SAÚL GODOY GÓMEZ |
Definitivamente,
el chavismo pasará a la historia como una de las expresiones
del crimen organizado actuando en el mundo político, con la
estructura y la formalidad de una organización partidista, rudimentaria
y muy básica, pero existiendo en un marco legal hecho a su
medida y con reconocimiento institucional por parte de los partidos de
la oposición, legalistas y leguleyos, que con la excusa de que existía
un orden constitucional, se hicieron cómplices de esos desalmados.
El
chavismo fue parte del proyecto de Fidel Castro para la toma del poder
en Venezuela, fue el brazo político de ese esfuerzo colonialista que,
muy lamentablemente, contó con el apoyo de nuestras FFAA, quienes en un acto de
traición a la patria y la más infame de las cobardías, rindieron sus armas al
enemigo invasor y arremetieron contra el pueblo.
Una
vez muerto el traidor Chávez, el chavismo entró en su etapa conocida
como ‘el madurismo’, conducida por el indocumentado y presunto
ciudadano colombiano, Nicolás Maduro, al que el PSUV, el partido
del chavismo, llevó a la presidencia de la república con la expresa
intervención del organismo electoral, el CNE, sumiso al régimen,
y con los votos de los más ignorantes e indoctrinados de los venezolanos.
Y aquí debo hacer una digresión, no por pobres
y necesitados se puede dejar de ser venezolano, entiendo que Chávez y su
régimen se hicieron pasar en un principio por patriotas y demócratas, y que la
fuerza de la propaganda comunista haya podido mantener la ilusión de que se trataba
de un grupo de venezolanos bien intencionados y al servicio del pueblo, pero
luego de un tiempo y dada las evidencias de corrupción,
salvajismo, intolerancia y demostraciones claras de que se trataba
de gente vendida a Cuba, se siguiera manteniendo la lealtad al líder
y su programa de destrucción del país, eso, es inaceptable.
Luego
de diez años de desastres, ha debido quedar bien claro para todos
con quien tratábamos, en lo personal fue deshonrosa y utilitaria la
actitud de aquellos que volvieron a votar por los vende patria, entregando
su dignidad por unas pocas monedas, jamás obtendrán de mí la comprensión y,
menos aún, el perdón. De
las primeras señales que dieron pistas claras sobre hacia dónde se dirigía
el régimen fue la abusiva y antidemocrática injerencia del Presidente
Chávez en las competencias del Poder Judicial, pidiendo sentencias
y penas por anticipado y en público, ordenando a los jueces en sus actuaciones
a complacer su capricho bajo amenazas de sacarlos de sus cargos, de
investigarlos y hasta enviarlos a prisión.
El
PSUV se encargó de cambiar a todos los funcionarios judiciales que no
le fueran afectos y obedientes, y condujo una política de terror sacando
del camino a cualquiera que incomodara la voluntad del partido,
utilizando hasta el atentado contra sus vidas, si fuera necesario.
Al
Tribunal Supremo de Justicia lo llenó con adeptos a la revolución, todos
pudimos presenciar a esos ´jueces´ gritando consignas de apoyo a Chávez en una
sección solemne, demostrando de viva voz dónde estaba su independencia.
La
interpretación de la ley empezó a ser torcida, sobre todo la Constitución,
que fue puesta al servicio de los revolucionarios, nuestras
libertades y derechos, uno a uno, fueron reducidos a permisos que el estado totalitario nos otorgaba… si le
convenía.
En
los tribunales los procesos se convirtieron en una ordalía de audiencias
suspendidas, de denegación al derecho a la defensa, de presentación
de pruebas y testigos falsos, para que todo se resumiera a
que el juez recibiera la llamada telefónica con la sentencia pre-cocida.
Los
abogados defensores se convirtieron en personas non gratas en los tribunales,
trabajando bajo amenazas y hostigados por la fiscalía, e incluso,
por el mismo juez; no era extraño que el abogado saliera de la
audiencia esposado con su cliente hacia una celda.
Pero
de todo este intervencionismo a la ley y sus instituciones, lo más
perverso e inhumano fue el trabajo de crear un sistema penitenciario
digno del infierno de Dante, el horror chavista hecho realidad.
