No te quejes si tienes que luchar. Es tu hora. Sin batalla no hay victoria. Chiara Lubich
ÁNGEL LOMBARDI BOSCÁN |
El
poder arbitrario, el bárbaro, ese que se nos ha instalado en el país, prefiere
actuar bajo las sombras y cohabitando con el disimulo. Hoy más que nunca la
Constitución vigente, la bolivariana, la del año 1999, nos luce como una gran
fábula. El PSUV, partido hegemónico de una oligarquía que se dice llamar
socialista, se ha mimetizado con el Estado y el Gobierno, es decir,
jurídicamente se han apropiado del país, la sociedad y sus ciudadanos.
La
filosofía del máximo legislador en la Asamblea Nacional en el debate para
asignar a los nuevos magistrados al TSJ, el Contralor General de la República,
Fiscal General de la República y Defensor del Pueblo fue ésta: “Jamás y nunca
han leído algún artículo de la Constitución porque no les importa (…) se
creyeron sus mentiras que van a gobernar (pero) más nunca van a gobernar en
Venezuela, están descalificados moralmente para gobernar este país”.
Olímpicamente
desprecian el comportamiento democrático civilizado y condenan al ostracismo a
sus adversarios. Se dicen mayoría aunque en realidad se comportan como una
patota que aplasta y desprecia a quienes no se les arrodillen. A sabiendas que
todos los poderes se encuentran intervenidos se sienten en la obligación
irresponsable de ningunear o perseguir a sus opositores. Ya lo dejó establecido
el Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, para que exista democracia no puede
haber presos políticos.
Muchos
hemos creído otorgarle el beneficio de la duda al régimen a sabiendas que su
sobrevivencia pasa por acordar mínimamente para garantizar la gobernabilidad y
las grandes metas nacionales por encima de los intereses partidistas. Pero qué
va. Avanzamos dentro de la tormenta sin ningún salvavidas. Lo económico es hoy
una debacle por el inepto manejo gubernamental y en lo político se pasa por
arremeter despóticamente en contra de las pocas instituciones libres que aún
quedan, entre ellas algunas universidades, gobernaciones y alcaldías.
En
realidad, toda ésta parafernalia atropellante no es más que un signo de
debilidad en procura de blindar la aspiración hegemónica vistos los precarios
escenarios que vamos a tener en el álgido 2015.
Estas
navidades y fin de año pudieron ser propicias para dar inicio a la gran
reconciliación entre todos los venezolanos, ese gesto que trasciende a la
política mundana para convertirla en algo trascendente y con profundidad
espiritual. Adecentar la política en Venezuela sigue siendo la gran meta.
Hubiese bastado con un solo gesto para encontrar un rayo de luz en el horizonte
oscuro: la amnistía o libertad o todos nuestros presos políticos y de
conciencia. Otra oportunidad perdida, al contrario, los últimos acontecimientos
ahondan aún más en ésta herida abierta en que se ha convertido Venezuela.
Ángel
Lombardi
alr.lombardi@gmail.com
@angellombardi
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