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miércoles, 17 de diciembre de 2014

ENRIQUE MELÉNDEZ, LA HIPOCRESÍA ECOLÓGICA

ENRIQUE MELÉNDEZ
La verdad es que este es uno de los países menos ecológicos de la América Latina; lo que no explica el talante, con el que se presenta a esas conferencias mundiales, sobre el medio ambiente, este gobierno; como sí de verdad cumpliera al pie de la letra las normas aprobadas en el Protocolo de Kioto sobre cambio ambiental, y que es lo que le saca este gobierno a los EEUU, esto es, el hecho de no haber firmado dichos acuerdos.
                                                                                             
Incluso, los gobiernos de la República civil respetaron más la cuestión de la protección al medio ambiente; cuando regulaban el escape de gases, sobre todo, de las unidades de transporte público, y hay toda una disposición a ese respecto; que a este gobierno, por lo demás, lo tiene sin cuidado. En los países vecinos ya es imprescindible mostrar un certificado de chequeo de escapes de gases vehiculares; cuando aquí lo que se ven, sobre todo, a nivel de busetas son chimeneas rodantes, bien con el tubo hacia arriba, bien con el tubo hacia abajo, con gran cantidad de hollín, es decir, humo negro, y que era lo que antes se regulaba.
                                                                                             
¿Pero qué va a esperar uno de un gobierno que acaba de un plumazo con el Ministerio del Ambiente, cuya creación en su momento constituyó una gran originalidad, como fue bajo la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez, y cuando apenas los movimientos ecológicos estaban en pañales? He allí por donde debería orientar el régimen la propaganda, y a la que le dedica ingentes recursos, en lugar de ese contenido palurdo; puesto al servicio de la exaltación de un cadáver insepulto, que se transmite por la red de medios oficiales, debería orientarse -digo hacia el fomento de un espíritu ecológico. ¡Ni una bolsa de plástico más al medio ambiente!
                                                                                             
Que viene a ser uno de los objetos más depredadores de la naturaleza, este de las bolsas plásticas, sobre el cual se han afincado los ecologistas: ni una bolsa de plástico más al mar, tanto en lo que atañe a lo corrosivo que viene a resultar para la vegetación, donde se posa; como puede ser tragada por un animal marino, como se ha visto en muchos casos, y que se reportan por los documentales de la televisión.
                                                                                             
Bebedores de cerveza que lanzan la botella desde los carros hacia la intemperie, y que se transforma en un elemento bien volátil, cuando hay sequía, y el sol comienza a recalentar el vidrio, sobre todo, si hay paja seca a su alrededor.
                                                                                             
¿Un partido ecologista aquí en Venezuela? En verdad que en nuestro medio eso forma parte de una pajuatez, como decimos en criollo; mientras que en otros países este tema constituye la principal divisa de algunas organizaciones partidistas, y en sí, eso que Hegel conocía como el espíritu de una época, está signado por la ecología; por la preocupación relativa al recalentamiento de la tierra, del agujero de la capa de ozono, el instinto depredador del hombre, y que se traduce en la destrucción de bosques.
                                                                                             
Incluso, este es un país antiecológico, altamente depredador, donde está establecido que donde alguien ve una culebra, su deber es matarla; lo mismo que una iguana o un tuqueque; porque, claro, producen miedo; mientras el tráfico de especies de nuestra fauna, que comienza con la venta en nuestras carreteras de especies cazadas también funciona con la vista gorda de las autoridades, cuando existe toda una legislación al respecto de protección de nuestros recursos naturales.
                                                                                             
Esa es otra cosa: ¡cuánto daño no hacen las invasiones a las llamadas zonas protegidas! Paséese por la panamericana del estado Miranda, no sólo por lo que atañe al crecimiento anárquico de las barriadas, que se ha venido operando en los primeros kilómetros, sino que aquí y allá uno observa en forma continua quemas de terrenos, y a los meses aparece un cultivo de maíz: una carretera por donde pasan miles y miles de vehículos. En efecto, esto va con lo del cultivo de algunos vegetales, que se lleva a cabo, por ejemplo, en los terrenos aledaños al Parque Central de Caracas, idea de Hugo Chávez en un momento determinado; lo mismo que aquella idea de los gallineros verticales. El hecho es que estas son zonas protegidas, y que constituyen un pulmón de la ciudad.
                                                                                             
¿Desde cuándo no se viene hablando de la contaminación con mercurio de nuestros ríos tras la búsqueda de oro, y de otros metales preciosos? El estado mismo del río Orinoco, de acuerdo a lo que se ve en imágenes que llegan por las redes sociales, proveniente de gente preocupada por el asunto, un estado deplorable, así como los afluentes del Orinoco, que también son víctimas de esta explotación. Entonces este gobierno se presenta en los eventos internacionales como el que más en materia de protección de los recursos naturales.
                                                                                             
Aún está fresco el recuerdo de Hugo Chávez intentando robar pantalla en la Conferencia sobre cambio ambiental, que se realizó en el 2009 en Dinamarca, hablando a nombre de los países más afectados por el impacto depredador del capitalismo salvaje, y sin ningún asomo de culpa, y cuando, al fin logró apoderarse de la tribuna de oradores no hizo sino el ridículo; primero, porque lo que iba a decir no estaba en la documentación de aquel evento, previamente aprobada, y entregada a los medios de comunicación social, es decir, lo que iba era a improvisar; segundo, el contenido de aquella improvisación no se basaba sino en una cháchara tercermundista; cargada de hipocresía, a propósito del espíritu poco ecológico del que da muestra esta gente. Es por esto que resultaba una ladilla escucharlo; sobre todo, porque estaba fuera de contexto; que es donde se demuestra que esta gente toma la bandera de la ecología sólo cuando le conviene, y la prueba está, se repite, en que de un plumazo acaban de desaparecer el ministerio del Ambiente.
                                                                                                                
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo

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