FERNANDO OCHOA ANTICH |
Diosdado Cabello parece que por fin entendió,
después de la destitución del general Miguel Rodríguez Torres, que el poder en el régimen bolivariano no tiene su origen en la supuesta alianza cívico militar,
cómo todavía piensan algunos connotados miembros de la logia conspirativa del 4
de Febrero, sino que proviene de las vinculaciones con Cuba, del control del
PSUV y de la influencia que se tenga en los colectivos armados. Ese
convencimiento lo ha llevado a realizar un importante esfuerzo organizativo
para establecer una eficiente estructura electoral con la finalidad de ganar
las elecciones parlamentarias, pero que en el fondo busca controlar el partido
de gobierno para defenderse de los constantes ataques que le hacen y en cierta
forma poder enfrentar el creciente poder de Nicolás Maduro.
La estrategia es realmente inteligente,
Consiste en lograr el apoyo de las bases del partido mediante el respeto de un
supuesto liderazgo popular que se logra a través del triunfo en unas elecciones
internas, las cuales serán supuestamente equitativas y justas. Tengo profundas
dudas de que esto sea verdad. Normalmente, esos liderazgos se forman mediante
el empleo de medios económicos y posibilidades de conceder ciertas ventajas
personales utilizando el poder del Estado. En realidad, eso no importa. Lo
fundamental es que el PSUV va a elegir popularmente: 3988 jefes de círculos de
lucha popular y del buen vivir, 13.682 jefes de Unidades de Batallas HCH y
136.000 jefes de patrullas, es decir 154.490 cuadros chavistas. Sin lugar a
dudas, una eficiente maquinaria electoral.
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Esa estructura organizativa es un importante
reto para la oposición democrática. Además de esa poderosa maquinaria
electoral, que sólo puede lograrse
utilizando inmensas cantidades de dinero, el chavismo tiene el poder del
Estado y su total falta de escrúpulos para utilizarlo. Sólo con observar los
amañados juicios contra Leopoldo López y los alcaldes Escarano y Ceballos, las
amenazas contra Carlos Ocariz, las abusivas campañas de propaganda, el control
sobre los medios de comunicación, y la permanente censura para entender a lo
que nos estamos enfrentando: sencillamente un régimen totalitario. Si todavía
existe alguna duda recordemos la frase de Elías Jaua; “los revolucionarios no
pueden permitir la alternancia en el poder con la burguesía porque sería el fin del Proceso”.
De todas maneras¸ yo soy muy optimista. En
verdad, no es fácil derrotar al chavismo, pero es posible. Eso sí, se requiere
cumplir con ciertas condiciones para
poder ganar tan complicadas elecciones.
Desde el año 2003, la oposición no había estado en condiciones tan
favorables para hacerlo. Sólo con analizar todas las últimas encuestas nos
damos cuenta de la difícil e inmanejable situación de opinión que enfrenta el
régimen. Los números son muy similares: Veamos la encuesta de Datanalisis: 81,6
% está convencido que la situación del país es mala; 80,1 % cree que el sistema
económico es negativo; 67,5 % piensa que
la gestión de Maduro es mala y 68,1 % aspira que renuncie a la presidencia de
la República en el 2014. Una grave crisis de opinión, pero lo que más me
impacto fue que el 71,6 % no cree lo que dice Maduro.
Entre organización y opinión electoralmente
siempre se ha impuesto la opinión. Un buen ejemplo fue el triunfo de Hugo
Chávez en 1998. El desprestigio de la política en general, y de los partidos en
particular, le permitió ganar las elecciones. La estructura organizativa de
A.D. y Copei no garantizó el triunfo. Es verdad que en política es posible
recuperar el apoyo popular. Lo hizo el mismo Chávez, cuando en el año 2004
logró triunfar en el referendo revocatorio al permitir el CNE modificar la
fecha. Lo logró mediante la estructuración de las misiones. Nicolás Maduro está
tratando de maniobrar para fortalecer su imagen. Tratará de repetir lo que hizo
Chávez. El problema es que la crisis económica no le va permitir un margen de
maniobra. Si vota masivamente la oposición
obtendrá un trascendente triunfo electoral. Si se trata de hacer un
fraude electoral, tendremos suficiente fuerza popular para crear una crisis
política de consecuencias inmanejables
para cualquier gobierno.
Fernando
Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
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