Por
un lado, el chavismo necesitaba instaurar la pena de muerte en el país,
era urgente acabar con los elementos contrarrevolucionarios y con
las lacras sociales que impidieran el avance del socialismo; con aquellos
que no pudieran negociar había que aplicarles una solución final.
Las
cárceles eran perfectas para eso: establecimientos confinados, bajo
el resguardo del estado, lugares tradicionalmente violentos donde las
muertes son rutina; además, era un reservorio inagotable de asesinos
y criminales que podían ser usados para algunos trabajos de control
poblacional.
Maduro
tenia el especial encargo de Fidel de reducir drástica y prontamente
la población del país, para ello debía activarse un plan de
profilaxis social, de terror en las calles, utilizando al hampa común
para inyectarle miedo a la población y abandonaran el país.
Por
ello resultó de gran utilidad que la organización que existía en las
cárceles, el pran, una asociación tribal en torno a un líder y obligada
bajo juramento de sangre, para llevarla a los barrios y comunas
y dejar que se desarrollara impunemente.
La
aplicación sistemática de la tortura se hizo práctica común; bien publicitada,
servía de control a las actividades
políticas de la oposición,
especialmente de los estudiantes; en Cuba entrenaron a toda una cohorte de
torturadores especializados, sobre todo de la policía y la Guardia Nacional.
Con
esto, la maquinaria de terror chavista estaba garantizada: los presos
políticos, las torturas, el sicariato, las desapariciones, el secuestro,
el terrorismo judicial, todas estas actividades sustanciadas
y justificadas por la ley y las formalidades democráticas de
un gobierno que se ampara detrás de los derechos humanos, un disfraz
perfecto para ocultar un monstruo sediento de sangre.
Pero
hay un aspecto que quiero tratar de todo este vergonzoso asunto y es el papel
de las mujeres que “esta revolución de amor y humanista” les ha reservado para
la historia, que demuestra que, en los asuntos de causarle dolor y daño a la
sociedad, el llamado sexo débil se crece al momento de ser cruel y despiadado.
La
revolución ha nombrado, en puestos claves dentro de ese aparato de terror, a algunas mujeres signadas por un fanatismo y
un odio sin medidas;
no se de donde salieron, nuestra historia no tiene precedentes en sus acciones
y comportamientos tan inhumanos, con el evidente propósito de acabar con la
vida humana, de valerse de su autoridad
para, por acción u omisión, permitir que el estado totalitario cometa sus
crímenes de lesa humanidad con total impunidad.
Mujeres
acusando a mujeres, golpeándolas, disparando, atacando multitudes
desarmadas, sometiendo a jóvenes a la fuerza, haciendo requisas
corporales de la manera más salvaje, llenando de gases tóxicos
residencias donde viven familias con niños y personas de la tercera
edad; he visto mujeres en uniforme arrastrando a otras por los cabellos
en el medio de la calle.
A
las peores las han designado como jueces y fiscales, para que ninguna
denuncia prospere contra quienes tienen las armas, negando la justicia a los
venezolanos que pensamos diferente y no nos callamos, conduciendo procesos que
abusan de la autoridad que otorga el poder, llevándose por delante garantías,
derechos y libertades de ciudadanos inocentes, produciéndole un enorme daño a
la familia venezolana. Las he visto anunciando un nuevo y más humano sistema
penitenciario en medio de una masiva inmolación de presos que, buscando su
libertad, beben cocteles de la muerte; mujeres que se dicen socialistas que en vez
defender al pueblo se burlan de él; doctoras en la ciencia del derecho que
utilizan su conocimiento para esclavizar y explotar a la gente, con sus leyes
al servicio de la corrupción y la trampa; mujeres que cuentan los votos para
perpetuar a sus jefes en el poder; mujeres que arremeten en contra de la razón
y las buenas costumbres, que prefieren hacer negocios sucios con las medicinas
que ocuparse de curar a los enfermos, complacer a sus ‘machos’ revolucionarios
que hacer justicia, se complacen en ser protectoras de la moral pública cuando
en sus hogares son incapaces de mantener el mínimo decoro.
La
imagen de la mujer venezolana cambió de manera definitiva; esta revolución
de la miseria y la muerte se encargó de robarles a algunas de
nuestras féminas ese exquisito encanto que tenían para la vida y el romance,
para el trabajo, para el bien… entregándonos lo más odioso, bajo
y temible en la figura de la mujer revolucionaria. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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