ISAAC VILLAMIZAR |
Desde
el vientre materno estamos comunicándonos. Respondemos a estímulos como lo
demuestra el llamado “Efecto Mozart”. De bebés, lloramos por el frío, calor,
hambre, sueño, dolor o fastidio. La vida es una permanente comunicación escrita,
oral, gestual, gráfica. El silencio también envía un mensaje. Cualquier medio
permite exteriorizar nuestros pensamientos, ideas, informaciones, criterios,
juicios y opiniones. Al compartir esas ideas entramos en procesos dialógicos y
de intercambio de mensajes, con retroalimentación.
Ese
proceso comunicacional e informativo aspiramos a realizarlo en un ambiente
armonioso, receptivo que, sin desconocer el debate constructivo, ayude a los
interlocutores a exponer sus razones y a encontrar posibles puntos comunes. Es
el entorno de un trato considerado, en el que se aplica la regla de oro: trata
a los demás como quieres que te traten a ti. La palabra, con un poder
increíble, desde un pensamiento positivo, puede beneficiar, dejar una huella,
influir acertadamente en la convicción de las personas. Una palabra
discordante, cruel, resentida, altisonante puede encender discordias, arruinar
una vida, causar odio y herir sentimientos. Pero una palabra amable, alegre,
oportuna y amorosa puede suavizar las cosas, iluminar el día, aliviar la carga
y curar el alma. Por todo ello, la expresión del pensamiento y el buen trato,
en las relaciones de la vida cotidiana, poseen normas. El derecho natural de
expresar nuestros pensamientos, ideas y opiniones, a través de cualquier medio,
el derecho a la comunicación libre y plural y el derecho de buscar, recibir y
difundir información, sin censura, tienen protección constitucional. Igual
resguardo tiene el derecho a la protección del honor, vida privada, intimidad y
confidencialidad. No son derechos absolutos, porque si bien tenemos la libertad
de ejercerlos, hay que hacerlo respetando el derecho de los demás. Como nuestra
palabra o nuestra actitud pudieran lesionar el buen nombre, el patrimonio
moral, la reputación que otras personas se han ganado con su proceder, somos
responsables cuando afectamos los derechos ajenos con esa comunicación e
interferencia en la vida ajena. Por eso debemos saber comportarnos en nuestras
relaciones del mundo real.
Lo
mismo ocurre en el mundo virtual. En
este escenario, sea de
manera bilateral o en comunidades
de intereses compartidos,
hay trato, transmisión de mensajes,
divulgación de contenidos,
visualización de gráficos, de imágenes,
de videos. La hipermedia
lleva consigo la difusión de
ideas, de pensamientos, de
criterios, de pareceres, de opiniones en el mundo digital. Debemos preparar
nuestros pensamientos antes de hacer comunicación interactiva en Internet o en
las redes sociales, para no afectar los derechos y la vida de los usuarios
telemáticos. De allí que existe toda una urbanidad digital que nos orienta cómo
conducirnos en el trato electrónico. Son las denominadas “netiquetas”, conjunto
convenciones que regulan, que ordenan el comportamiento en los espacios virtuales.
El término nace en 1995. La “etiquette” (buena educación) en la net (red),
denota que los internautas cumplimos estrictamente las reglas de comunicación
en cualquier herramienta virtual, sea un foro, un chat, un correo electrónico,
un grupo de noticias, una red social, un blog.
Pero como han surgido de manera espontánea desde que se ha dado esta
comunicación online, no tienen un expreso soporte legal. Además, van evolucionando a medida que la
red, sus aplicaciones y protocolos cambian. Entones, nace la inquietud si el
derecho constitucional a la libertad de comunicación y de expresión por
cualquier medio, y el derecho a la protección de la vida privada, intimidad y
confidencialidad, tal como están regulados ahora, pudieran extenderse a la netiquetas
y darle el soporte jurídico necesario para proteger los intereses y derechos de
los internautas que se sientan afectados por un mal trato en el entorno
virtual. ¿Seremos responsables en la vida real de la infracción en la vida
virtual del cumplimiento de las netiquetas?
Isaac Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
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