CLAUDIO FERMÍN |
Quienes llegaron con
Chávez hace dieciséis años al poder aún están al frente del gobierno.
Aparecieron en la escena política hablando de democracia protagónica, jurando
que el norte sería la inclusión.
A ese discurso le sacaron
el jugo. Hicieron que las mayorías olvidaran que de los ciento ochenta y siete
años de emancipados hasta entonces, sólo en los últimos cuarenta antes de ganar
Chávez se había logrado que todos los ciudadanos, sin distingo de sexo,
ingresos, religión o grado de instrucción eligieran a sus gobernantes para
quedarse, sin que ninguna montonera los tumbara a la brava.
El discurso chavista
de la democracia protagónica floreció en plumas inocentes, y en unas cuantas
interesadas, como si la democracia fuese algo inédito para 1998. Como si la
oposición no hubiese triunfado nunca o no estuviese todavía hirviente el horno
que cocinó elecciones directas de Gobernadores y de Alcaldes, realizadas en
trío de ocasiones antes de llegar Chávez al poder. Como si las Juntas
Parroquiales no hubiesen estado ya actuando, acercando a los vecinos a las
decisiones de los Alcaldes.
La multibillonaria
inversión en propaganda en todos los formatos imaginables, las cadenas
presidenciales de varias horas a la semana durante dieciséis años y el remate
de diarias minicadenas, más mensajes lavacerebros disfrazados de “noticieros de
la patria”, han hecho el resto: que los desprevenidos crean el cuento de la
inclusión chavista, como si las listas de Tascón, los presos políticos, los
juicios amañados y muchos otros mecanismos de exclusión fuesen cuentos de
camino.
La cacareada
democracia protagónica chavista vuelve a quedar en evidencia a propósito de la
marginación de que son objeto casi un millón de jóvenes a quienes funcionarios
del Consejo Nacional Electoral escamotean el derecho al voto que desde 1947
tienen garantizados los mayores de 18 años.
La Constitución
garantiza que los venezolanos son electores a partir de los 18 años, pero las
autoridades del CNE hacen todo cuanto pueden para negar ese derecho: cierran
por varios meses el Registro de Electores, que se supone permanente; restringen
a la Oficina Regional del CNE de cada Estado la inscripción de los nuevos
votantes, cuando deberían abrir miles de puntos de registro en el territorio
nacional; manejan esa operación clandestinamente, casi que en secreto, cuando
deberían mantener campañas de divulgación que informen a todos de su derecho al
voto y de los modos de concretarlo.
No inscribir a los
jóvenes es negarles el derecho al voto. Y lo hacen porque saben de la posición
crítica del estudiantado liceísta y universitario en relación a un gobierno que
ha deteriorado la economía, los servicios públicos, la calidad de vida y los ha
dejado con un futuro sumamente comprometido.
Reclamo una prórroga
del registro de nuevos votantes que pretenden cerrar el próximo 15 de diciembre
para impedir que los votos de la juventud se sumen al del país descontento que
quiere una nueva Asamblea Nacional que sustituya a la actual que renunció a sus
obligaciones de controlar el gasto y acciones del gobierno, de legislar y de
discutir los problemas nacionales.
La prórroga debe ser
suficientemente prolongada para que se desarrolle una campaña informativa que
indique a los interesados los muchos puntos en la geografía nacional donde
pueden concretar su inscripción en el Registro Electoral Permanente. Esos son
los procedimientos que alimentan una verdadera democracia, no las acciones para
excluir a los venezolanos.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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