ALEXANDER CAMBERO |
Nicolás Maduro destruyó al país y busca ponerse a salvo. El océano
de sus contradicciones hace que su barcaza se agite. Su soledad política es
similar a los imaginarios fantasmas medievales de escudos de hierro. Solo
frente al desiderátum de un futuro sin destino. Un mar que irrumpe con
violencia castiga su debilitado salvavidas; son apenas escuetos troncos de
ideas a punto de venirse a pique. Van quedando sumergidos los sueños de
alcanzar la orilla del progreso, le resultó grande el reto de comandar un país.
Ya Cuba no será la misma posibilidad de contar con un seguro para
cuando todo acabe. China está muy lejos y los demás lo ven como un estrafalario
personaje de historietas bufas; un mediocre hombrecillo de puntiagudas orejas
rojas y cerebro carcomido por la vacuidad. La noche se asoma en la profundidad
del infinito azul. Su balsa no sabe sortear el ímpetu de las olas. La crisis
profunda es la espada que pende sobre su cabeza. Para el comunismo cubano
siempre ha sido incomodo sostener al chavismo en el poder. Son descerebrados
que no tienen la menor idea de cómo manejar las situaciones. Siempre Fidel o
Raúl para indicarles la estrategia a seguir. El papel de títeres con dinero los
bosqueja con precisión.
Ya no hay respiro para su alma. No hay reposo para sus
mortificados huesos. Quien maneja sus hilos de fantoche descolorido optó por
buscar seguridad en brazos del imperio norteamericano, tan satanizado como
anhelado por un régimen condenado a morirse irremisiblemente. Fue tremendo
saber que su mejor aliado estaba tratando con su peor enemigo. Que jamás le
contó algo de esas negociaciones, solo volvió a terminar como un tonto útil al
que le sustraen el dinero con una palmadita. Así hicieron con Hugo Chávez al
que manipularon hasta con su enfermedad. La habilidad de aquel que solo
privilegia el negocio por encima de la relación personal. El primer mandatario
fallecido los divertía con sus cuentos; historias imaginarias de guerras
fantásticas en donde moría el gran imperio con cianuro. Hoy su interlocutor
antillano escoge vivir al regazo de aquel del cual Chávez denostaba. Ahora
Barack Obama es más querido que el olvidado hombre de Sabaneta. En las calles
de Cuba flamea la bandera norteamericana. En el fondo de su alma siempre
quisieron volver al redil del imperio.
El proceso revolucionario venezolano se muere. No solo es el
menguado recuerdo de su líder histórico que fenece entre las confusiones de sus
herederos; es que ninguno de sus amigos quiere páretela con aquellos que se
convirtieron en despiadados primates ideológicos. Su muro de Berlín espiritual
rueda entre piedras de hambre y delincuencia. Un proceso corrupto que dilapidó
el futuro del país jugando a convertirse en adalides del universo. Huida sin
rumbo cierto. Se cierran las opciones para quienes eligieron volver al
primitivismo. Mientras el totalitarismo fue rechazado por casi todo el planeta
la revolución bolivariana se abrazó con su cadáver, es justamente allí en donde
construyó su desgracia.
La balsa se bambolea buscando refugio en el abismo. Grandes
nubarrones desenvainan las espadas del ejército del relámpago; océano de
confusiones para quien se creyó el cuento. Nicolás Maduro se lleva las manos a
la cabeza. Su gigantesca incapacidad nos conduce al desastre…
Alexander Cambero
alexandercambero@hotmail.com
@alecambero
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