JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ |
En Venezuela, el mercado externo ha venido
sustituyendo el mercado interno con el consecuente estrangulamiento del aparato
productivo nacional, a la par de estarle confiriendo mayor importancia a las
variables vinculadas con las relaciones internacionales y dentro de ellas al
tipo de cambio, que pasa a convertirse en una de las más importantes en la actividad
económica nacional y un elemento determinante de la estabilidad (o
inestabilidad) económica. De igual modo, presenta una clara sobrevaluación o
atraso cambiario del bolívar (comparación entre el tipo de cambio real y el
tipo de cambio nominal) con relación al US$, habida cuenta de los diferenciales
de inflación entre nuestro país y el resto del mundo que en mucho es la causa
del desequilibrio macroeconómico y por ende de la crisis socioeconómica e
institucional, dando por valido que los niveles de precios y el tipo de cambio
se influyen mutuamente con obvio efecto
sobre el comercio exterior y el mercado de divisas hasta configurar un contexto
donde las exportaciones no petroleras han venido decreciendo cediendo su
espacio a las importaciones, propiciado por el abaratamiento de los productos
extranjeros y el desplazamiento de nuestro sector industrial manufacturero y
agrícola en favor de un renovado rentismo, al extremo de representar el sector
petrolero el 96% del ingreso de divisas.
Nos permitimos una interrogante: ¿Qué es el
tipo de cambio? El tipo de cambio es un precio relativo, y por tal razón el tipo de cambio nominal es la relación
cambiaria entre dos monedas (precio de una moneda en términos de otra moneda),
a la luz del régimen que adopte un país desde el flexible (el mercado establece
la cotización) hasta el tipo de cambio fijo (el Banco Central lo define y
controla la oferta de divisas para mantener la paridad), en el entendido que
entre estos dos extremos pueden acordarse otros regímenes que impliquen mayor o
menor intervención del ente emisor. El tipo de cambio real, representa el
precio relativo de una canasta de bienes transables (comercializados
internacionalmente para un nivel dado de tipo de cambio) respecto a otras, y se
establece de acuerdo a las condiciones del movimiento de los precios en los
países implicados los cuales a su vez están definidos en función de los
diferenciales en el cambio del nivel de precios, es decir la inflación presente
en cada país; o lo que es lo mismo, es el tipo de cambio nominal deflactado
por un índice de precios doméstico y uno
externo hasta perfeccionar un tipo de cambio de equilibrio que refleja la
comparación de poderes de compra de las dos monedas dado los respectivos
niveles de precios. Formulemos otra interrogante: ¿Qué significa la
sobrevaluación o atraso del tipo de cambio? El uso del tipo de cambio como
herramienta de ajuste (sin devaluar) para corregir desequilibrios
macroeconómicos, y en especial para mantener el control de precios como
estrategia de lucha contra la inflación, conduce irreversiblemente (al mediano
plazo) a una sobrevaluación (atraso cambiario) ante la inflexibilidad (como es
nuestro caso) para aumentar las exportaciones (no petroleras) y reducir las
importaciones, aunado a la perversidad de resquebrajar el funcionamiento del
aparato productivo nacional en su rol de generador, tanto de bienes y servicios
como de empleos dignos al no poder competir con importaciones subsidiadas a Bs
6,30/$. Es así, que mantener en Venezuela un tipo de cambio fijo sobrevaluado
(sin devaluar) con 4 tipos de cambio interactuantes (Cencoex, Sicad I, Sicad II
y paralelo) que se desenvuelven dentro
de un modelo económico carente de perfil y desprovisto de estabilidad jurídica
donde cerca del 80% de las divisas asignadas son adjudicadas a un tipo de
cambio de Bs 6,30 para realizar más del 70% de las importaciones y teniendo un
elevado IPC, al tiempo de no utilizar la tasa de cambio como mecanismo de
ajuste al desequilibrio externo, coloca al país en un umbral de permanente
crisis que intenta soslayarse bajo la versión mediática de estar en presencia
de una situación de hostilidad solapada y un enfrentamiento económico
continuado entre el Gobierno y el Sector Privado(¿?) en una Nación donde el
Estado controla la casi totalidad de los ingresos (haciendo que la sociedad
dependa de él y por tanto la subordina), cuando en realidad el verdadero
conflicto radica en la indefinición e improvisación marcadamente populista del
hecho económico, y haciendo uso de los precios justos como artillería.
La política cambiaria (mecanismos mediante
los cuales se fija el tipo de cambio) ha de instrumentarse en armonía con una
eficiente política monetaria (participación del Banco Central en el control de
la cantidad de dinero en circulación), a la luz de orientarse hacia alguna de
dos modalidades concretas: (1) la subvaluación de la moneda para apoyar el
crecimiento de la actividad productiva y de la economía en su conjunto, al
abaratar y hacer competitiva la producción nacional en el mercado internacional
y estimulando por tanto las exportaciones (de bajo impacto al inicio); (2) la
sobrevaluación de la moneda, acción que se traduce en un encarecimiento de los
productos nacionales (si los hubiere) en el mercado internacional mientras que
los productos extranjeros se hacen más baratos en el mercado doméstico,
motivando un incremento de las importaciones y desestimulando las exportaciones
habida cuenta de ser menos competitivos los productos nacionales en el
exterior, todo lo cual conduce ( a veces más tarde que temprano) a un ajuste
cambiario (devaluación), que puede ser de un 55% en la Venezuela 2015 con
indeseables efectos financieros,
con fuga de capitales (cerca de US$
200.000 millones desde 2002 mediante empresas ficticias) y un cruel
desabastecimiento impulsado por la escasez de dólares y la paralización del
aparato productivo nacional; hasta propiciar más devaluación
(¿macrodevaluacion?), a pesar que el
país ha percibido más de US$ 1.500 millardos de ingresos fiscales en los últimos
15 años, ejecutados en gran parte por intermedio de un fallido experimento de
“modelo económico”. Tal posibilidad de
una macrodevaluacion, se hace probable al momento que el precio de la cesta
petrolera nacional se ubicó en 70,83 dólares/barril (14/11/2014) luego de 10
semanas de caída continuada, y cuando las reservas liquidas apenas se sitúan en
unos US$ 600 millones (10 días de importaciones) para un total de reservas
internacionales (octubre 2014) por US$ 19.700 millones donde el 70% está en
barras de oro; con el agravante que por
cada 1 US$ de caída en el precio de nuestra cesta petrolera el sector publico
deja de percibir US$ 770 millones en ingresos netos; lo cual representa una
disminución de US$ 17.710 millones con relación al 2013 y de unos US$ 11.550
millones con respecto al 2014; situación que puede traducirse para 2015 en una
inflación cercana al 100%, una contracción de al menos un 4%, un déficit fiscal
superior al 20% del PIB que obligará (para mantener el nivel de gasto) a un
financiamiento monetario mediante la emisión de dinero inorgánico por parte del
BCV respaldada con pagarés que entrega Pdvsa a la Tesorería Nacional, generando
obviamente más inflación, crisis e inestabilidad.
Una reflexión final: a pesar de nuestra
condición de optimista preocupado nos resulta difícil entender declaraciones de
voceros oficiales tales como: “el Banco Central no puede ser responsable de
todo el equilibrio monetario” (El Universal, 14/11/2014), “No está planteada
ninguna devaluación; nosotros seguiremos trabajando con 6,30, con el Sicad I y
el Sicad II” (Correo del Orinoco, 10/11/2014); “el dólar paralelo o dólar
artificial no es parte del problema que ocupe al Ejecutivo”
Jesús
Alexis González
jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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