y el bloqueo informativo. E,
irreprimible, al mismo tiempo el país delibera, llamando a la realidad por su
nombre, víctima del monumental fracaso del mismo gobierno que tiene más de una
década y media, incluida la terrible indecisión del que funge como jefe de
Estado.
Exhaustos los laboratorios oficiales,
intentando las estridencias de un escándalo de distracción, busca manchar a la
oposición que, a veces, es necesario reconocerlo, da motivos para la confusión.
Al faltar argumentos, sobran las ofensas, denuestos y excentricidades en el
esfuerzo temerario de defender lo indefendible.
Un régimen que, además, está dispuesto a
aceptar las condiciones más leoninas para endeudarse con China, Rusia o
cualesquiera otras potencias que le hagan el desesperado favor, quedando el
Fondo Monetario Internacional (FMI) cual Orden de Carmelitas Descalzos, urge de
las más caliginosas campañas para prolongarse. Por supuesto, con su particular
Consejo Nacional Electoral (CNE), desafía a una población a la que cada vez más
pretende cerrarle las puertas democráticas para expresar su inconformidad,
descontento e indignación.
Por cierto, la sola preocupación por los
presos políticos venezolanos, enaltece a los ex – presidentes Andrés Pastrana,
Sebastián Piñera y Felipe Calderón, quienes son víctimas del corroído y
desesperado verbo oficialista. El intento de visitar a Leopoldo López en Ramo
Verde, faltando poco para los culatazos, como dijera en las redes sociales
Iruña Urruticoechea, deja notariado el drama que atravesamos los venezolanos.
Y, permitiéndonos expresar un sentimiento, el
caso concreto del presidente Piñera constrasta con muchos de sus compatriotas
socialcristianos y socialistas que, por estos años, han aportado poco o nada al
esfuerzo de reivindicación de la democracia y las libertades en Venezuela, a
pesar de la activa solidaridad que tuvimos con ellos en los tiempos de
Pinochet. Vaya nuestro merecido aplauso para Sebastián Piñera, quien tiene más
sentimiento latinoamericanista que aquellos que se ufanan.
Luis Barragan J.
luisbarraganj@gmail.com
@LuisBarraganJ
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