JESÚS ANTONIO PETIT DA COSTA |
A una tiranía, máxime si la ejerce un
gobierno títere de otro país, se le hace resistencia, porque en este caso
oposición es colaboracionismo que le sirve para simular democracia
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En una democracia existen gobierno y
oposición, que se alternan en el poder. Sin alternancia no hay democracia, sino
tiranía. En una democracia la oposición accede al poder por la vía electoral,
lo cual es posible porque las elecciones son justas: sin ventajismo y sin
fraude. Sin elecciones justas no hay democracia. En una tiranía las elecciones
son una farsa, por el ventajismo y el fraude. Por ello a la tiranía no se la
derrota electoralmente cuando está en juego el poder, como lo demuestra la
historia de Venezuela, sino se le pone fin por otro medio: la guerra civil en
el siglo XIX y la rebelión cívico-militar en los siglos XX y XXI (23 de enero
de 1958 y 11 de abril de 2002). No existe una oposición en la tiranía, ya que
oposición implica alternancia. Los que se oponen a la tiranía se organizan en
resistencia. Efectivamente “resistencia clandestina” se llamó la que se organizó
contra la anterior tiranía, la que creíamos que sería la última. Esa
“resistencia clandestina” (porque toda resistencia a una tiranía adopta la
forma de organización clandestina) fue la que preparó la rebelión
cívico-militar.
Tres circunstancias nos diferencian de
entonces. La primera, aquella tiranía era ejercida por un gobierno
nacionalista. La de ahora es ejercida por un gobierno títere de otro país. La
segunda, aquella tiranía era anticomunista, pero sólo de actitud pero sin
adoctrinamiento ni fanatismo. La de ahora es comunista, con adoctrinamiento y
fanatismo. La última, no hubo partido que se prestara a elecciones
fraudulentas. No hubo partido colaboracionista.
Estas tres circunstancias asemejan nuestra
situación a la Francia ocupada por Alemania. Somos un país ocupado por Cuba, la
cual ejerce el gobierno decidiendo la política interior y exterior. Pero la
ocupación cubana no se hace con tropas bajo un jefe militar cubano. Se hace
poniendo un gobierno títere. Recordemos que la ocupación alemana se acompañó
del adoctrinamiento para crear el fanatismo nacional-socialista (nazi). Del
mismo modo, la ocupación cubana está acompañada del adoctrinamiento comunista a
todos los niveles. Aún más traslada a Venezuela su sistema político, económico
y social, del cual es mera copia, lo que nos ha llevado al colapso general.
Todo se ha hecho sin obstáculos pero disfrazado de democracia, para consumo
externo, contando con la eficaz colaboración de los “colaboracionistas”, que al
igual de sus pares franceses inducen a la cobardía y condenan la rebeldía,
alegando que nada se puede hacer excepto ocupar los espacios que cede la
tiranía. Esta fue la justificación del gobierno de Vichy y de la traición a la
patria del Mariscal Petain.
Tal como en la Francia ocupada por Alemania,
existen aquí tres fuerzas políticas. Cuba representada por los títeres que le
sirven. Alrededor suyo, los “colaboracionistas” que le hacen el juego
sirviéndoles de comparsa. Estas son las dos fuerzas políticas de la ocupación
cubana. La tercera fuerza es la resistencia, a la cual podemos definir como el
conjunto de movimientos sociales y políticos que tienen por objetivo la
liberación de Venezuela, en su triple sentido: liberarnos de Cuba, del
comunismo y de la tiranía.
La resistencia francesa nos enseña que,
tratándose de un país ocupado, es absolutamente necesaria la alianza
cívico-militar. Ante todo, un líder militar que haga el “llamamiento”. Fue el
papel de De Gaulle, que siendo militar se diferenció de los traidores. Y al
mismo tiempo la resistencia propiamente dicha, organizada y dirigida por
civiles. Cuentan los historiadores: “los resistentes fueron hombres y mujeres
de todas las edades, aunque a menudo jóvenes, incluso muy jóvenes
(adolescentes). En su gran mayoría
tenían un oficio y una vida de familia. Había universitarios, maestros,
periodistas, ingenieros, curas, obreros, tenderos, artesanos. Sólo una minoría
vivía a tiempo completo en una total clandestinidad.” Eran la vanguardia, una
minoría que actúa como dinamo del sentimiento popular. La resistencia francesa
no tuvo en sus filas siquiera al 2% de la población y le bastó para derrotar a
los alemanes. La venezolana en la anterior tiranía, mucho menos y bastó para
derrocar al tirano.
Pero aclaremos. Mientras la resistencia
francesa contra la ocupación alemana fue armada, la resistencia venezolana
contra la ocupación cubana no puede serlo. Debe seguir el modelo de la que se
hizo contra la anterior tiranía: usar todos los medios de lucha pacíficos,
sobre todo la calle, aprovechando todas las oportunidades que se presenten
hasta alcanzar el objetivo. Es mi consejo.
Jesus
A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta
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