MIGUEL A. MEGIAS |
El
término utopía se refiere a la representación de un mundo ideal como
alternativa al mundo realmente existente. En la mente de muchas personas hay
una concepción de cómo debería ser Venezuela, en cuanto a su organización
política, que es la noción de un estado federal (más adelante explicamos en que
consiste la federación). Las utopías, generalmente, tienen el carácter de una
concepción ideal, difícilmente realizable. De ahí nuestra interrogante: ¿es el
federalismo en Venezuela una utopía realizable?
Esta
pregunta surge como consecuencia de la conversación con un amigo, que cuestiona
la validez de nuestras fantasías sobre un posible “país federal”. Trataremos de
exponer nuestros argumentos.
Para
empezar, el artículo 4 de la Constitución dice, textualmente, “La República
Bolivariana de Venezuela es un estado federal descentralizado en los términos
consagrados en esta Constitución…”. Por tanto, al menos en su enunciado, la
organización política del país debería girar en torno a esta promesa. La
realidad es que, lejos de ser un país federal, Venezuela es altamente
centralizada; los estados y municipios gozan de algunas autonomías, sin duda,
pero aun así están lejos de conformar un verdadero estado federal.
¿En
qué consiste la federación? Tal vez el mejor ejemplo de estado federal es el de
los Estados Unidos de Norteamérica: un país que ni siquiera tiene nombre propio
y que además se le conoce comúnmente por sus siglas en inglés (USA). En ese
país, todos los derechos pertenecen a los estados. Y sólo algunos son delegados
al poder central, al Gobierno Federal. Los estados miembros tienen parlamentos
regionales que dictan leyes propias (en caso de colisiones, las leyes federales
tienen supremacía), sistemas educativos propios, pueden emitir sus propias
licencias de conducir (pero no pasaportes, que son prerrogativa del Gobierno
Federal), no hay un documento nacional de identidad (cédula en Venezuela),
pueden organizar el tránsito y todo lo relativo a vehículo, tierras, etc.; un
sistema de salud y policía propias, además de la capacidad de fijar impuestos
(excepto el impuesto sobre la renta, que es federal) y un sistema de justicia
regional (incluyendo un tribunal superior de justicia).
Otro
buen ejemplo es el caso de Alemania (República Federal de Alemania). Los länder
(equivalente a los estados de USA), disponen, al igual que en USA, de mucha
autonomía; poseen sus propios parlamentos, dictan sus propias leyes, crean sus
propias regulaciones y actúan en forma independiente del gobierno federal. En
España se dispone de un sistema parecido al federal, denominado “estado de las
autonomías”; actualmente hay grandes debates sobre como llegar al “estado
federal”, propiciados por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), que está
impulsando la “federalización” de España a fin de resolver, entre otros, el
problema independentista catalán.
Por
tanto, vemos que no solo hay múltiples formas de estados federales: Suiza,
también conocida como “Confederación Helvética”; Brasil como República
Federativa de Brasil; o México como Estados Unidos de México; Venezuela misma
fue, en un pasado reciente, un país “federal”. Desde 1864 hasta mediados del
siglo XX (1953), el nombre oficial de Venezuela era “Estados Unidos de
Venezuela”. Los sellos de correos dan buena fe de este nombre.
Lo
que todo esto significa es que la “utopía” con la que soñamos algunos
ciudadanos de este país pudiera ser fácilmente re-editada, siempre y cuando las
fuerzas políticas así lo comprendan y lo demanden. Llegar a un estado federal
no es una fantasía, es algo alcanzable en un tiempo –no sabemos si corto o
largo.
