A Salazar Biondy, in memoriam
Jorge mató a Wilmer
Pedro
mató a Jorge
Leandro
mató a Pedro
entre
cinco acribillaron a Leandro
y
también murió
con
un huequito en el pecho
y
el plomo rebotando
entre
las costillas y los pulmones
la
niña Belkis
quien
jugaba íngrima
saltando
compartimientos
de
ilusión y de tiza
y
ahora ni siquiera
el
presidente de la república sabe
quien
va a ver
la
telenovela conmigo
todas
estas largas noches
que
le quedan al municipio.
José
Pulido
ENRIQUE VILORIA VERA |
La
capital de la Bolivariana Patria es roja por los cuatro costados y a toda hora.
Día tras día se colorea más y más y más de rojo, no el de las franelas y boinas
que es la vestidura impuesta por la intolerancia, sino del color propio de la
sangre que brota indetenible de cuerpos y más cuerpos que una morgue precaria
escasamente puede recibir y autopsiar.
En
Caracas la horrible, la sangre no se analiza ya por factores sanguíneos, el ORH
positivo o negativo es asunto clínico del pasado cuartorepublicano, ahora, en
la revolución bolivariana, se distingue la sangre por edades, sexo, oficio o
profesión.
Inveteradamente,
cada mañana la urbe amanece salpicada de sangre ajena e inocente, calles,
escaleras, centros comerciales y avenidas, reciben a mansalva litros de sangre
proveniente de los jóvenes masacrados por ajustes de cuentas, de los chóferes
de taxis o autobusete que fueron asesinados en plena ruta y a la vista de todos
los pasajeros, de los niños y adolescentes que se resistieron al atraco o se
interpusieron en el camino de una perdida bala, de los resistidos a los
secuestros express, de la de los escuálidos que quedan a merced de la
justiciera respuesta de los armados círculos y escuadrones encargados de
defender la Revolución. De seguir la matazón indiscriminada y generalizada –
culpa exclusiva de la sociedad y no de un gobierno que acumula más de cien mil
víctimas – Caracas, la horrible, será por siempre la querida y anhelada por
nuestros gobernantes: roja de noche, rojita de día, roja, rojita a toda hora y
en todo lugar
Roja
rojita la calle, rojo rojito el dolor, roja rojita la rabia, rojo rojito un
futuro que nadie quiere porque al no poder hacerse más la vista gorda, los
caraqueños se han convertido en recientes daltónicos que ya no aprecian el rojo
– rojito, y andan en busca de otros colores que pacifiquen la monstruosidad en
esta horrible ciudad.
Enrique
Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV
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