“La anarquía es el resultado necesario de un conflicto en que el gobierno es opresivo, y la nación es liberal” SIMÓN BOLÍVAR
CARLOS E. AGUILERA A. |
Venezuela confronta una severa
crisis en todos los aspectos – sin temor a
exagerar- similar o parecida a la
de década del 30. El término de crisis tiene su origen médico, pues para el enfermo
la crisis plantea la alternativa de vida o muerte, en tanto que para las
sociedades y para las naciones, la crisis enfrenta la alternativa de la caída o
el ascenso.
Hay quienes tienen una visión
apocalíptica de la crisis, pues es el final, la ruina, la destrucción, el
regreso a la nada. Pero también hay otra visión que es la optimista, por cuanto
después de la crisis, viene la vida y con ella el cambio, la renovación,
opciones y caminos diferentes, además de la posibilidad de concretar anhelos
reprimidos, de transformar sueños en realidades, de alcanzar propósitos que
solo tienen como límite la voluntad y el esfuerzo.
Para quienes somos demócratas en
el más amplio sentido de la palabra, la crisis es un reto a la imaginación, al
estudio, a la creatividad y por sobre todo, a la acción y para actuar es
indispensable la claridad de objetivos, lucidez estratégica y eficiencia en la
acción.
Cuando la crisis venezolana
estalla a la muerte de Gómez, Rómulo Betancourt fue el político que tuvo muy
claro sus objetivos, pues habiéndose encontrado con la teoría moderna de la
planificación, quizás sin saberlo, se convirtió en el precursor de esa técnica
que hoy se denomina prospección, la cual se apoya en la cibernética y suplió la
ausencia de las computadoras con su prodigiosa intuición, que sumado a su
inmenso esfuerzo de comprensión futurista, le brindó fecundos resultados que
años más tarde lo convertiría en el político más influyente de la Venezuela
contemporánea.
Hay que tener valor y asumir
responsablemente los riesgos que implica la toma de decisiones, que en tiempos
de crisis pueden afectar notablemente el cuerpo político y social del país, y
no esconderse cobardemente y sin escrúpulos de ninguna naturaleza, en falsas
premisas para acusar a quienes se oponen al régimen, de que están conspirando y
fraguando un atentado contra su persona, y la invasión de potencias
extranjeras, pretendiendo con ello justificar su negligencia e ineptitud, así
como la de sus más estrechos camaradas, enquistados en altos cargos públicos:
Ministerios, Presidencias de institutos Autónomos y empresas del estado,
diputados, concejales y alcaldes, entre otros.
El miedo es libre, como suele
colegir el refranero popular, y por eso el pueblo venezolano no solo hace caso
omiso del temeroso alarde de que corre
peligro la vida de Maduro, sino que además mordazmente se burla de sus
destempladas amenazas, a las que suele recurrir con frecuencia en sus diarias
invectivas televisadas, que realiza por
cualquier pretexto.
La obnubilación que produce el
poder se parece a la que deriva del miedo de perderlo. Por eso Maduro se empeña
en los últimos tiempos en realizar una sostenida campaña publicitaria para
difundir mensajes que hablan de realizaciones, emblemáticos logros y avances
expresivos de la consolidación de una nueva era de felicidad y goce colectivo,
gracias a la mal llamada revolución bolivariana y socialista del siglo XXI, que
en cenáculos de la Unasur la exhiben como ejemplo para el resto de los países
de la región. Cuando la verdad es otra, que los socios de la alianza comunista
saben, pero disimulan en agradecimiento a las dádivas que hasta hace poco
recibían de manos del finado Chávez.
Cuando a la soberbia y a la
prepotencia del poder se suma la acelerada disminución de recursos para proseguir
en la edificación del llamado nuevo modelo del socialismo del siglo XXI, y
cuando quienes dictan las pautas del oficialismo perciben que surge una
redoblada respuesta del colectivo nacional, que se siente inseguro y temeroso
de perder sus ingresos como está ocurriendo en los actuales momentos y ver
disminuida la prestación de los servicios públicos (salud, educación,
seguridad, etc.) Maduro y sus acólitos lanzan denuestos contra quienes lideran
las protestas, y arremeten furiosamente con la fobia característica de los
regimenes autoritarios y antidemocráticos.
En este espacio gris de quiebra
de la racionalidad se desenvuelve ahora el discurso oficial. Por eso se observa
en los voceros del sector público, en todos los niveles, no esforzarse mucho en
asomar con la misma o mayor dureza que su superior, improperios, insultos,
acusaciones, ofensas y todas las estratagemas legales e ilegales, para
perseguir, arrinconar y acosar hasta el infinito a quienes se han atrevido a
alzar la voz y a reclamar respeto, amén de sus derechos que la Constitución,
vulgarmente denominada la Bicha por el fallecido Chávez, contempla, pero que
prevalidos del poder la pisotean a su libre albedrío.
El miedo de Maduro, es la
respuesta a las últimas encuestas que asoman un 78% de rechazo a su gestión
(¿). Es un hecho, que no todas las expectativas de los revolucionarios
socialistas, bolivarianos y marxistas y por ende comunistas, se concretan y
también de que no todos los opositores se callan y por el contrario se perfilan
como referentes del reclamo social, como representantes espontáneos del
sentimiento colectivo y como promotores de una energía que puede despertar,
explotar y convertirse en un efectivo y sólido instrumento para contener
abruptas y violentas salidas totalitarias.
Maduro: ¡El miedo es libre!
NOTA: A nuestros consecuentes amigos lectores les deseamos una
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo 2015, en unión de todos sus seres queridos,
y el solidario anhelo porque nos reencontremos con la paz, amor, tranquilidad y
sosiego que otrora disfrutamos. Felicidades…
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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