¿Cuáles
son los obstáculos y que beneficios se obtendrían? Actualmente, con un gobierno
que es centralista y que ha anulado algunos de los logros de los gobiernos
previos al chavismo, esta pretensión es imposible. Sería como nadar contra
corriente, en un sistema en el que el poder central quiere –y puede- abarcarlo
todo y controlarlo todo. De manera que, de momento, la ilusión del federalismo
es eso, mera ilusión. Pero ningún régimen, por fuerte y poderoso que sea dura
eternamente. Algún día, el sistema de gobierno instaurado por Hugo Chavez y
continuado por Nicolás Maduro, llegará a su fin. No sabemos cuando sucederá,
pero si sabemos que sucederá. Recordemos que Hitler creo un estado
nacionalsocialista que duró apenas desde 1933 hasta 1945. Y sin embargo, según
ellos, el Tercer Reich duraría mil años. No hay gobierno ni dictadura eterna
-aún cuando el caso de Cuba así lo parece. Tarde o temprano los tiempos
cambiarán. Debemos, los creyentes, difundir y propagar las ideas federales para
instaurarlos en tiempos más propicios.
¿Cuáles
son los beneficios de un sistema federal? El principal beneficio, según nuestra
óptica, sería el de la profundización de la democracia. Al tener los estados
mayor autonomía, al disponer de mecanismos que aseguren a los habitantes de
cada región un gobierno más directo y responsable, tendríamos asegurados
mayores beneficios para la población. Tomaremos un par de ejemplos, para
ilustrar las ventajas del federalismo: educación y salud.
La
educación actualmente es dirigida en Venezuela, como ha sido tradicional por
muchos años, por un ministerio central, localizado en la capital, Caracas, que
dicta las pautas y las normas, contrata el personal y controla (o trata) hasta
el más minúsculo detalle del quehacer de escuelas y maestros. Esto debe
cambiar. La educación estadal (y municipal) debe ser controlada y supervisada
no por el centro, como ahora, sino por los estados. El Ministerio del Poder
Popular para la Educación (MPPE) debe ceder los espacios a los estados,
convertirse en un ente técnico para las estadísticas, la investigación de los
nuevos métodos de enseñanza y como guía, pero nunca como imposición. Los miles
de maestros que dependen actualmente del MPPE deben ser incorporados a las
regiones (con su correspondiente presupuesto), para que sean los entes locales
los que los controlen y dirijan. La meritocracia y regulación laboral de los
trabajadores de la educación debe ser asignada a los estados. La nivelación de
sueldos y condiciones debe atenerse al rendimiento y trabajo, según criterios
locales, y no a una orden ministerial o a negociaciones nacionales que imponen
condiciones que no se corresponden con las realidades locales. Por ejemplo, un
maestro o profesor que vive en Caracas no puede tener el mismo sueldo que otro
que habita en un remoto rincón de Venezuela. Y las materias que se deben dictar
en, digamos, los Andes no pueden ser iguales a las del oriente venezolano,
dadas sus características y realidades locales, que son muy diferentes. En los
Andes, adicionalmente, hay que enseñar asuntos que conciernen a la agricultura
y en oriente a materias de pesca (son sólo ejemplos, claro).
En
cuanto a la sanidad, los hospitales, la medicina debe, al igual que en el caso
de la educación, ser tratada localmente, y no desde un ministerio situado en
muchos casos a miles de kilómetros de los lugares donde viven los ciudadanos
necesitados del auxilio sanitario. El actual ministerio de sanidad debe
ocuparse de la investigación, de las pautas, de la solución a problemas
nacionales (epidemias, etc.) y no pretender, como ahora, controlar hasta
cuantos paquetes de gasa deben consumirse en un remoto rincón de la geografía
nacional.
Podríamos
extendernos, pero para no hacer muy largo este artículo hemos preferido
segmentar los argumentos en pro de un país organizado en forma federal.
Próximamente seguiremos con esta línea de ideas.
Desde
luego, para lograr un estado federal a plenitud, es preciso que las regiones
manejen con autonomía sus recursos. Y los que más tienen deben aportar a un
fondo de solidaridad para ayudar a los que menos tienen.
Para
completar los argumentos frente a mi crítico amigo, creemos firmemente que las
autonomías locales deben ser estimuladas, reforzadas y algún día, no sabemos
cuando, tal vez implantadas. Ese día pasaremos de la utopía a la praxis.
Miguel
A. Megias
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias
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