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martes, 23 de diciembre de 2014

ENRIQUE MELÉNDEZ, NI SIQUIERA NUESTRA EMBAJADA LO SABÍA, CASO CUBA

ENRIQUE MELENDEZ
Esta reanudación de las relaciones diplomáticas entre los EEUU y Cuba viene a significar una especie de caída de segundo Muro de Berlín  en la América Latina. Porque el de Berlín había separado la Europa del Este de la del Oeste; que fue lo que se conoció como el mundo de la “Cortina de Hierro”; mientras que Cuba fue un caso aislado; pero con una honda repercusión en el mundo entero; habida cuenta de su condición de David, a propósito del combate que libra con su gigante vecino del Norte; que viene a ser una especie de Goliat en esa atmósfera, decíamos, tensada por la Guerra Fría, y en el que se asoma Fidel Castro con muchas ansias de protagonismo, habida cuenta de su condición de comediante brillantísimo de la política, sobre todo, de una elocuencia grandilocuente.
                                                                                             
En estas condiciones uno podría decir que la revolución cubana fue un fenómeno psicológico colectivo, que se vivió a nivel mundial, y esto por dos razones; la primera, el liderazgo mesiánico de Fidel Castro; quien vino a constituir uno de los líderes mundiales de la revolución proletaria; la segunda, la trayectoria histórica de Cuba frente a los EEUU; donde había mucho de la relación entre el gato y el ratón, si se tiene presente que el coloso del Norte siempre había sentido codicia por la isla; por anexársela a su territorio.
                                                                                             
No se pase por alto que cuando se unifica el norte con el sur en los EEUU, a raíz de la famosa Guerra de Secesión, se consolida un Estado nacional, y el cual buscará expandir su territorio, y es el momento en que dicho Estado se apodera de la parte norte de México; de modo que en estos planes de expansión no dejaba de estar Cuba también, y por la cual había ofrecido a España sus ciertas cantidades de dinero, como terminaría anexándose Puerto Rico; lo cierto es que esto genera a nivel continental un sentimiento antiimperialista; mientras se exaltaba un nacionalismo embrutecido y embrutecedor, como lo llamará Octavio Paz, y que vino a ser una de las banderas de Fidel Castro en sus propósitos para la toma del poder, además de su supuesta vocación marxista, y que era lo que lo identificaba con las elites intelectuales de algunos países de la América Latina, para quienes la modernidad la constituía el marxismo, y en donde no dejaba de tener razón el viejo Ortega y Gasset, para quien el escenario de la revolución proletaria no era más que histrionismo.
                                                                                             
Ahora, ¿abrigaba Castro una verdadera vocación independentista? La verdad es que no; puesto que en lo adelante, para poder tener figuración en ese mundo en el que él pretende asomarse, como buen latinoamericano, muy dado a sentarse en la mesa entre los grandes sin mayores credenciales, tiene que pasar a depender del otro gran bloque de poder, que se disputa el mundo con EEUU, como es la antigua Unión Soviética; un cambalache en el que el menos favorecido que saldrá será el pueblo cubano, puesto que va a cambiar el modo de vida americano; de avanzada en la civilización moderna, por el modo de vida ruso; de atraso y de deterioro de todas las condiciones de vida; como se ve por los medios de lo que es La Habana hoy en día, y que es lo que ha dado lugar, según los entendidos a la expresión, que se maneja allá en su medio, de que los pusieron “a comer…”
                                                                                             
Que es lo que avergüenza a los cubanos; sobre todo, el haber Fidel Castro alborotado el avispero, como decimos en criollo; cuando puso a palpitar al mundo, a raíz de la Crisis de los Misiles; que es un capítulo largo que contar en esa historia de la Guerra Fría, exponiendo el pellejo de la población, sin darle mayor importancia al asunto; población que estaba condenada a desaparecer con un solo misil disparado desde EEUU o eso era lo que se preveía en ese momento, con tal Castro de figurar; cuando estuvo a punto de desatarse la guerra atómica, que lo más probable es que hubiera acabado con parte de la vida del planeta, y su condición de apátrida llega aún más allá todavía; puesto que se supo que se enojó mucho, cuando la URSS tuvo que regresar el navío, en el que traía las ojivas nucleares, que iban a ser instaladas en el territorio cubano, con dirección a EEUU, en medio de ese enfrentamiento con este país, y que fue lo que se conoció como “el pestañeo ruso”, tan pronto el otro se le planta con sus buques de guerra en el Atlántico.
                                                                                             
Por estos días Moisés Naim ha recordado que en el 2001 él escribió un artículo titulado “El hombre más ingenuo del mundo”. Ese hombre, según él, iba a ser el sucesor de Chávez, a propósito de lo que preveía en ese momento que iba a resultar el legado de Chávez: un país en el que los más ancianos y los más débiles eran los que iban a sufrir más; bueno, todo lo que está pasando, y esto partiendo del desequilibrio que ya mostraba Chávez como estadista; de modo que quien termina cargando con las culpas de este enorme fracaso, que tenemos hoy en día, es el sucesor de Chávez. Esto lo digo, porque, ¿no ha sido este el papel que ha jugado Maduro en esta oportunidad frente a este acontecimiento relativo a la reanudación de las relaciones entre Cuba y EEUU?
                                                                                             
Es más, uno diría que el más socarrón de la partida ha sido Obama: primero, le manda a un representante diplomático al acto de presentación ante la Fiscalía de María Corina Machado, a manera de provocación; incluso, si es posible que declare a la prensa y diga por qué está allí; lo que irrita a Maduro, y es cuando lanza aquella de que “estoy revisando las relaciones con EEUU”, y que entonces acalora los ánimos del otro lado, y es cuando viene la aprobación de las sanciones; para que Maduro se afinque más en sus denuestos contra “el imperialismo yankee”, mientras sus amigotes lo dejan colgado en el camino, y llevan a cabo ese pacto, que venía a ser secreto o. al menos, vedado para Maduro. Ni siquiera la embajada venezolana en La Habana sabía de estas negociaciones.

Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo                               

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