No hace mucho en la entrada al túnel de la
Trinidad, en Baruta, apareció un grafiti en letras negras y grandes que decía:
CRISTO VIENE. No pasó mucho tiempo cuando, debajo del escrito y también en
letras grandes y rojas, alguien escribió: …………Y VIENE ARRECHO.
Hago esta alusión para tratar de comprender y
resaltar la venida de Cristo, hace 2.014 años y la aparición del Papa Francisco
como sucesor de San Pedro.
Millones de años tiene nuestra morada
terrenal desde su creación por Dios Todopoderoso y un largo período tiene el
ser humano en evolución y en busca de su semejanza a Dios.
Pareciera que a medida que el hombre
disfrutaba de las bondades que Dios le dio para habitar y convivir en esta
tierra, en lugar de mantenerla y mejorarla, con su muchas excepciones, no sólo
se convirtió en su propio destructor sino que personalmente se fue alejando,
afincándose y pisando sobre sus propios pecados, de la misión que le
correspondía y de la visión, que como expectativa tenía Dios del ser humano,
por él también creado.
Esa galopante involución del ser humano sobre
su tierra obligó a Dios a enviar un Mesías, llamado Cristo, haciéndolo, humano y semejante a los demás en el primer
año de esta era, para que con sus mensajes a través de parábolas, acciones y
palpables y visibles milagros, los habitantes de algunos pueblos de la época,
recibieran, de su propia voz, las lecciones para un mejor convivir con amor,
paz y respeto mutuo, con base a los Mandamientos que Dios nos dejó en manos de
Moisés.
Cristo, como ser humano y con una misión bien
definida, trató de cumplirla y la cumplió, si se quiere a medias, al punto de
que por incomprensión de algunos fue salvajemente crucificado, entregándonos de
esa manera su vida. Por ser hijo de Dios, resucitó, regresó y se sentó al lado
de su Padre. Desde allí han estado viendo la evolución de los seres humanos y
la grandísima e infatigable labor de sus sucesores, los apóstoles y sus
seguidores, muchos de los cuales también entregaron su propia vida en el
cumplimiento de su misión: sembrar la Palabra de Dios. Finalmente, de acuerdo
al Credo, “han de venir a juzgar a vivos y muertos”
Pasando los años, las centurias y los siglos,
se multiplicaron los multiplicadores y la palabra de Dios fue llevada a otros
pueblos y a otros continentes. Dios, nuestro Dios y único Dios fue, paso a
paso, y pisando los apóstoles las verdaderas palabras, fueron desplazando a otros dioses mitificados
en piedra, luna, sol, estrella, león, cerro, rayo, truenos, por lo que,
millones de seres humanos se aferraron al Dios del humanismo y del
cristianismo.
Igualmente, pasando años, centurias y siglos,
pareciera que a pesar de los millones de seguidores en el mundo a la palabra de
Dios, continuó sin cesar tanto la destrucción del ambiente creado por Dios como
la ignorancia de su palabra, multiplicándose las salvajes luchas entre seres
humanos por ambiciones terrenales y, lo que es peor, por la guerra fratricida
por convicciones religiosas. Dios si bien se multiplicó para llegar a todos las
regiones del planeta, el ser humano también lo dividió. Esa peligrosa división
en la creencia de Dios nos ha llevado a sangrientas luchas entre hermanos.
Hoy no sabemos si el ser humano perdió el
amor o el temor a Dios.
Imaginándome a Dios en su trono, a su derecha
a Cristo y a la izquierda a la Virgen, me parece que están discutiendo si llegó
la hora del Juicio Final o la de otra oportunidad, enviándonos un nuevo Mesías.
Personalmente me inclino por esta última, un nuevo Mesías: FRANCISCO, quien ya
inició, con creces la misión encomendada.
Jorge Mario Bergolio, nombre seglar del Papa
Francisco, ha demostrado desde el primer día de su papado, el 13 de marzo de
2013, ser un “Papa diferente”, siendo buen ejemplo de la diferencia, su
humildad y sencillez y una marcada actividad hacia los marginados y sufrientes.
Le ha tocado al Papa Francisco una época bastante difícil en cuanto a lo
político, económico, social, ambiental, cultural y militar en todo el mundo.
Por sobre todo le corresponde participar activamente en la lucha entre
religiones, quizás la más fanática y cruel.
Hoy por hoy, y en sólo 10 meses está
considerado como uno de los hombres más influyentes. Tiene voz y es oído por
Mandatarios de los más importantes países del mundo. Sigilosamente se mueve
entre sus labores pastorales y las negociaciones entre países para la búsqueda
de soluciones. No tiene” pepitas en la lengua”, “al pan, pan y al vino, vino”.
Comenzó como lo debe hacer un nuevo
inquilino: limpiando primero la casa; por esa razón la prensa mundial destaca
la incomodidad que manifiestan algunos cardenales a quienes no duda en
quitarles el enchufe.
Francisco es un Papa que bien entiende la
diferencia entre el Estado Vaticano y la Iglesia. El Estado es el cuerpo, la
Iglesia es el alma. Para él, el Estado es temporal, pero la Iglesia es eterna.
Por ella y para ella vive. La riqueza de la Iglesia está en el alma de todo
cristiano, la del Estado está en sus bienes materiales. No dudemos si el Papa
Francisco, más pronto de lo que pensemos, comienza a subastar inmensas riquezas
materiales que se encuentran escondidas en decenas de miles de capillas,
santuarios, iglesias y catedrales en todo el mundo, para la materialización,
también en todo el mundo, de orfanatorios, hospicios, ambulatorios, escuelas,
talleres de confección, campos deportivos, granjas y tantas otras obras para
los necesitados que le den vigencia a las palabras de Andrés Eloy Blanco: “El
Cielo no se gana apartando nuvecitas con el paraguas y atropellando angelitos
con los pies, el Cielo se gana ayudando a los demás a ganar la tierra”
En fin, no sabemos la misión que Dios le
tiene encargada al Papa Francisco, lo que sí es cierto es que él se fijó una
misión muy cercana a la iniciada por Cristo. También es cierto que Cristo
viene, enfurecido, irritado o colérico representado por el Papa Francisco.
A los católicos y creyentes en Dios sólo nos
queda rogarle, a través de nuestras diarias oraciones, porque le conceda al
Papa Francisco vida saludable a sus años porque él sabrá, con pasión y mucha
fe, poner toda su voluntad y llegar a los máximos sacrificios para dar, en
comunión con millones de acompañantes en todo el mundo, los pasos iniciales en
la renovación de la Santa Iglesia para la complacencia de Dios y el bienestar
de sus hijos en la tierra.
(*)
amer. col. Enfurecido, irritado o colérico
Daniel Chalbaud Lange
vonlange1939@gmail.com
@danielchalbaudl
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